Sólo una pequeña minoría de los grandes maestros de ajedrez tienen el rarísimo don de la memoria fotográfica; por ejemplo, el actual número uno, Magnus Carlsen. Sin embargo, prácticamente todos recuerdan partidas muy antiguas, suyas o de otros, que reproducen sin errores, porque tienen muy desarrollada la memoria basada en patrones: estructuras de una apertura determinada, configuraciones de peones o del enroque, maniobras frecuentes de ataque o defensa, sacrificios típicos, esquemas muy habituales de finales técnicos de muy pocas piezas… En otras palabras, su memoria no es fotográfica, sino técnica. Incluso puede ocurrir que no sean conscientes de un recuerdo que está almacenado en una parte recóndita de su cerebro; es lo que llamamos intuición.
Esa memoria tan selectiva y bien organizada puede traducirse en gran belleza, como en la partida de este vídeo. Angel Martín, uno de los ajedrecistas españoles más temidos durante el último cuarto del siglo XX por su enciclopédico conocimiento -en especial, de las aperturas- y su estilo muy agudo, tumba con mucha brillantez al octacampeón de España Miguel Illescas con una combinación basada en otra que no llegó a existir, pero estuvo en el aire, durante una famosa partida del soviético Mijaíl Botvínik, multicampeón del mundo a mediados del siglo pasado. La ejecución de esa idea por parte de Martín es de total precisión, lo que aumenta la belleza.
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