Vicky Peña, a pesar de su entono familiar más inmediato (es hija de los prestigiados actores Felipe Peña y Montserrat Carulla) no quería ser actriz. De hecho estudió enfermería y trabajó en un hospital. Pero aunque quizá tardía, le llegó la vocación, y ya no hubo nada que hacer. A la chita callando, sin alaracas ni popularidad sobrevenida, ha logrado convertirse en una de las actrices más grandes del panorama escénico español, con una trayectoria profesional impecable y de insólita solidez. “Siento que lo que he hecho es coherente, lo he podido defender como ciudadana, como persona, como actriz…, todos mis trabajos los puedo asumir y firmar con un cierto orgullo, hayan salido mejor o peor”.

Su última aventura es Todos pájaros, de Wajdi Mouawad, autor nacido en Líbano en 1978 en el seno de una familia libanesa cristiano-maronita que huye en 1977 a París, hasta que en 1983 se establecen en Quebec, donde se convierte en escritor (dramaturgo, novelista, guionista, adaptador…), cineasta, actor y director, reconocido internacionalmente y representado en numerosas ocasiones en España con su propia compañía o por otros profesionales como Mario Gas, que dirige esta puesta en escena con un sólido reparto en el que intervienen, además de Vicky Peña, Aleix Peña Miralles, Candela Serrat, Manuel de Blas, Pere Ponce, Anabel Moreno, Lucía Barrado, Juan Calot, Núria García y Pietro Olivera. El montaje, que está hasta el 18 de mayo en el Teatro Apolo de Barcelona, viajará posteriormente a varias ciudades españolas.

Ella sabe que su carrera ha sido inusual, ha tocado todos los géneros e incluso ha transitado bastante por el teatro grecolatino. “Yocasta, Antígona, Electra y he llegado a hacer dos Clitemnestras seguidas…”. La pregunta es inevitable, ya que los dos hijos que Vicky Peña ha tenido, ambos con Mario Gas, tienen nombres muy teatrales: el shakespeariano Miranda y Orestes. Pero este, sobradamente conocido en la mitología griega, tuvo una vida muy desgraciada y encima casi todas las versiones le señalan como el asesino de Clitemnestra, su madre. Vuelve a soltar su carcajada limpia y abierta: “Era un nombre que me gustaba mucho su sonoridad desde que leí la novela de Alvaro Cunqueiro Un hombre que se parecía a Orestes, con la que obtuvo el Premio Nadal de 1968.”

DVD 1265 08/05/25 Barcelona. Vicky Peña, actriz, fotografiada en el Teatro Apolo. [ALBERT GARCIA] EL PAIS

Ella cree que los personajes que se interpretan hay que defenderlos como sea: “Aunque tengan mecanismos mentales alejados de mí”, como la asesina de Sweeney Todd, uno de sus grandes éxitos en el género del musical, de la que habla con cariño y retranca, “ella sabía que el negocio había que levantarlo y si en vez de cazar gatos para sus pastelillos de carne, tenía la posibilidad de tener carne fresca humana, tan buena…, era una mujer muy práctica, yo la entendía perfectamente”, concluye desternillándose

El ser septuagenaria le hace observar alguna pequeña merma en su físico. Y en su paciencia cuando piensa que estaría mejor procrastinando, actividad que le parece maravillosa, en vez de tragarse algún rollo de alguien: “Pero también está la perspectiva histórica y 71 años dan una larga vista, la que me hace ver la suerte de haberla compartido con quien lo he hecho y lo hago”. Pero también la actriz está sumergida en algo que califica de horror vacui: “Se está ensombreciendo el panorama y son luces tan tenebrosas las que tenemos por delante”. Lo afirma y se retrotrae a los 60 y 70 del siglo pasado: “Crecí donde todo estaba abriéndose y había una escala de valores que creo que es necesaria y bueno tenerla…., hoy me da terror la irrelevancia de las protestas de la gente, la falta de solidaridad, de responsabilidad. Me pregunto qué ha pasado para llegar aquí”.

Y lo dice una mujer que desde joven y hasta ahora ha estado permanentemente al pie del cañón, con una actitud reivindicativa en todas las luchas que ha considerado necesarias para que la sociedad sea cada vez más justa, igualitaria y solidaria. “No sé cómo y por dónde nos han adelantado, qué ha pasado para que todo esté tan lejos del control de la sociedad, tan lejos del humanismo, qué miseria moral hay hoy en el mundo, cómo la frivolidad y lo efímero ha fagocitado cualquier aspecto humanista de la cultura a la que se ha banalizado….., son precisamente los 71 años los que me llevan a hacer estas reflexiones que me dejan preocupada y triste, aunque sin dejar de decir lo que tengo que decir, por todos los que vienen detrás”.

“Lo cierto es que la democracia está secuestrada. Los gobiernos ahora mismo están marcados por aspectos que son muy irrelevantes, cuentan mucho más las corporaciones y los movimientos económicos de las altas esferas”, y añade, “y ello suponiendo que los gobiernos fueran proactivos, positivos, estupendos…., aquí al menos tenemos un gobierno difícil, espinoso, pero preocupado y decente, porque hay otros que sólo quieren la llave de la caja. Las voces de los gobiernos en la Naciones Unidas, están si fuerza y sus resoluciones Israel se las pasa por el forro de los cojones; de hecho este hombre [Netanyahu] ha tomado la decisión de expulsar a los gazatíes y tomar Gaza, y da lo mismo que las naciones o el tribunal de derechos humanos le piquen la cresta…., esto es muy preocupante”. Peña habla de Aldous Huxley y su mundo feliz y se pregunta qué quieren los dueños de este nuevo mundo: “Concluyo que quieren esclavos y a lo único que se puede aspirar es a tener un buen amo. Porque no entiendo hacia dónde se va. La humanidad es un organismo conjunto y cuando nos vayamos a la mierda nos iremos todos juntos”, concluye aunque no olvida añadir: “No quiero parecer sombría, porque tengo muchas cosas bonitas en la vida, pero…”

Ha estado y está comprometida desde joven en numerosas causas, fundamentalmente relacionadas con la política de izquierdas, hasta el punto de ir en el último puesto de las listas de Barcelona en Comú, y lo del compromiso político lo ha vivido en su propia casa. Su madre luchaba junto a instancias independentistas, algo que nunca ha hecho Vicky. Si se le preguntaba cómo lo llevaban, pone una sonrisa de oreja a oreja y asevera: “Con elegancia. Teníamos muchas cosas en común, pero en algunas cosas ella era muy radical y no lo compartía, como no compartí el entusiasmo del 2017 y pensé que aquellas acciones iban a acentuar el abismo que ya había con algunos sectores y personas del estado español que miraban a Cataluña con suspicacias o incluso retranca mala y por otra parte no se consiguió nada, sólo dolor, fue un brindis al sol tremendo. No me siento independentista. Pienso más en una confederación, aunque está claro que no estarían de acuerdo algunas comunidades”.



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