A metros del Río de la Plata, mientras aún soplaba el aire fresco de la mañana, una carroza tirada por seis caballos negros entró silenciosa a la Plaza de la Independencia, sede del poder político en Montevideo, con los restos de José Pepe Mujica, fallecido el martes a los 89 años. Lucía Topolansky, su compañera de toda la vida, ella misma exvicepresidenta de Uruguay, colocó acompañada por el presidente, Yamandú Orsi, la bandera de Uruguay sobre el ataúd. Un hombre joven se coló por detrás y desplegó otra bandera, la del Frente Amplio, la alianza de izquierda que gobierna el país y cobijó a Mujica desde que en 1985 salió de la mazmorra adonde los militares lo habían confinado durante más de una década.
A la pulcritud del protocolo militar, con la unidad de caballería, sus trajes tradicionales y el sonido del clarín, se le sumaron cientos de miembros del Movimiento de Participación Popular, el MPP de Mujica, vestidos con camisetas negras y banderas rojas, el color del partido. Llevaban en la espalda escrito con letras blancas un mensaje del expresidente, a modo de epitafio y tal vez también de advertencia: “No me voy, estoy llegando”. El silencio mortuorio duró hasta la orden de avanzar. “Grande Pepe”, “El pueblo contigo”, “Hasta siempre” comenzó a gritar la multitud. La gente lloraba sin ocultar las lágrimas.
La carroza avanzó entonces lenta por la avenida 18 de julio, columna vertebral de esta ciudad de poco más de un millón de habitantes. Los aplausos bajaban como olas desde los balcones de los edificios. El presidente y todos sus ministros caminaban con trajes oscuros detrás de la carroza, pero también de Topolansky, que a bordo de un coche particular con las ventanillas bajas acompañaba a su compañero con el rostro serio. “Viva Lucía”, le dedicaban desde las veredas. Es ella ahora heredera y custodia de un legado de austeridad y perseverancia política que ella también ha forjado durante toda una vida.
El cortejo pasó por las sedes del Frente Amplio y del MPP. Enfiló luego la ancha avenida que lleva a la sede del Parlamento, donde arderá la capilla ardiente hasta este jueves por la tarde. Seguirá luego una ceremonia íntima. Los restos de Mujica serán cremados y enterrados al pie de un árbol centenario ubicado cerca de su casa de campo en Rincón de Cerro. El sitio lo eligió Mujica hace meses, en parte porque esa casa es su lugar en el mundo —no la abandonó ni siquiera cuando en 2010 juró como presidente—, y en parte porque allí también descansa Manuela, la legendaria perra de tres patas que lo acompañó durante los últimos años de su vida
Los uruguayos están “tristes”. Así de simple lo define Azucena, una mujer de 70 años que a la altura de la calle Ejido se secaba las lágrimas bajo las gafas. “Yo era chica cuando los tupamaros [la guerrilla que en los sesenta y setenta integró Mujica] hacían sus atentados. Elegían bien lo que hacían y en mi casa, que era muy pobre, aplaudíamos en silencio. Mi madre nos criaba sola, nos decía que no contásemos nada en la escuela”, dice. Azucena considera que los uruguayos son tranquilos, “tal vez demasiado”, y destaca que los políticos de todos los colores evitaron cualquier mensaje crítico hacia el expresidente. “Esa es nuestra democracia”, celebra.
Camila y Sofía tienen 23 y 26 años y estudian para maestras. Se acercaron hasta la avenida después de clase y antes de ir al trabajo. Como Azucena, lloran. “Pepe nos hablaba a nosotros, se enfocaba en la juventud. Nos decía ‘vivan, amen, aprovechen la vida’ y esas palabras llegaban”, dice Camila. Sofía la interrumpe: “Hay un video suyo muy cortito en redes que dice que las luchas solo terminan cuando uno se da por vencido. Además, predicaba con el ejemplo, mostraba que lo que hacía era real. Durante sus años de presidente siempre fue él, cultivó su chacra, con sus animales y su perra Manuela. Todo ese mensaje es muy potente y llegaba”. “Sigamos sembrando”, las despide Azucena, que escuchaba la conversación.
Uruguay estará de luto durante tres días. Se espera que entre la tarde del miércoles y el jueves lleguen los presidentes de la región, muchos de ellos en Pekín, donde participaron de Foro Ministerial China-Celac. En el listado está el brasileño Luiz Inácio Lula da Silva, su gran amigo. Lula visitó a Mujica en su casa en diciembre pasado. El cáncer del expresidente estaba ya muy avanzado y el brasileño sabía que aquello era una despedida. Lo besó en la frente, lo abrazó y le deseó larga vida. “Su vida fue un ejemplo de que la lucha política y la gentileza pueden ir de la mano. La sabiduría de sus palabras formó un verdadero canto de unidad y fraternidad para América Latina”, dijo desde China, antes de volar hacia Montevideo. Se espera también la llegada del colombiano Gustavo Petro y del chileno Gabriel Boric, que intentarán llegar a tiempo desde el Foro. No hubo pésame alguno desde Argentina, donde gobierna el ultraderechista Javier Milei.
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