La elección del cardenal Robert Prevost, un estadounidense con lazos estrechos en Latinoamérica, como el papa León XIV es una bocanada de aire fresco. Una luz de esperanza en un momento en que el mundo vive en turbulencia y en donde los desposeídos, inmigrantes, refugiados, y aquellos que sufren en diferentes continentes, son olvidados, perseguidos y atacados por los poderosos, incluso dentro de las naciones más fuertes del mundo.

Líder de la orden religiosa Agustina, al nuevo Papa se le conoce en Latinoamérica por sus misiones, especialmente en Perú, de donde es ciudadano desde 2015. Esta experiencia y proximidad a las necesidades de pueblos afligidos, pero devotos y abnegados a la Iglesia católica, lo atan al pueblo inmigrante, que podrían ver en él un aliado en su lucha por el reconocimiento, la dignidad y el respeto frente a la actual Administración Trump. Originario de Chicago, el papa León XIV conoce de cerca la dinámica compleja de un país tan diverso como Estados Unidos. Y esta realidad, la de tener un pie en Latinoamérica y el otro en Estados Unidos, es lo que convierte al Pontífice en una llama viva que esperamos emita calor a nuestro movimiento por los derechos de los más necesitados y perseguidos de este país.

Los Ángeles es ejemplo de lo diverso e inmigrante que es Estados Unidos. Como ciudad santuario, el Estado de California ha proclamado su apoyo y compromiso hacia la comunidad inmigrante, que desde enero de este año está siendo perseguida, amenazada, y vilipendiada por la Administración Trump, que tiene como objetivo arrestar, encarcelar y deportar a millones de inmigrantes de piel oscura y negra. Solo porque han inmigrado y vivido en este país de manera irregular como lo han hecho generaciones y generaciones anteriores. Solo en las últimas semanas han llegado a nuestros oídos historias de horror y crueldad que involucran a niños, mujeres y familias enteras sin ningún antecedente penal, y se espera aún más crueldad de aquí en adelante. Desde Pomona, California, hasta Nashville, Tennessee, y Hawai, el acecho y la persecución a los inmigrantes está en su apogeo.

Las medidas antiinmigrantes y de mano dura no son nuevas en Estados Unidos. Pero es la manera cruel, inhumana y sucia que utiliza el aparato de Gobierno de Trump el que ha encendido las alarmas y ha provocado movilizaciones de la sociedad civil, que busca defender a los inmigrantes en este país que ahora es su casa.

El papa Francisco elevó este mensaje de comprensión y aliento a los migrantes y refugiados del mundo desde su inicio como el líder de más de 1.400 millones de fieles católicos. Pero su mensaje tuvo resonancia en otros lugares y con otros pueblos de diversas religiones. Con su constante apelación al amor por el extranjero y el cese al fuego en tantos lugares en conflicto como Gaza y Ucrania, dejó un claro ejemplo de que debemos ser como las olas que chocan contra las rocas y que con el tiempo logran dejar su marca.

El recién electo León XIV saludó a las miles de personas que lo esperaban en la Plaza de San Pedro en latín, italiano y un poco de español. Su breve discurso de presentación traspasó fronteras y marcó lo que podría ser un papado de inclusividad del inmigrante, bondad, y esperanza. El rugido del Papa León XIV se escuchó por primera vez esta semana, pero esperamos que con el tiempo, su oración y diplomacia retumbe por todos los rincones del mundo y en especial en Estados Unidos, en donde los más de 48 millones de inmigrantes y los líderes que han declarado una caza humana puedan escucharlo y detenerse y hacer lo justo, humano, y bondadoso.

Angélica Salas es directora ejecutiva de la Coalición pro Derechos Humanos del Inmigrante (CHIRLA)



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