La historia es de sobra conocida en Roma, pero puede servir para ilustrar de qué manera la elección de un papa africano −que muchos verían como un paso adelante de la Iglesia, un soplo de aire fresco, un golpe definitivo a la carcunda vaticana– puede desembocar en un gran chasco. Sucedió a finales de 2023. El dicasterio vaticano para la doctrina de la fe acababa de publicar la declaración Fiducia supplicans, que permitía la bendición de parejas del mismo sexo, una manera de llevar a la práctica aquella frase del papa Francisco en el avión de regreso de Río de Janeiro: “¿Quién soy yo para juzgar a los gais?”. Pues bien, la Iglesia africana en general entró de inmediato en ignición. Y, en particular, el cardenal Fridolin Besungu Ambongo, de 65 años, fraile capuchino y arzobispo de Kinshasa (República Democrática del Congo).

Ambongo, que estos días suena como uno de los posibles candidatos a convertirse en papa, redactó una carta de protesta de siete folios y, no contento con eso, se plantó en Roma para quejarse ante Jorge Mario Bergoglio. No lo hacía en nombre propio, sino como líder de la revuelta africana contra la declaración del Vaticano. El cardenal Ambongo, un tipo duro, apreciado en África por su oposición frontal a la corrupción de los gobiernos y al poder de los señores de la guerra, se negó en redondo a cualquier concesión de la Iglesia ante la homosexualidad. Declaró: “La Iglesia no puede promover una desviación sexual”. Y añadió: “En África no existe la homosexualidad”. Se acabó. Asunto resuelto.

¿Quiere decir esto que los 17 cardenales africanos presentes en el cónclave sumarán sus votos automáticamente para que salga un candidato conservador? Afortunadamente, las cosas casi nunca son tan fáciles en el Vaticano. Por un lado, el sector conservador sopesa la posibilidad de jugar esa carta, que tiene el inconveniente de la extrema intransigencia del episcopado africano con los temas de la moral, pero, por otra parte, también sus ventajas.

Un papa negro sería visto como un salto adelante, una señal de apertura, una muestra de audacia. Aunque, bien mirado, las dosis de audacia vaticana ya se gastaron en 2013 eligiendo a Bergoglio y prácticamente la mayoría prefiere ahora que las aguas vuelvan a su cauce. Entre los partidarios de esta opción se encuentran los africanos, y por eso se puede dar el caso de que voten a un candidato que, sin ser tan conservador, convenga a sus intereses. Y ahí jugaría su baza el cardenal italiano Pietro Parolin, que sigue en cabeza de las encuestas y que el sector africano conoce bien porque, como secretario de Estado del papa Francisco, abrió la Iglesia a África y también a Asia. Un papa ni de derechas ni de izquierdas, o sea, un papa italiano. Aquí nos encontraríamos otro giro de guion, una muestra más de las complejidades del Vaticano. Esa apertura de Bergoglio, un papa que la derecha llamó progresista, incluso comunista, es la que podría estar abriendo la puerta a un papa africano y, por tanto, muy conservador.

Son las nueve de la mañana y la piazza Navona luce en todo su esplendor, sin apenas turistas, ni retratistas, ni vendedores de artefactos voladores, solo hay curas y monjas jóvenes con una mochila al hombro que se dirigen a la Pontificia Universidad de la Santa Cruz, que pertenece al Opus Dei. En un aula de la primera planta, monseñor Fortunatus Nwachukwu, secretario del dicasterio para la Nueva Evangelización, explica a un pequeño grupo de periodistas la situación de la Iglesia en África. Nwachukwu es nigeriano, tiene 65 años y un currículo de novela de aventuras. Es diplomático del Vaticano, fue el primer jefe de protocolo de origen africano y nuncio en varios países, incluida la Nicaragua de Daniel Ortega. Escuchándolo –y ahí va el último giro de guion–, se puede llegar a la conclusión de que, tal vez porque nunca había habido un cónclave con tantos países representados, muchas de las cábalas se han hecho atendiendo a su procedencia y no a su ideología. Hay un par de frases de Fortunatus Nwachukwu que dan mucho que pensar. Habla de los misioneros, ellos y ellas. “Viajaron en un tiempo en el que viajar significaba no volver, significaba morir. No valoramos suficientemente su sacrificio, y ahora no sabemos qué hacer con el fruto de sus sacrificios. En África hay una explosión de fe”.

Habrá un papa africano. Solo es cuestión de ponerle fecha.



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