El viaje a Valladolid desde Vitoria, que es bastante llevadero, se hizo cuesta arriba a la ida, con la angustia del descenso en todas las gargantas, y cuesta abajo a la vuelta. Los más de mil aficionados vitorianos que acudieron a Zorrilla salieron con una sonrisa de oreja a oreja. A veces, salvarse del descenso casi al final, puede ser más gratificante que una buena temporada. La emoción, el riesgo, la adrenalina desatada. Claro que solo lo resisten los corazones más duros. El desfibrilador es un elemento esencial en jornadas como la del domingo.

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Karl Hein, Tamás Nikitscher, Cenk Özkacar, Antonio Candela (Amath Ndiaye, min. 86), Anuar Tuhami (Adrián Arnu, min. 72), Mario Martín (Ibrahim Alani, min. 45), Adam Aznou, Selim Amallah (Florian Grillitsch, min. 45), Raúl Moro, Xavi Moreno (Iván Sánchez, min. 45) y Juanmi Latasa

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Antonio Sivera, Manu Sánchez, Nahuel Tenaglia, Facundo Garcés, Santiago Mouriño, Ander Guevara, Carlos Vicente, Antonio Blanco (Carlos Benavídez, min. 85), Carles Aleñá (Tomás Conechny, min. 64), Jon Guridi (Joan Jordán, min. 64) y Kike García

Goles
0-1 min. 17: Kike García

Arbitro Isidro Díaz de Mera Escuderos

Tarjetas amarillas
Carlos Vicente (min. 89), Tomás Conechny (min. 92)

El Alavés se apuntó a eso, después de coquetear toda la temporada con la zona de peligro, sin cruzar casi nunca la frontera, pero metiendo la mano entre los barrotes en la jaula del tigre. Le quedaban dos oportunidades, y la de Pucela parecía propicia frente a un rival ya descendido y con su presidente, Ronaldo Nazario, a la fuga, o mejor, en Ímola viendo la Fórmula 1 y sus futbolistas huérfanos, con el único interés de dar una última alegría a los suyos, que esta temporada han sido escasas.

Pero el equipo vitoriano estaba a lo que estaba, sin ganas de hacer amigos y de quedar bien con sus rivales, así que se puso a la faena desde el inicio, intentando acosas con sus escasas armas, la vulnerabilidad vallisoletana. Se acercó varias veces a la portería de Hein, hasta que en el minuto 17, Tenaglia ingresó en el área y Ozkacar le derribó. Kike García, el hombre más resolutivo del Alavés cogió la pelota entre sus manos, la colocó en el punto fatídico y puso en ventaja a su equipo.

Parecía el comienzo de una fiesta alavesista, que ya empezaba en las gradas, porque el equipo de Coudet dominó la primera parte, se acercó con relativo peligro a la meta contraria, y era bastante más intenso que el Valladolid en las disputas. Pero según iban pasando los minutos, las cosas fueron cambiando, sobre todo en la segunda parte. Al Alavés le empezó a entrar el temor de poder encajar un gol, se fue hacia atrás con el afán de conservar lo que tenía y el Valladolid, sin otra cosa que hacer, liberado de todas las ataduras, comenzó a aproximarse con peligro a la portería de Sivera. Creó un par de ocasiones en las que pudo empatar el partido, y a los vitorianos solo les salvó la pólvora mojada de un equipo descendido ya, que volvió a encajar una derrota para alegría de la grada visitante. El viaje de regreso a Vitoria fue mucho más alegre.



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