El presidente de Estados Unidos, Donald Trump, se ha reunido este miércoles por la mañana con el presidente interino de Siria, Ahmed al Shara, en Riad, capital de Arabia Saudí, en un encuentro que ha durado algo más de media hora y que sella de forma simbólica el retorno de ese país, arrasado por una cruenta guerra de 14 años, al redil de la comunidad internacional. El mandatario estadounidense había avanzado este martes su decisión de aceptar un “saludo” con el líder de Siria, poco antes de efectuar un anuncio sorpresa: el levantamiento de las sanciones de Washington sobre la economía siria.

“Tiene potencial. Es un auténtico líder”, ha dicho después de la reunión Trump, según Reuters, sobre el presidente sirio, por cuya cabeza Washington ofrecía diez millones de dólares hasta el pasado mes de diciembre.

La portavoz de la Casa Blanca, Karoline Leavitt, ha precisado cuál es el primer precio que el mandatario ha pedido a Al Shara por levantar las sanciones y por ese espaldarazo escenificado con el apretón de manos que ha tenido lugar antes de una cumbre entre Estados Unidos y los países del Consejo de Cooperación del Golfo. Ese precio es la paz con Israel. Según la portavoz, el mandatario ha instado al dirigente sirio a sumarse a los Acuerdos de Abraham, los pactos de 2020 por los que otros tres países árabes, Marruecos, Emiratos Árabes Unidos (EAU) y Bahréin, establecieron relaciones diplomáticas con el Estado judío.

Washington aspira también a que Arabia Saudí firme esa normalización, que se consideraba inminente antes de la ofensiva israelí en Gaza en octubre de 2023, y que ahora Riad supedita al establecimiento de una hoja de ruta para un Estado palestino. Trump ha aludido a ese paso, que, según ha dicho, el reino árabe dará “siguiendo sus propios tiempos”.

El republicano ha cumplido su promesa de reunirse con su homólogo sirio antes de abandonar esta tarde Arabia Saudí en dirección a Qatar, segunda etapa de una gira regional de tres días por Oriente Próximo, que, de forma significativa, ha dejado fuera a Israel. El jueves, el presidente viajará a EAU y también ha dejado abierta la posibilidad de una escala final en Turquía, si es que se concreta una reunión entre el presidente ruso, Vladímir Putin, y su homólogo ucranio, Volodímir Zelenski.

Los tres Estados del Golfo incluidos en la agenda de Trump iniciaron hace semanas una carrera por agasajarlo tratando de hablar en el idioma del antiguo magnate inmobiliario. Para ello le ofrecieron contratos por cifras astronómicas cuya realización los expertos han puesto en duda, en un contexto de caída de los precios del petróleo, la materia prima de la que se nutre la opulencia de esos tres países. Riad se adelantó este martes en esa puja por el favor de Washington al anunciar acuerdos por 600.000 millones de dólares en armas y minerales raros.

Un pasado oscuro

La mano del presidente Al Shara, que Trump ha estrechado ante un complacido Mohamed Bin Salmán —el príncipe heredero y hombre fuerte saudí— es también la del líder de Hayat Tahrir al Sham (HTS), una organización que hasta 2016 estuvo afiliada a Al Qaeda con el nombre de Frente Al Nusra. Ese pasado tan oscuro era el motivo fundamental de las reticencias del republicano a reunirse con Al Shara, quien a día de hoy sigue figurando en el elenco de terroristas del Departamento de Estado de EE UU, según publicó este martes el medio estadounidense Axios.

En 2006, el ahora presidente sirio fue incluso capturado por el ejército estadounidense en Irak y pasó cinco años, sin juicio ni cargos, encarcelado en varios centros de detención y tortura de esas tropas. Entre ellos, el de Camp Bucca, y la infausta cárcel de Abu Ghraib, famosa por las torturas a los reclusos.

Según han preguntado al mandatario los periodistas, el antiguo líder salafista podría haberle ofrecido ahora construir una torre Trump en Damasco, la capital siria. El mandatario eludió responder. Luego describió a Al Shara como “un tipo joven y atractivo” y a su pasado como “fuerte”. “Tiene potencial. Es un auténtico líder”, añadió, antes de resumir el encuentro entre ambos con un adjetivo: “Genial”

Quien ha convencido a Trump de correr un velo sobre esta trayectoria que el Al Shara trata de hacer olvidar —ha abandonado las alusiones a un “régimen islámico” en Siria y su nombre de guerra, Abu Mohamed al Julani; también ha recortado su barba y adoptado el traje occidental— han sido dos líderes que el mandatario estadounidense definió este martes como “amigos”: el heredero saudí y Recep Tayyip Erdogan, el presidente turco. Erdogan también ha participado por teléfono en la reunión de Trump con Al Shara. Tanto Riad como Ankara habían presionado a Washington para que levantara las sanciones contra Siria.

La Administración de Trump había mantenido esas restricciones económicas, a pesar del derrocamiento en diciembre del régimen de Bachar el Asad, contra el que iban dirigidas. Tras anunciar su retirada este martes en Riad, un público entre el que se encontraba Bin Salmán ofreció al presidente una ovación en pie.

La última vez que dos mandatarios estadounidense y sirio se reunieron fue hace 25 años, en 2000, cuando Bill Clinton y Hafez el Asad —el padre del derrocado Bachar el Asad— mantuvieron un encuentro. Fue en la ciudad suiza de Ginebra y, precisamente, en el marco de los esfuerzos que resultaron vanos de Washington por sellar la paz entre Siria e Israel.

Un precio alto

La normalización con Israel que Trump ha reclamado a su homólogo sirio no es un precio bajo por sacar a Siria de la lista de países considerados parias. Desde 1967, Israel mantiene ocupados los Altos del Golán sirios, de donde procede precisamente la familia de Al Shara. La población del país árabe es además, en gran parte, antiisraelí, un sentimiento ahora probablemente exacerbado, no solo por la ofensiva de Israel en Gaza, sino por la reciente ocupación de otra porción de territorio sirio por parte de su vecino.

Después de una ofensiva relámpago por parte de una alianza de grupos armados capitaneados por HTS, que derrocaron al dictador Bachar el Asad en 12 días, Israel aprovechó para tomar más territorio sirio, en la zona desmilitarizada aledaña a los Altos del Golán. En esa área, ha levantado al menos siete bases militares, según muestran imágenes por satélite. El Gobierno de Benjamín Netanyahu ha proclamado además su intención de permanecer allí, mientras no deja de bombardear de forma periódica las escasas instalaciones del casi desmantelado ejército de Siria.

El pasado 2 de mayo, Israel llegó a bombardear una zona situada muy cerca del palacio presidencial de Damasco, supuestamente en apoyo de la minoría drusa, una parte de la cual vive también en los Altos del Golán ocupados. Las autoridades israelíes no solo tratan de atraerse el favor de esa comunidad, sino que espolean las divisiones sectarias en un país cuyo rompecabezas étnico y religioso están tratando de recomponer las nuevas autoridades sirias.

La respuesta de Al Shara ha demostrado el gran pragmatismo que se le atribuye. Hasta ahora, ha evitado el más mínimo conato de enfrentamiento bélico con Israel, cuya superioridad militar es aplastante, e incluso restringido al máximo sus declaraciones sobre la agresión israelí. Ahora Trump le reclama, sin embargo, un paso de gigante que su población podría no entender: establecer relaciones diplomáticas con el país que mantiene parte de Siria bajo ocupación.

A Israel le interesa que ese país vecino siga siendo frágil y étnicamente dividido y aspira a contar con aliados internos que ejerzan de quinta columna de sus intereses. De ahí que se haya opuesto al levantamiento de las durísimas sanciones que impiden a Siria acceder al sistema financiero mundial, vetan la inversión extranjera y dificultan la tarea de las organizaciones humanitarias.

Israel pone trabas de esa manera al principal objetivo expresado por el líder sirio: la reconciliación de su país, desgarrado por 14 años de guerra y que deplora al menos 600.000 muertos desde 2011. El segundo objetivo de Al Shara, confirmado como presidente interino para pilotar una transición sin plazos en enero, era y es que se levanten las sanciones para iniciar la tarea titánica de reconstruir su país.





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