Después de un abril pletórico, donde el Espanyol vencía sin parar, el equipo se liberó tras imponerse al Getafe, al punto de que se esparció por Cornellà para alimentarse del cariño de su gente, todos en pie y con el aplauso por bandera, también porque quedaban siete jornadas y estaban seguros de la salvación. Se soñaba, incluso, con Europa cuando durante 10 jornadas se vivió en las catacumbas. La plantilla, entonces, se fio a la identidad forjada por el técnico Manolo González con los canteranos al frente, a las paradas con flash de Joan García, a los goles de Puado y al salto de calidad que habían ofrecido las incorporaciones invernales de Urko González y Roberto. Del futuro negro a resplandeciente, se pensaba. Un error.

Entidad desmadejada porque al presidente Chen no se le ha visto por Barcelona desde el cierre del mercado de 2022, su morrocotuda inversión de unos 200 millones en ocho cursos no se ha visto recompensada en lo económico, toda vez que es sabido que aguarda a una suculenta oferta para vender el club. Los enredos deportivos, sin embargo, se desdibujaron con el toque de corneta del técnico, capaz de contagiar nuevos bríos y ánimos, de situar al equipo en el escaparate. Pero al grupo no le sobra calidad y se ha sumergido en una espiral de cinco derrotas consecutivas que le han llevado de nuevo a la cornisa de las alcantarillas, exigido a vencer al descendido Las Palmas (18.30, Dazn) —siempre y cuando también se imponga el Leganés al Valladolid, otro equipo que ha dado con sus huesos en Segunda— para no regresar a la categoría de plata un año después de ascender. No es, en cualquier caso, la primera vez que el Espanyol afronta un envite tan drástico y los precedentes (2004 y 2006) son halagüeños.

2004. Espanyol, 2 (Tamudo y Lopo) – Murcia, 0.

Después de estar todo el curso en la zona de la quema, el Espanyol, que llegó a contar con nueve puntos de desventaja, alcanzó a la última jornada liguera con la prerrogativa de depender de sí mismo; a pesar de la amenaza del Celta y el Valladolid, le valía con un triunfo ante al Murcia, ya descendido, para mantenerse en Primera. Cantó bingo. “Hablé mucho con los jugadores, sobre sus objetivos y posibilidades, sobre lo que necesitaban para rendir. Hicieron un grupo fantástico de amistad. Eso y futbolistas con la calidad de Tamudo y De la Peña, y con otros talentosos como Hadji y Maxi Rodríguez, hicieron posible la salvación”, recuerda el técnico Luis Fernández, que llegó al banquillo a mitad del curso para dar relevo a Javier Clemente. “Juntamos esas virtudes con los canteranos y nos salimos con la nuestra”, añade Lopo, que marcó el segundo tanto del decisivo duelo; “fue tras un centro medido de De la Peña. Y fue la liberación después de un partido taquicárdico. Recuerdo que ese día no dormimos la siesta de lo tensos que estábamos. Y en el campo se reprodujo porque no entendíamos cómo era posible que el Murcia, ya descendido, corriera tanto. No sé si había maletín, y está claro que en Primera nadie te regala nada, pero nos chocó”. Luis Fernández, sin embargo, no dudó nunca: “Ese equipo estaba preparado para sufrir”.

El primer gol, en el minuto 71, corrió por cuenta de Tamudo, su número 19 en el curso. Y seguro que fueron muchos los aficionados que volvieron a recitar el nombre de Gert jan Goudswaarde, el médico del Glasgow Rangers que impidió, en octubre de 2000, que se consumara el fichaje del ariete al club escocés por una supuesta lesión en una rodilla. Acabado el encuentro, habló el presidente Daniel Sánchez Llibre: “Nunca más, el Espanyol no puede volver a pasar por esta situación nunca más”. Se equivocó.

2006. Espanyol, 1 (Corominas) – Real Sociedad, 0.

Concluido el curso anterior en quinta posición con un fútbol atildado y conquistada la Copa del Rey en la temporada, el Espanyol no estaba preparado para verse en el fango. Pero le quedaba una bola extra para salvarse: le valía con ganar a la Real Sociedad en el último choque, perseguido por el Alavés de Dimitri Piterman, que tenía el golaveraje a favor como ocurre ahora con el Leganés. “Lo peor de esa situación es la espera, afrontar durante la semana la rumorología. Todos ansiábamos que empezara el partido”, cuenta el técnico Miguel Ángel Lotina, que se llevó al equipo concentrado a Peralada unos días para hacer piña y no desviar el foco.

El premio, sin embargo, se hizo esperar de lo lindo, pues el Espanyol estuvo virtualmente descendido durante 13 minutos y no fue hasta el añadido cuando Corominas cazó un balón en el área para sentenciar el duelo y la permanencia. “Fue a la desesperada. La colgó Jarque desde nuestro campo, un globo, Pandiani la peinó, la tocó un defensa y en la segunda jugada, controlé y chuté rápido. No fue un súper tiro, pero cuando no le das perfecto, a veces entra”, recuerda el protagonista. Ese que, cuenta, siempre que le paran por la calle todavía le recuerdan el gol. Antes del tanto, el equipo había firmado tres postes. Gritos sofocados del estadio, repletas las gradas con 48.950 espectadores. “Recuerdo que ante eso pensé que nos íbamos a Segunda”, acepta Lotina. “El gol no llegaba y te vas poniendo nervioso…, pero lo conseguimos”, dice Coro.

Tras el encuentro, Lotina se fue hacia las gradas y lanzó abrazos a todos para después llorar en el banquillo, también con sus jugadores, recordado el abrazo que le dio Zabaleta entre sollozos. “Me llamó mi mujer y me dijo que por qué no nos quedábamos, si no quería pensármelo otra vez”, rememora. Pero la decisión estaba tomada. “Era el momento de irse. Por las dudas en la directiva, que de repente dejaba entrever que me iba a renovar y luego parecía que iba a traer a otro. Eso no era bueno para el vestuario porque no veía que su entrenador tuviera fuerza ni confianza”.

Eso también ocurrió con Manolo González, pues pendió de un hilo su despido ante los malos resultados. Pero la gente está con él y el sprint de abril le dio alas y abrigo. Queda por ver si también le da la salvación. La historia del club está de su parte.



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