Un triunvirato en Quail Hollow. Scottie Scheffler, Rory McIlroy y Bryson DeChambeau aterrizan en el Campeonato de la PGA, segundo grande de la temporada (este jueves de 14.00 a 1.00 en Movistar Golf), en Charlotte, con el subidón de sus recientes victorias. El estadounidense, número uno mundial las 104 últimas semanas seguidas, ha tardado en sumar su primer triunfo del año después del accidente doméstico de las pasadas Navidades, un corte en una mano que alteró su preparación. Pero cuando ha ganado lo ha hecho a lo salvaje, con -31 en el Byron Nelson, 253 golpes, ocho de ventaja sobre el segundo y el registro más bajo en la historia del PGA a 72 hoyos.
Si Scheffler impactó por el cómo, McIlroy hizo historia por el qué, su éxito en el Masters de Augusta con el que rompía una sequía de 11 años en los grandes y entraba en el olimpo junto a Gene Sarazen, Ben Hogan, Gary Player, Jack Nicklaus y Tiger Woods como los únicos golfistas con los cuatro majors, el Grand Slam. Fue Scheffler quien le vistió con la chaqueta verde que desvestía al norirlandés de sus demonios. “Se trataba de derrotar a mi mente. Estoy feliz de que haya terminado y de seguir con mi vida. No quiero volver a vivir nunca más esa tarde de domingo. Notaba sobre mí el peso de la historia. Ahora estoy más relajado”, dijo McIlroy esta semana al pisar Quail Hollow, un campo que le sienta como un guante y donde promedia 69,3 golpes por vuelta (par 71) cuando este trazado ha acogido el torneo Wells Fargo.

Las dos grandes estrellas compartirán las dos primeras jornadas con Xander Schauffele, campeón vigente del PGA, un trío que reúne a los tres primeros en la clasificación mundial pero que rompe la tradición de incluir al defensor actual del US Open, que en esta ocasión es Bryson DeChambeau, en el grupo principal. El jugador de LIV es la tercera pata en la ecuación. Y como Scheffler y McIlroy, el dúo al que todos miran, también él llega con una victoria bajo el brazo, la cita de la Liga saudí en Corea del Sur. DeChambeau fue quinto en el Masters en pugna con McIlroy (de quien dijo que no le habló durante la ronda del domingo) y en Quail Hollow, una tierra propicia para pegadores, anticipa otro duelo de cañoneros. El estadounidense fue el rey de los mamporros con el driver en Augusta (302 metros de media), seguido muy de cerca por el norirlandés (301).
La sede de este PGA espera a los mejores del mundo con la rampa final de los tres últimos hoyos, un tramo conocido como La milla verde: el par cuatro del 16, larguísimo con sus 483 metros de autopista, el par tres del 13, 203 metros coronados con un green en península, y los 451 metros del 18 bajo la amenaza de una ría en el costado izquierdo. Los tres hoyos registran históricamente medias superiores al par.
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Un golfista estadounidense se ha coronado en las nueve pasadas ediciones del PGA. Ningún español lo ha conquistado jamás, el único grande que se resiste. Y en el que menos ha pisado el golf español las alturas. Entre las cinco grandes figuras, Seve, Olazabal, Jiménez, García y Rahm, suman 29 clasificaciones entre los 10 mejores en el Masters; 24 en el Open Británico; 16 en el US Open; y 11 en el PGA. Dos segundos puestos de García, en 1999 y 2008, son el mejor resultado.
El castellonense anda en horas bajas después de un 50º y un 42º puestos en sus dos últimas paradas en LIV, en México y Corea, sus peores resultados en dos años, y tras fallar el corte en el Masters, el 100º grande de su carrera. Rahm colecciona un top ten tras otro en la Liga saudí, ya son 19 en 19 torneos entre el curso pasado y este, y busca su mejor juego.
Eugenio López-Chacarra brilla en un gran momento después de salir de LIV y regresar a la raíz del circuito europeo con el reto de atar la tarjeta del PGA. Al segundo grande de su vida desembarca con la victoria en el Abierto de la India. Y David Puig, otro gran pegador, completa el póquer español de aspirantes. Cuatro frente a la maldición y ante el juego de tronos.
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