La primera vez que subió a un escenario, la pista falló. Sarah Palafox (Lynwood, California, 29 años) tenía lista una canción en inglés, como se esperaba de una niña afroamericana en California. Pero alguien —una madre mexicana en la sala— la miró y le dijo: “Canta una de Selena”. Cerró los ojos, respiró hondo, y comenzó a cantar Como la flor. Y en ese momento, sin saberlo, dejó de huir.

Palafox, también conocida como Sarah La Morena, es afroamericana de nacimiento, mexicana por destino y cantante por elección. Fue adoptada cuando tenía un mes por una pareja originaria de La Blanca, Zacatecas, que le enseñó el español con canciones rancheras. Creció en un hogar rodeada de amor, pero fuera de él, la identidad era un combate diario. “¿Por qué no me hiciste mexicana, Diosito?”, preguntaba de niña en inglés.

La han acusado de no ser lo que dice ser. “No eres afroamericana”, “no eres mexicana”. Sus respuestas han sido las canciones. Ahora canta con la voz rasgada y desobediente. Con la furia de quien ya no pide permiso. En una entrevista con EL PAÍS, habla sobre su tema más reciente, Mugroso mantenido, que lanzó sin disquera ni respaldo. Es una carta abierta a un ex que la dejó criando sola a sus hijos. Pero ella no menciona nombres.

Pregunta. ¿Qué historia hay detrás del nombre artístico Sarah la Morena?

Respuesta. Empecé a usarlo en 2019, pero la semilla se plantó años antes. En 2014 me uní a un grupo versátil (Grupo Mezclado) donde tocábamos música para bodas y eventos. Pero todo cambió cuando fui a concursar al programa Tengo Talento, Mucho talento. Ahí, muchos productores me empezaron a decir cosas como: “La gente no te va a aceptar”, “no te ves mexicana”, “no das el perfil”. Me llenaron la cabeza de inseguridades. El ambiente era muy tóxico. Fue entonces cuando pensé: “Si voy a seguir en la música, necesito que la gente sepa quién soy por completo. Que soy morena. Que también me identifico como afroamericana”. Ahí fue cuando decidí ponerme Sarah la Morena.

P. ¿Cree que su visibilidad artística y mediática contribuye a reconfigurar las formas tradicionales en que se representa a la mujer afrolatinoamericana?

R. Sí, definitivamente. Y no lo digo solo por lo que yo creo, sino porque me lo han dicho. Me llegan mensajes que leo con atención, y por eso sigo aquí, porque sé que hay muchas mujeres que se sienten reflejadas en mí. El otro día vi un comentario en uno de mis videos de una mujer morena mexicana que decía: “OMG, esto sanó el corazón de mi niña interior.” Ese tipo de cosas me llegan al alma, porque yo también sentí eso de niña. Sentía que nadie me entendía, que estaba sola en mi experiencia, que no había un lugar para mí.

Sarah Palafox cuando era una bebé junto a su madre Patricia.

P. Ha recibido ataques en redes sociales por parte de mexicanos, que cuestionan su origen, y de afroamericanos, que critican su identidad mexicana. ¿Cómo les hace frente?

R. La verdad, todavía es difícil. A veces duele, a veces da coraje. Lo que me sostiene es saber que hay personas que, al conocer mi historia, han cambiado su forma de pensar. Y eso es lo que me motiva a seguir: abrir corazones, cambiar mentalidades poco a poco. Porque muchas veces la gente ni siquiera sabe por qué odia, solo repite lo que le inculcaron. Eso pasa del lado mexicano, pero también del lado afroamericano. Hay morenos que dicen: “¿Para qué te juntas con mexicanos? Si ellos nos odian”. Y es lo mismo, ideas que se heredan sin cuestionar, sin entender.

Por eso comparto mi historia en redes. Para que la gente vea que este tipo de discriminación todavía existe. Porque quienes viven en lugares muy diversos, como en partes de Los Ángeles, a veces creen que ya no hay racismo, que los morenos exageramos. Pero el mundo no es una burbuja. Esto sigue pasando, y hay que hablarlo.

P. ¿Qué papel puede jugar la música para unir a las comunidades afroamericanas y latinas, que a menudo son divididas políticamente?

R. La música tiene un poder enorme para unirnos. Me acuerdo cuando entré al Grupo Mezclado, y veía cómo, apenas empezábamos a tocar, la gente —chinos, morenos, mexicanos— todos bailaban juntos, todos se divertían sin importar de dónde venían. Ahí entendí que la música rompe barreras. No pregunta tu raza ni tu historia. Simplemente conecta.

Sarah le da un beso a su padre, Fidel Palafox, en una fotografía del archivo familiar sin datar.

P. Su nuevo sencillo, Mugroso Mantenido, tiene una carga muy fuerte de crítica y empoderamiento. ¿Cuál es la inspiración detrás de esta canción?

R. Fue mi historia personal. Mi exesposo embarazó a otra mujer, y Mugroso Mantenido nació de todo ese dolor, del coraje, pero también de la necesidad de usar mi voz.

P. ¿Qué desafíos ha enfrentado al asumir la producción independiente de su música?

R. Después de tocar muchas puertas, firmé con mi primera disquera. Fue cuando empecé a cantar de forma más profesional: sacábamos canciones, grabábamos videos… pero, desafortunadamente, las cosas con la disquera terminaron mal. Mugroso Mantenido fue una canción que yo misma les presenté, pero no la quisieron. No creyeron en ella. Cuando después explotó en redes sociales, yo solo pensé: “¡Claro que sí!” Porque era real, porque venía desde adentro. Y ahí confirmé que, aunque muchas veces no crean en ti, si tú crees en tu historia, vas a llegar.

P. ¿Cómo recibe la reacción del público latino frente a un tema que confronta el machismo con humor e ironía?

R. Siempre he escrito mis propias canciones, pero cuando estaba con la disquera, ellos preferían enfocarse en hacer covers. Pero yo sentía la necesidad de desarrollarme como artista y mostrar mi verdadera esencia. Con Mugroso Mantenido he recibido muchas comparaciones con la música de Paquita la del Barrio, y la verdad es que admiro mucho su trabajo. Incluso hice un cover de Rata de dos patas.

R. En un contexto político donde narrativas como las de Donald Trump criminalizan a la comunidad latina, ¿cómo vive esa tensión siendo una cantante afroamericana que celebra lo mexicano?

R. Trato de usar mi voz por la gente que no puede y por quienes tienen miedo. Es muy difícil, porque hay tantas personas con odio en la cabeza… y ahora, con este señor [Donald Trump] en el poder, mucha gente se siente con el “permiso” de ser abiertamente racista, de decir lo que antes se callaban. A veces me pregunto qué más puedo hacer, si estoy haciendo lo suficiente.

P. Si pudiera hablarle a una niña afrolatina que crece en Estados Unidos sintiéndose fuera de lugar, ¿qué le diría?

R. Le diría que es perfecta tal como es. Que donde ella se sienta feliz, ahí pertenece, y que nadie tiene derecho a decirle lo contrario. Que su identidad es válida, y que no importa de dónde venga o cómo se vea. Tiene el derecho de abrazar todas las partes de su ser, porque todo lo que tiene dentro es valioso. Yo lo aprendí con los años, y quiero que ella lo sepa desde ahora.



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