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“Miro la vida como si fuera una serie. 2024 ha sido el del desarrollo del personaje y este año es para mí el evento canónico. Música para muñecas (Subterfuge) es un proyecto en el que he intentado pulir al máximo mi sonido”, dice Samantha Hudson (Madrid, 25 años) segundos después de bajar de un taxi armada con un Red Bull Zero y su afiladísima lengua. Recorre España con una gira que comparte nombre y voluntad con su tercer álbum: defender la disidencia. Y bailar, claro.

“Narra las experiencias de una disidente de género persiguiendo sus sueños en la gran ciudad”, reza la nota de prensa del disco. Parece una serie de Los Javis.

Vestido de EVADE y anillo en forma de flor de ALEX SOBRÓN.

Mi vida ha estado revestida de un surrealismo cinematográfico. El álbum cuenta mis experiencias sin una voz narradora. Abordo problemáticas que atraviesan la experiencia de quien persigue sus sueños en una gran ciudad, aunque concretamente, la de una persona disidente de género. Hay una canción que se llama Disforia y otra que se llama Esta ciudad, que habla de todas esas promesas que te hacen al llegar a la gran urbe, que coge todos tus sueños, los pone en un pedestal y luego te empuja, te mastica y te escupe. Hay mucho del síndrome del impostor e incluso un poco de existencialismo en cada uno de los temas. Mi anterior álbum, AOVE Black Label, era la fiesta y Música para muñecas es la resaca.

Vestido blanco con flecos negros en la parte posterior de JEAN PAUL GAULTIER y sus propias sandalias.

Tras la resaca… ¿Llega la calma o una nueva fiesta?

Mi intención es pasar la bajona, ser consciente de ella y disfrutar de cada una de las experiencias que me vaya a proporcionar.

En tiempos convulsos hay quien hace música para evadirse. Este disco alza la voz para apoyar y proteger al colectivo trans, que está tan en el punto de mira.

Más que una intención buscada es una necesidad, algo que no puedo evitar. Al final, cada artista habla de las experiencias que le atraviesan, de las cosas que son importantes y de las reflexiones que le han suscitado. Por supuesto, mi propuesta musical va a estar repleta de todas esas conveniencias. Aunque quisiera hacer el pop más comercial, jamás voy a ser Aitana, básicamente porque entre las piernas tengo lo que tengo. No dejo de ser una persona trans, una persona no binaria que está sacando adelante su movida en esta industria tan inclemente. He intentado que fuera un diario personal en el que puedan ver reflejadas todas esas dolls [muñecas] que hay que proteger, ahora más que nunca, y lanzar el mensaje de que no estamos solas. Rara vez tienen las tropelías a las que nos enfrentamos algo que ver con nosotras.

¿Qué mensaje, sin estribillos, le daría a quienes quieren “acabar” con las muñecas?

Que me chupen el pie. Hay gente perversa y maligna que disfruta generando relatos maquiavélicos que difunde de manera consciente, como parte de una estrategia para sacar adelante sus políticas reaccionarias basadas en el odio, la manipulación y el control. Pero también hay un gran porcentaje de la población que ha comprado esos discursos y es ahí donde hay que poner el foco. Recuperar a esa muchedumbre que tenía dudas y que se ha inclinado hacia un lado que a lo mejor no es consciente de que va a jugar en su contra también. Por supuesto, esto no se termina con lo trans: si limitas tanto lo que es un hombre o una mujer de verdad, seguramente se queden fuera la mayoría de personas. Abogar por los derechos humanos es también abogar por las libertades personales de cada una. Esta oleada masiva de odio desmesurado que estamos viviendo ha empezado con nosotras, pero continuará con las mujeres racializadas, las precarias, las discapacitadas y así hasta acabar con toda la disidencia.

Considera que el término muñecas es una buena metáfora de la identidad trans.

Es una etiqueta controvertida, porque después de tanta trayectoria feminista en contra de los estereotipos de género, parece que la muñeca es la representación de esa feminidad impuesta. Pero me gusta el término no solo porque es como se llaman entre ellas las mujeres trans de los países de habla inglesa, sino porque es igual de antiguo y diverso que la humanidad. Las hay de trapo, de tamaño real, de segunda mano, nuevas, más raras, canónicas…

Samantha Hudson lleva top de ERAX, gafas de sol de DOLCE & GABBANA y pendientes de la colección H&M STUDIO RESORT.

¿Cómo logra seguir siendo un icono underground tras pasar por MasterChef Celebrity?

Desde que nací vivo en el perineo constante del género y de las ideas. Soy una embajadora del underground en el mainstream y soy una embajadora del mainstream en el underground. La vida es muy seria, pero también muy absurda. Lo natural es entender que no somos una sola cosa y que la única naturaleza que tenemos es el cambio constante.

¿Le produce angustia tener que ser siempre la más lista de la sala, la que tiene el discurso más contundente?

Hablaría en términos de responsabilidad. Intento exprimir al máximo mis apariciones en los medios y trasladar un punto de vista que no esté teniendo la suficiente representación y una visión lo más crítica posible de la vida. No siempre lo logro. Si estoy en una mesa sobre género puedo explayarme, pero si estoy en Pasapalabra no voy a hablar de Judith Butler.

¿Cuál es el mensaje que querría mandar hoy?

Protect the dolls. Que la gente apoye al colectivo y ponga una trans en su vida. 

Gabardina larga de THE FRANKIE SHOP.

Créditos

Estilismo: Paula Delgado.

Maquillaje y peluquería: Brays García.

Producción:  Cristina Serrano.

Asistente de fotografía: Edu Orozco.

Asistente de producción: Marina Marco.

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