Rusia y Ucrania se sentaron a negociar cara a cara por primera vez en más de tres años en una cita que había centrado los ojos del mundo en Estambul, pero que no cumplió con las expectativas que había levantado. Con todo, a tenor de las discusiones sobre el formato y la composición de las delegaciones, el cruce de acusaciones e insultos y la acrimonia entre las partes que caracterizaron la jornada del jueves —en la que rusos y ucranios no llegaron siquiera a encontrarse—, el que este viernes hayan sido capaces de llegar a algunos compromisos, si bien menores de lo esperado, supone un ligero avance.

Los equipos negociadores, bajo la mediación de Turquía y tras una mañana de contactos a varias bandas en los que también participaron representantes de Estados Unidos, Francia, Reino Unido y Alemania, pactaron un intercambio de 2.000 prisioneros de guerra —1.000 por cada bando, el de mayor envergadura hasta la fecha— y se emplazaron a continuar negociando sobre un alto el fuego, la principal prioridad para Kiev en un momento en que las tropas rusas siguen avanzando sobre el terreno.

“El mandato que se nos había dado era, primero, negociar el alto el fuego; segundo, la cuestión humanitaria y el intercambio [de prisioneros] y tercero, un eventual encuentro a nivel de líderes”, afirmó el ministro de Defensa ucranio, Rustem Umerov, al término de los contactos. “Como resultado hemos acordado el intercambio de 1.000 personas por otras 1.000”, explicó y añadió que ya se ha cerrado una fecha para ello “en un futuro próximo”, pero que este dato no se hará público.

Los intercambios de prisioneros y fallecidos son uno de los pocos puntos de contacto entre ambos países que funcionan relativamente. Este viernes se produjo un nuevo intercambio: los restos mortales de 909 militares fueron devueltos a Ucrania, según el cuartel general ucranio para la coordinación de los prisioneros de guerra, y Rusia recibió los cuerpos de 34 combatientes, según anunció el comité de la Duma Estatal rusa para asuntos militares.

“Hoy ha sido un día importante para la paz mundial”, se felicitó el ministro turco de Exteriores, Hakan Fidan, que ejerció de anfitrión de las negociaciones y que, del mismo modo que la Administración Trump, está deseoso de anotarse un tanto diplomático rebajando las tensiones entre Moscú y Kiev (Ankara mantiene estrechas relaciones políticas y comerciales con ambas capitales). Además del intercambio de presos, Fidan explicó que las partes han pactado “compartir por escrito las condiciones que permitirían alcanzar un alto el fuego” y “volver a reunirse”.

Sigue habiendo dudas sobre la sinceridad de Rusia y su compromiso con las negociaciones. El encuentro fue convocado por el presidente Vladímir Putin quien, sin embargo, despachó a Estambul a una delegación de negociadores de segunda fila, encabezada por su asesor y exministro de Cultura Vladímir Medinski. Un bajo nivel que enervó a los ucranios y a sus socios occidentales, ya que la delegación que partió de Kiev estaba liderada por su presidente, Volodímir Zelenski, y los ministros de Defensa y Exteriores, así como altos cargos de las Fuerzas Armadas y los directores de los varios servicios de inteligencia. También Turquía y Estados Unidos estuvieron representados a nivel ministerial y con altos cargos políticos y de inteligencia.

Ganar tiempo

Al concluir la reunión de Estambul, el jefe de la comitiva rusa enfatizó que su equipo “está satisfecho con los resultados de las negociaciones”. “Acordamos que cada parte presentará su visión de un posible futuro alto el fuego y la escribirá en detalle”, añadió Medinski en una breve intervención. Apenas 24 horas antes, el ministro de Exteriores ruso, Serguéi Lavrov, había reiterado que no contempla un alto el fuego porque, según Moscú, permitiría reforzarse a Ucrania. Esto hace temer que Rusia siga el libreto de otras negociaciones pasadas con las que logró su objetivo: ganar tiempo a base de promesas rotas posteriormente por sus cañones.

La perspectiva de que Putin acceda a una tregua es, cuanto menos, incierta. El dirigente ruso cree tener el tiempo y la iniciativa de su lado en el campo de batalla. Según dijo una fuente de la diplomacia ucrania a la agencia Reuters, el equipo negociador ruso volvió a sacarse de la chistera una de sus exigencias de máximos de este último año para valorar una hipotética tregua: a cambio del alto el fuego Ucrania debería retirar sus tropas del territorio que todavía controla en las cuatro provincias que Rusia intenta conquistar (Donetsk, Lugansk, Jersón y Zaporiyia).

La parte rusa ha insistido en tomar como base de las negociaciones lo pactado en Estambul en 2022, cuando Kiev ofreció su renuncia a entrar en la OTAN a cambio de garantías de seguridad y Moscú buscaba desarmar completamente a Ucrania, así como la península de Crimea y las provincias de Donetsk y Lugansk (ocupadas por milicias prorrusas desde 2014), a las que ahora pretende añadir otras dos de las que sus tropas mantiene el control de aproximadamente de la mitad del territorio. Sin embargo, los enviados ucranios a Turquía han dejado claro que las circunstancias han cambiado y que las negociaciones se deben producir sobre nuevas bases.

Respecto a la proposición ucrania de un encuentro bilateral entre sus presidentes para negociar la paz, el líder de los negociadores rusos respondió con una vaguedad. “La parte rusa toma nota de esto”, se limitó a decir Medinski sobre un encuentro que Putin rehúye. Para el mandatario ruso, sería un fracaso negociar cara a cara con un político al que considera un mero “actor”, y que, en los últimos días, miembros de su Gobierno han tildado de “payaso” y “fracasado”. En cambio, ha dado señales de que sí accedería a un cara a cara con su homólogo estadounidense, Donald Trump, si bien el portavoz del Kremlin, Dmitri Peskov, matizó que no será pronto: “Una cumbre siempre está precedida de negociaciones de expertos, consultas y una preparación larga e intensa, especialmente si hablamos de una cumbre entre el presidente de la Federación de Rusia y los Estados Unidos de América”.



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