Real Sociedad y Athletic se marcharon sin marcar de un duelo de rivalidad descafeinado ya desde las jornadas previas. El resultado reproduce lo que sucedió en el césped. Nadie mereció más de lo que se llevó, porque el fútbol fue plano y las oportunidades, muy escasas. La Real no cumplió su objetivo de llevarse los tres puntos para seguir soñando con Europa, y los rojiblancos se quedaron también a medias, pensando en el improbable milagro ante el United en la vuelta de semifinales de la Liga Europa.

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Álex Remiro, Nayef Aguerd, Jon Martín, Hamari Traoré (Jon Aramburu, min. 73), Aihen Muñoz, Pablo Marín, Sergio Gómez (Ander Barrenetxea, min. 61), Takefusa Kubo (Sheraldo Becker, min. 81), Martín Zubimendi, Brais Méndez (Luka Sucic, min. 61) y Mikel Oyarzabal

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Unai Simón, Andoni Gorosabel, Dani Vivian, Aitor Paredes, Íñigo Lekue, Beñat Prados (Mikel Vesga, min. 73), Unai Gómez (Adama Boiro, min. 81), Íñigo Ruíz de Galarreta (Mikel Jauregizar, min. 61), Alex Berenguer, Iñaki Williams (Álvaro Djaló, min. 61) y Gorka Guruzeta (Maroan Sannadi, min. 61)

Arbitro César Soto Grado

Tarjetas amarillas
Berenguer (min. 43), Pablo Marín (min. 57), Gorosabel (min. 77)

Los derbis vascos sugieren tensión alta, garras afiladas y electricidad en el ambiente. Hablan de rivalidad y casi siempre igualdad, con independencia de la situación de un equipo u otro, aunque hay veces que alguno se sale del guion y para gozo de los suyos y pesar de sus rivales, revienta el partido. Pero a veces impera el respeto mutuo, excesivo en ocasiones, como si no quisieran hacerse daño los actores y todas las acciones fueran asaltos de pressing catch, donde a pesar de los tortazos nadie sale herido porque se trata de una representación.

Entre la Real Sociedad y el Athletic sucedió algo parecido en la primera parte. Después de los ardores iniciales, sobre todo de los donostiarras, que salieron a morder, la llama se apagó enseguida. Los primeros destellos fugaces no tuvieron continuación.

Como si estuvieran atacados por la astenia primaveral, los futbolistas de los dos equipos correteaban sin encontrar sentido a su juego. En medio campo se neutralizaban Zubimendi y Galarreta, y mientras, por las bandas, Take Kubo y Williams no parecían tener su mejor noche. Más comprensible la actuación del Athletic, diezmado en su alineación por las reservas que se toma Valverde en una cita entre dos compromisos europeos, la Real, que apura sus opciones para entrar en Europa, no encontraba la manera de atacar a un rival muy bien ordenado. Los despistes, las impresiones y los errores de cálculo se sucedían, aunque nunca en defensa, que suelen ser los más divertidos para el espectador neutral o el del equipo que recibe el regalo, claro. No hubo nada de eso, solo tedio y apenas llegadas a las áreas. De hecho, el primer disparo que buscaba la portería, pero no la encontró ni de cerca, llegó en el minuto 39, en un contragolpe que culminó Sergio Gómez. Fue la primera sensación de peligro que generó la Real, inmediatamente después de una llegada del Athletic que Remiro neutralizó con los puños.

Se animó algo el comienzo de la segunda parte. Jugaban los dos equipos con más brío y comenzaron a acercarse al área contraria… Primero fue la Real quien ensayó sobre la portería rojiblanca, con un disparo de Kubo que Unai Simón, sin demasiado esfuerzo, desvió a córner; poco después, un lanzamiento de Berenguer lo detuvo Remiro sin dificultad. Andaban los equipos parejos en todo, aunque un error de Galarreta en un pase se convirtió en una ocasión realista que nadie entre los delanteros donostiarras supo concretar.

La mejor ocasión de la templada noche donostiarra llegó a balón parado, cuando un saque de esquina bien tocado por Sergio Gómez lo remató de cabeza Brais Méndez para que Unai Simón hiciera la mejor parada del partido. Después llegaron los cambios. Valverde puso en el campo a Jauregizar para reemplazar a un agotado Ruiz de Galarreta, y a Maroan, en un intento de pescar en los caladeros cercanos al área.

Sin embargo, aunque las buenas intenciones duraron algo más que en la primera parte, enseguida volvió el partido al ralentí con el que se había jugado la primera, y además con las fuerzas mucho más justas, así que las imprecisiones se sucedieron.

Quiso la Real empujar más en los minutos finales, en un ataque de orgullo, más que de talento, y apretó lo que pudo, aunque el Athletic se defendió para evitar males mayores. Trataba de calmar los ánimos exaltados de los donostiarras. Lo hizo con solvencia, sin permitir alegrías a los delanteros locales, que, como casi todos los aficionados de ambos equipos, acabaron frustrados después de un mal partido, aunque para el Athletic siempre quedará el haber rascado un punto en campo del eterno rival.



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