Remontar un 0-1 esta noche (21.00, Movistar) en el Parque de los Príncipes frente al equipo más pujante de Europa por intensidad de presión y ritmo de balón es la meta del Arsenal de Mikel Arteta, y el mayor obstáculo en el camino se llama Khvicha Kvaratskhelia, alias Kvaradona. Lo advierten los analistas del consejo deportivo del Arsenal y lo reconoce el cuerpo técnico, con el entrenador español a la cabeza. La capacidad de desborde que exhibió el atacante georgiano en el partido de ida fue de tal magnitud que obligó a Arteta a escorar a sus defensas y a sus centrocampistas hacia su mitad derecha del campo, en un esfuerzo colectivo que descompensó al equipo de tal modo que el PSG logró encontrar espacios para controlar el balón en la otra banda o en zonas interiores sin que a sus futbolistas les inquietara demasiado la atmósfera hostil de las gradas de Londres. Los que sufrieron fueron los de casa. “Nunca he tenido que trabajar tanto tácticamente en un partido de Premier”, dijo Declan Rice tras el maratón.

El espectáculo no fue del todo una sorpresa para Josh Kroenke, el presidente y propietario del Arsenal, por más que vinieran de eliminar al Real Madrid de Vinicius por un global de 5-1 en cuartos. Lo cuenta una persona que trabaja entre Londres y Denver, sede de la empresa matriz de la familia Kroenke: “Los dueños en Estados Unidos se preguntaban: ‘¿Cómo es posible que la plantilla del actual campeón después de fichar al mejor jugador del mundo nos vaya a dar menos problemas que el PSG?’. La respuesta de todos los técnicos del club fue unánime: porque el Madrid tiene a Courtois, el mejor portero del mundo, y a Mbappé, el mejor definidor del mundo, pero en la fase del juego que determina el salto al peligro el Madrid respecto al PSG es inferior. Hoy por hoy, el PSG tiene el mejor centro del campo desde el Barça de Guardiola y el City de Guardiola”.

Arteta lo reconoció a los dirigentes del Arsenal: “El Madrid juega sin extremo derecho”. Frenar al Madrid fue un trabajo relativamente sencillo. Bastó, según los técnicos, con saber que la estrategia del club colocaba a Vinicius como alfa y omega del juego de ataque, de forma que la inmensa mayoría de las acciones se encauzan hacia la izquierda. En un alarde de astucia, Arteta concibió un plan que denominaron como “el embudo”. Consistió en montar un bloque medio-bajo cada vez que el Madrid se hacía con el balón en el mediocampo, y cerrando líneas de pase hacia la derecha donde estaba Rodrygo, o hacia el medio, donde se movían Bellingham y Mbappé, invitar a que el ataque fluyera hacia la izquierda, donde esperaba Vinicius. “Fue”, a decir de un asesor del Arsenal, “como ponerle lubricante a los cojinetes del monopatín”.

Arteta informó al club de que Martinelli, Sterling, Trossard y Sterling, todos extremos en su nómina, están por debajo del nivel de Mbappé y en igualdad de condiciones que Rodrygo, pero creían que podrían superar en el uno contra uno a Vinicius. El vasco y sus ayudantes se convencieron de que Jurrien Timber, el lateral derecho, central de origen, en un momento espléndido de forma física, se bastaría solo para marcar al brasileño, que no tendría más remedio que colgar centros. Con los jugadores —un centrocampista y un central— que se ahorró en ayudas a Timber, Arteta pobló el área para prepararse frente a la lluvia de centros. El plan salió tan bien que resultó hasta plácido: el Arsenal venía de imponerse 3-0 en Londres y apenas sufrió tres disparos a puerta, incluido el gol de Vinicius, consecuencia de una entrega —un lapsus— de Saliba. Según Opta, Vinicius tocó 63 balones, perdió 26, y centró 11 veces. El caudal resultó impresionante comparado con los 45 toques de Kvaratskhelia en el Emirates. El extremo del PSG hizo menos cosas con la pelota en los pies porque Arteta, prevenido, desarrolló un plan de ayudas para evitar que driblara a Timber. En auxilio del lateral, atormentado por la habilidad acrobática de su oponente, acudieron Rice y Saliba. A cambio, despoblaron el eje del campo, en donde Merino, Odegaard y los extremos se vieron obligados a multiplicar esfuerzos para cubrir más espacios frente a un PSG que gozó de superioridad numérica con Dembélé, Vitinha, Neves y Fabián.

“Kvara solo tiene 24 años pero posee una experiencia muy grande”, observó Luis Enrique este martes. “Su calidad con el balón es impresionante pero lo que hace sin el balón es igualmente importante para mí. Nos está ayudando muchísimo”.

A sus 24 años, después de curtirse en el Nápoles, donde ganó el scudetto, Kvaratskhelia se encuentra en ebullición. Sus críticos le han acusado de alternar periodos de frialdad con episodios de narcisismo, manifiestos en su inclinación morbosa por recrearse en gestos técnicos de carácter ornamental. Desde que aterrizó en París, sin embargo, Luis Enrique le ha persuadido de que para ser el mejor futbolista de Europa —él se lo cree— tiene que ser efectivo desde la practicidad. El hombre juega arrebatado y en su lucidez es capaz de jugar con criterio en el mediocampo lo mismo que arrancarse con fintas que no se le han visto ni a Messi, como aquella pisada en la que utilizó la pelota como punto de apoyo para cambiar el centro de gravedad y engañar a los defensas en el gol que le metió al Aston Villa.

El sobresalto que causó en Timber, a quien desbordó en el minuto cuatro antes de asistir a Dembélé para el 0-1, fue notable. Los dirigentes del Arsenal están seguros de que el árbitro debió pitar penalti de Timber en una acción posterior. Arteta se pasó el partido pidiéndole al lateral que retrocediera hasta meterse en el área si era preciso, a la espera de las ayudas. Le sustituyó en la reanudación para que White le hiciera el relevo, pero el desajuste táctico general ya era irreparable. Timber, ajacied de formación, reconoció en el vestuario que comparado con el partido contra el PSG, el partido contra el Madrid fue como cuando lo subieron a la primera plantilla y hacían ensayos generales contra el filial del Ajax.

“Estamos en París para hacer historia”, dijo Arteta ayer. “El 0-1 de la ida nos da mucha claridad sobre lo que tenemos que hacer. Aprendimos muchas cosas”.

El Arsenal aprendió de un viaje extremo. Del paraíso de Vinicius al infierno de Kvaradona.



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