Juan Antonio Muriel lleva seis años sin poder ofrecer conciertos, una eternidad para un músico que no ha parado de actuar desde mediados de los años setenta. Su último recital fue en diciembre de 2018 en Libertad 8, templo cantautoril de Madrid. Desde entonces, nada. Se lo impide una esofagitis, que le obliga a hablar con este periódico, en conversación telefónica, en un tono bajito. A pesar del contratiempo, el sentido del humor del malagueño aflora con asiduidad: “Le voy a enviar a Joaquín unas pastillas de vitaminas, para que aguante y siga cantando Princesa, que a mí me viene bien económicamente”. El Joaquín al que se refiere es Sabina, y el asunto de los dineros tiene que ver con que cada vez que el jienense interpreta ese clásico del pop español, Muriel factura por derechos de autor.

Sabina (Úbeda, Jaén, 76 años) es el autor de la letra y Muriel (Málaga, 75 años) es el compositor de la música de Princesa, estandarte del repertorio sabinero, la canción que más veces ha tocado en concierto y con la que cierra los conciertos, en una versión rockera, de su actual gira, la que ha prometido que será su retirada de los grandes escenarios. Hola y Adiós, que así se llama la gira, llega el 11 de mayo a Málaga, el 19 a Madrid y el 22 del mismo mes salta a Londres, nada menos que al Royal Albert Hall. Salvo sorpresas, en todos ellos cerrará con Princesa.

La historia de esta canción empezó años antes de que Sabina la incluyera en su quinto disco, Juez y parte (1985), del que se cumplen 40 años de su publicación. Pero el primero que la grabó fue Juan Antonio Muriel, en 1982. “Conocí a Joaquín en Song Parnass, un garito en el mejor sentido del término. Estaba en Lavapiés [Madrid]. Bajabas por una escalera y daba a un sótano. Ahí había una tarima redonda, te alumbraba un foco blanco y no había micrófono. Allí actuábamos y allí conocí a Joaquín”, relata Muriel. El malagueño formó parte de una hornada de cantautores (finales de los setenta y principios de los ochenta) de pelaje folk-pop a la que se subió Sabina. El primer disco de Muriel, Poder andaluz, con la impronta de su tierra, data de 1977, un año antes del debut de Sabina, Inventario (1978). Una noche de 1980, Sabina debutó en Song Parnass. Muriel, que actuaba en ese local desde hacía tiempo, le preguntó a Daniel, el dueño: “¿Quién es ese?”. “Uno nuevo”, le respondió. “Cuando terminó la actuación, Joaquín me vino a felicitar por mi música”, cuenta el malagueño, que tiene cinco discos editados, ha compuesto 140 canciones y siempre ha vivido de la música, sobre todo de las actuaciones.

Desde ese momento se vieron mucho por los bares de la capital, donde residían los dos. La amistad fue estrecha. En 1981 a Muriel le ofrecieron inaugurar un local en Málaga e invitó a Sabina a que le acompañara. A la vuelta, en la casa madrileña del jienense, comenzó la aventura de Princesa. “Me dijo: ‘Juan, deberíamos componer algo juntos’. Y me dio una letra escrita en un papel. Yo me la llevé a casa, la metí en un cajón y me puse a mis cosas. A los dos meses empecé a trabajar con ella y finalmente le puse música. Me gustó, así que le comenté a Joaquín que la iba a empezar a cantar”, cuenta Muriel, que la estrenó en un pub de Torrelavega. “Enseguida vi que era un cañón, que la gente se quedaba con ella”. Cuando la multinacional Columbia le ofreció grabar un disco en 1982, Muriel decidió iniciarlo con Princesa. “Por cierto, al principio Joaquín la tituló Muñeca, pero yo le sugerí que quedaba mejor Princesa”, señala Muriel.

Muchas más sorpresas le esperaban a este clásico. Por ejemplo: que fuera presentado al Festival de Benidorm, en 1982; sí, ese que desde 2022 se llama Benidorm Fest y sirve para designar al representante de España en Eurovisión. Muriel: “Cuando me lo dijo la compañía me llevé un buen rebote. Yo no quería ir. Princesa no necesitaba de ningún festival, funcionaba sin ese trampolín. Pero me dijeron que lo tenía que hacer por contrato”. Quedó en segundo lugar, llevándose la Sirenita de Plata, solo por detrás de Yo pienso en ti, del chileno Fernando Ubiergo, que alcanzó la Sirenita de Oro. Curioso cómo una historia tan truculenta, con una protagonista yonqui que se ve “envuelta en una muerte con asalto a farmacia”, pudo lograr una clasificación tan alta en un festival tan bienintencionado. Muriel se llevó 250.000 pesetas, de 1982, y le dio la mitad a Joaquín. “Legalmente no tenía por qué hacerlo, pero moralmente creo que la mitad era para él”, dice el malagueño. Sabina no ha querido responder a las preguntas de EL PAÍS.

Sabina en un estudio de grabación, en 1988.

Pasados tres años, Sabina decidió grabar Princesa, pero cambiando cuatro partes de su propia letra. El estribillo de la que registró Sabina, la que la mayoría conoce, dice: “Ahora es demasiado tarde, princesa. / Búscate otro perro que te ladre, princesa”. Y la que grabó Muriel, la original que escribió Sabina, cuenta: “Llegas demasiado tarde, princesa. / Y no hay más leña que la que arde, princesa”. Otro cambio. En esta estrofa: “Maldito sea el gurú que levantó entre tú y yo un silencio oscuro. / Del que ya solo sales para decirme: ‘Vale, déjame veinte duros”. La primera, y la que se escucha en el disco de Muriel, dice: “Maldito sea el gurú que levantó entre tú y yo un silencio oscuro. / Del que ya solo sales, señora de mis males, si estás en un apuro”. Y el tercero: “Cuántas veces hubiera dado la vida entera, porque tú me pidieras llevarte el equipaje”, en la versión de Muriel es “cuántas veces me hubiera detenido en la espera de que tú me pidieras llevarte el equipaje”. Y el cuarto: la del 85 dice “cómo no ibas a verte envuelta en una muerte con asalto a farmacia” y la del 82 “cómo ibas a perderte la aventura de una muerte con asalto a farmacia”

Quizá Sabina no confiara mucho al principio en el impacto de Princesa, porque la enterró en Juez y parte en la posición nueve, de 10 canciones que contiene el álbum.

Muriel y Sabina fueron perdiendo el contacto con los años. Cuenta el malagueño que Sabina le dio otra letra, en el local madrileño Elígeme, para que la musicara, pero a Muriel no le sedujo. “Hablaba de unas flores, una maceta y un balcón. Algo así, no recuerdo bien. Le estuve metiendo mano un poco, pero al final le dije que no funcionaba y se la devolví. Creo que fue a partir de ahí cuando nuestra relación se enfrió”. La última vez que se vieron fue en 2007, en la Feria del Libro de Madrid. “Un periodista argentino me dijo que fuera a saludarlo a una caseta donde firmaba libros. Fue un encuentro cordial y breve”.

Sobre la importancia de Princesa en el cancionero de Sabina, Julio Valdeón, autor del libro Sabina. Sol y sombra (Ed. Efe Eme), biografía del cantante, cuenta a este periódico: “Con Princesa, y con el resto de canciones de Juez y parte, Sabina talla su primera obra maestra de principio a fin. Una canción y un disco que rezuman un lirismo sin concesiones. Con unas melodías rotundas, que beben tanto de Bob Dylan como de Jean-Patrick Capdevielle, estamos ante una geografía de la derrota. Un bestiario sentimental, piadoso y crudo, que recoge tanto los claroscuros aprendidos en los textos de Ross Macdonald y Raymond Chandler como los chispazos de un Jules Dassin o un John Huston”. Y, de paso, el cantante fotografía el lado sórdido de una época. “En canciones como Princesa y Ciudadano cero demuestra sus dotes como retratista. Un autor capaz de construir personajes con tres detalles sabiamente elegidos. Princesa no solo retrata a una chica en concreto, sino que opera el raro milagro de que su peripecia sea tan personal como intercambiable, reflejando las caídas de una generación arrasada por la noche y su catálogo de venenos. Es una canción de amor y desamor, una oda sombría, un epitafio y, además, un retrato sin edulcorar de aquella España de los ochenta”, asume Valdeón.

Concierto de Joaquín Sabina el pasado 27 de enero en Ciudad de México, en su gira actual, 'Hola y Adiós'.

Pero, un momento, ¿entonces princesa es una persona real? Fue el libro de Valdeón (editado en 2017) el primero que desveló su identidad. Arianne Sved, nacida en 1963, y que formaba parte del círculo de amigos del grupo de músicos de Sabina. Pancho Varona, que grabó Princesa en Juez y parte y estuvo 40 años con Sabina hasta que este le despidió en 2022, dio más pistas en su serie de vídeos de YouTube Lo que nadie sabe de las canciones que todos sabemos: “Es una amiga nuestra que a pesar de lo que dice la letra tiene un excelente estado de salud y siempre que viene a los conciertos dice: ‘Joe, yo no sé por qué Joaquín exageró tanto. Si yo estoy perfectamente, no era para tanto”.

Princesa es además la composición preferida de Sabina, al que le acaban de conceder la Medalla de Honor de la SGAE, para compartir en el escenario con amigos: la ha interpretado con Leiva, Alejandro Sanz, Andrés Calamaro o Dani Martín. Los Rodríguez realizaron una soberbia versión muy Dead Flowers (clásico de los Rolling Stones) en el disco Tributo a Sabina.

El coautor de Princesa, Juan Antonio Muriel, quiere grabar un nuevo disco, el último. “Tengo las canciones, pero esta esofagitis me impide meterme con él…”. Y confiesa: “Yo estoy de retirada, por la edad y la vida que hemos pasado, que no me la quite nadie. Tanto Joaquín como yo hemos vivido muy bien, lo hemos pasado muy bien… Y ahora que nos hemos quitado del whisky y de todo, lo estamos pasando peor. Al último médico le dije: ‘Mire, yo me estoy quitando de todo y lo estoy pasando peor. No sé si volver a la vida anterior…”. Y se ríe.

Regreso a Londres, donde empezó todo

Joaquín Sabina está afrontado desde enero de 2025 la que ha anunciado como “su gira de despedida”. Este Hola y Adiós termina el 30 de noviembre en Movistar Arena de Madrid, un pabellón donde tocará durante el año hasta en ocho ocasiones, la primera de ellas el 19 de mayo. El 22 de mayo la gira para en Londres, en el Royal Albert Hall. El recital será tremendamente simbólico porque fue en la capital inglesa donde comenzó su carrera el jienense. En 1970 y con 21 años, Sabina aterrizó en Inglaterra. ¿Por qué? Por tres motivos. Primero, porque estuvo involucrado en el lanzamiento de un cóctel molotov a una sucursal bancaria de Granada como protesta al proceso de Burgos contra etarras. Según ha contado el propio autor, “le estaban buscando” después de aquello. Otra razón: que en 10 días se tenía que marchar a la mili. Y la tercera: que se había echado una novia inglesa, Leslie, que conoció en Granada cuando ella realizaba una tesis. Todavía vivía Franco y no era fácil que alguien en la órbita de la policía dejase el país. El cantante lo consiguió gracias a un militante del PCE, que le dio su pasaporte. Sabina pidió asilo político, se lo concedieron y estuvo siete años (regresó en el verano de 1976). En Londres se ganó la vida con trabajos esporádicos y tocando en pubs, sobre todo con clientela española de izquierdas, que apreciaban sus versiones de Víctor Jara o Paco Ibáñez. Se movió casi siempre con otros españoles exiliados. Editó su primer libro de poemas, Memoria del exilio, y la fría Londres resultó un buen caldo de cultivo para las canciones que en 1978 compondrían su primer disco, Inventario. También le sirvió la capital inglesa para conocer a la argentina Lucía Correa, con quien se casó en 1977 y se separó en 1985. 

 





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