Toda familia debe asumir que dar el salto a los parqués con su compañía conlleva perder control y estar sometido al escrutinio del despiadado Gran Hermano de la Bolsa. Hay quien lo afronta con naturalidad y, aunque sigue teniendo la mayoría del capital, se amolda a las exigencias de los parqués –como Inditex– y hay quien se aventura a un pulso con ese concepto tan etéreo que es el mercado. Nick Hayek, CEO del imperio de los relojes Swatch (e hijo de su cofundador), es de estos últimos. Señalado en numerosas ocasiones por su gestión de espaldas a los inversores, esta semana ha conseguido repeler un intento de toma de asientos en su consejo. Mientras, la acción sufre.

La sombra del padre es alargada. Hayek, de 70 años, nació en Argelia, y es el segundo hijo del empresario de origen libanés Nicolas Hayek, conocido como Mr. Swatch. Hayek padre construyó todo un imperio en los 80 gracias a la fusión de SSIH, fabricante de las marcas Omega y Tissot, con Asaug, otra firma mítica de Suiza. La industria relojera del país se veía amenazada por la pujante competencia japonesa, que había inundado el mercado con relojes baratos de cuarzo de marcas como Seiko o Casio. El empresario le dio la vuelta a la situación y con sus emblemáticos y coloridos modelos de plástico acabó construyendo el mayor grupo relojero del mundo.

Hayek junior, sin embargo, no tuvo desde el principio aspiraciones relojeras. El empresario estudió cine en París, donde mantuvo durante cinco años una vida bohemia. Fundó su propia productora y dirigió varias películas. Su mayor éxito fue el largometraje Family Express (1991), protagonizado por Peter Fonda, con el que ganó el premio a la mejor comedia suiza en un festival de cine de humor.

En 1994, comenzó a colaborar con el grupo de su padre, que le solicitó asesoramiento para su estrategia de marketing. Empezó dirigiendo anuncios y, cuatro años después, ya era el presidente. En 2003 cogió el relevo de su padre como máximo ejecutivo. Su hermana, Nayla, es presidenta del consejo desde 2010. Una difícil tarea si se tiene en cuenta que su progenitor fue autor de citas como esta: “Puede usted mandar un burro al Conservatorio de Salzburgo durante años, pero no conseguirá un Mozart. Así, no es a base de másteres en Administración y cursos de marketing que se crea un empresario”.

Desde que accediera al trono, hace ya más de 20 años, el rendimiento de Swatch bajo el mandato del heredero ha sido irregular. La primera década fue relativamente positiva, al menos en términos bursátiles, pero desde que la acción tocó techo en 2014 ha ido para abajo. Una crisis de cotización que se ha agravado en los últimos tiempos, con una caída de más del 20% en los últimos 12 meses. Una de las causas es el declive de su mercado en China, con el consumo del lujo de capa caída. Su beneficio neto cayó un 75% el año pasado.

Un ‘maverick’

Sin embargo, la principal razón, para algunos analistas y algún que otro inversor, se puede encontrar en la dirección. Aunque conocido en su entorno por ser un buen vendedor –“No se compra un reloj para ver la hora, sino porque es bonito: lo compras por su belleza”, afirmaba en 2006 a The Independent cuando se le preguntaba por la amenaza de los teléfonos móviles para su negocio–, el ejecutivo también es famoso por no tener muy en cuenta a los mercados.

Es un maverick, un verso libre del mundo empresarial al que no le gusta ponérselo fácil a los inversores. Según el Financial Times, a Hayek se le puede ver fumando grandes puros en las ruedas de prensa que da la compañía. En varias ocasiones, y para disgusto de los analistas, el grupo ha publicado sus cuentas anuales en un dialecto suizo del alemán, muy poco conocido, y en una letra muy pequeña, para dificultar su lectura.

Los accionistas reprochan a la familia que ejerce demasiado control sobre la empresa –tienen un 25% de las acciones pero un 40% del derecho de voto– y su consejo, lo que impide la entrada de ideas nuevas. Por eso, de hecho, el inversor activista Steven Wood, de la firma GreenWood Investors, ha intentado conseguir un puesto en el consejo esta semana. Sin éxito. En una entrevista con el FT, Wood, que posee un 0,5% de las acciones, afirmó que la compañía estaba gestionada como una empresa familiar, para mayor beneficio de los miembros del clan.

Hayek ha amenazado en varias ocasiones con sacar la compañía de la Bolsa, para librarse de una vez por todas de su escrutinio. Esto perjudicaría su capacidad de financiación, presumiblemente, pero también le daría algo de libertad (si es que la familia la excluye para retomar el control del 100%). Preguntado el año pasado por su difícil relación con la comunidad financiera, respondió que, si a los inversores no les gustaba cómo gestionaban la empresa, que invirtiesen en otro lado. En ello están.

Un empresario de cine

Películas.  Aunque no cosechase grandes éxitos como director o productor –uno de sus cortos consiguió ser presentado en el festival de Cannes–, Hayek sí que ha logrado con los años hacerse un hueco en la industria, aunque sea personal. Es amigo de directores como Spike Lee o Pedro Almodóvar, quien diseñó uno de sus conocidos relojes de plástico.



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