Los goles de McTominay y Lukaku desataron un polvorín en Nápoles, que terminó de explotar cuando el árbitro pitó el final del partido. El cuarto Scudetto era ya una realidad: lo habían ganado en casa, contra el Cagliari, dependiendo de sí mismos y el último día del campeonato, en una temporada inusualmente igualada. La victoria fue épica, disputada hasta el último aliento con el Inter de Milán, el segundo de la lista, que se jugó el título a la misma hora contra el Como en otro partido y que también ganó, pero quedó a tan solo un punto del campeón. Fue también una batalla entre el norte y el sur, mucho menos acostumbrado a los títulos ligueros, dos mundos en un solo país.
La tensión acumulada era inmensa y estalló con un estruendo de fuegos artificiales, petardos, bengalas y acelerones de un enjambre de motocicletas que desataron la locura colectiva. El cielo se volvió rojo por la pirotecnia y la gente se echó a la calle en masa en una ciudad consagrada al fútbol que se transformó en una gran fiesta que durará días.
Con este son ya dos los títulos ligueros que el equipo ha conquistado sin Diego Armando Maradona, artífice, hace décadas, de los dos primeros y segundo patrón de la ciudad, con el permiso de San Gennaro. El sábado centenares de hinchas seguían cantando en los ‘altares’ de la ciudad dedicados al astro argentino que tantas tardes de gloria, nacional e internacional, regaló a la ciudad.
El triunfo trasciende lo futbolístico. Es también una victoria social del sur más empobrecido frente al próspero norte y representa las esperanzas y ambiciones de toda una región. Este es el quinto Scudetto que va al meridión en la historia reciente de la Serie A, cuatro se han quedado en Nápoles y uno en Cagliari.
Nápoles muestra por el calcio y por su único gran equipo una pasión multitudinaria enloquecida. Es un fenómeno complejo que va más allá de las preferencias deportivas y que tiene que ver también con la identidad, con la redención, con el fuerte vínculo de la ciudad con su gente, con el orgullo de un pueblo y con la idea de revancha tras décadas de decepciones. Esto explica, en parte, el éxtasis colectivo que se desata en la ciudad partenopea para apoyar a su equipo.
Más de cincuenta mil aficionados siguieron el partido en el estadio Diego Armando Maradona, a los que se unieron cientos de miles de personas que se congregaron por toda la ciudad para ver la competición en las pantallas gigantes que había instalado el ayuntamiento en distintos puntos.

Nápoles se despertó el sábado como campeona de Italia después de una primera noche de celebraciones que se saldó con cuatro arrestos y casi un centenar de heridos, según señalan los medios locales, uno por arma blanca y el resto por quemaduras provocadas por la pirotecnia y por el exceso de alcohol. Con el precedente de centenares de heridos y un fallecido en los festejos del título liguero de 2023, las autoridades han dispuesto un dispositivo de seguridad gigantesco para estos días, en los que la fiesta continúa, al menos hasta el lunes, cuando los jugadores recorrerán la ciudad a bordo del autobús para mostrar el trofeo a los aficionados. El martes, según ha señalado el presidente del equipo, Aurelio De Laurentiis, los futbolistas azzurros visitarán al Papa.
La prefectura de Nápoles ha señalado que entre la ciudad y la provincia un millón de personas se echó a las calles la noche del viernes. El vicepresidente del Senado, Gian Marco Centinaio, levantó la polémica con una publicación en Facebook que después borró, en la que informaba de “120 heridos, agresiones, robos, pistolas y cuchillos”. “Algo va mal. Y menos mal que han ganado, de lo contrario habría estallado una guerra civil”, señalaba. El alcalde de Nápoles, Gaetano Manfredi le replicó en una rueda de prensa en la que defendió el ejemplo “civilizado” que había dado la ciudad. “Ha habido nueve robos en toda el área metropolitana y no ha habido códigos rojos, unas pocas personas que se sintieron mal, sólo alguien que había bebido demasiado, una civilización extraordinaria, demos el mérito que merece a Nápoles, una ciudad que ha crecido enormemente. Estamos orgullosos de ser napolitanos, orgullosos de cómo se ha comportado todo el mundo, orgullosos de la respuesta de la ciudad”, dijo.
“No tengo ninguna intención de ofender al Nápoles ni a los aficionados napolitanos, entre los que, además, se encuentra mi hijo. Pero hay que distinguir entre afición, vandalismo y criminalidad pura y dura. Y no podemos ocultar las dos últimas cosas con la excusa de las primeras”, respondió el vicepresidente del Senado. Y agregó: “Los robos, las agresiones, los monumentos y la propiedad privada dañados, las armas y los petardos confiscados no pueden reducirse a ‘gestos impulsivos’, como ha dicho el prefecto. No se puede justificar todo”. Centinaio criticó también a los grupos de hinchas que la noche antes del partido acudieron al hotel en el que estaba concentrado el equipo rival con petardos y fuegos artificiales para impedir que los jugadores descansaran.
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