Meritorio este último pasaje de Carlos Alcaraz, airoso finalmente ante el firme envite planteado por Karen Khachanov. Iba a por todas el ruso, contestatario, guerrillero y áspero de inicio a fin, pero termina sucumbiendo en los últimos metros de un duelo de alternativas, curvilíneo y emocionante que guía al número tres del mundo hacia los cuartos de final del Masters 1000 de Roma: 6-3, 3-6 y 7-5, tras 2h 27m. No alcanzaba la cota un español desde 2021, entonces Rafael Nadal, y con el logro el murciano cierra además un brillante círculo en el territorio de los miles, puesto que ya ha inscrito su nombre en los cuartos de los nueve torneos que corresponden a la categoría.

Tan solo otros nueve tenistas en activo lo habían conseguido, pero él, a su ritmo, 22 años casi recién cumplidos, es el más joven. Adelanta a Novak Djokovic (22 años y cinco meses) y aguarda ahora a la cita del miércoles con el inglés Jack Draper, el mismo que le tumbó en Indian Wells y que emerge con fuerza en estos días terrícolas. Complejo y sugerente reto por delante. “He tenido que correr mucho, estoy cansado. Estaba sufriendo un poco Estoy muy orgulloso de cómo he peleado cada punto. Perdí un poco la concentración en el segundo set, pero lo he olvidado y he seguido. Estoy muy contento”, afirma tras la victoria, con otra “batalla” a la vista en apenas veinticuatro horas.

A Alcaraz le cuesta seis juegos desperezarse a primera hora de este martes de biorritmos bajos hasta que, a eso del mediodía, se le empiezan a activar. Accede al partido de la misma forma que terminó la noche del domingo, cuando su tenis no terminó de coger el puntillo ante Laslo Djere. No acaba de calibrar bien el tiro y, enseguida, su tarjeta refleja ocho errores, cuatro con la derecha y otros tantos con el revés; serán 46 al final. En cambio, Khachanov emprende la marcha de forma pulcra, metiendo primeros y más primeros, y agradeciendo esa fase trabada del murciano, quien con 2-0 abajo consigue abortar otra bola de break que, de haberse convertido, seguramente, hubiera planteado el set de otra manera.

Sin embargo, suena el despertador interno de Alcaraz y llegan la armonía, la precisión, la intensidad que endurece los puntos y que va sacando del buen carril al ruso, ahora con la lengua fuera. “¡Por qué, por qué!”. Exige el español de una linealidad mucho mayor, de morder y no soltar la presa, de modo que ese primer perdón y la tibieza posterior le condenan. Probablemente, ya no haya vuelta atrás para él. Una vez recuperada la rotura, la curva de rendimiento continúa invirtiéndose y el número tres ya ha entrado definitivamente en calor, con piernas y brío, con intención en cada pelotazo y una disposición muy diferente: querido, vas a tener que sudar sangre en cada intercambio.

Indultos y riesgos

A remolque, Khachanov sufre sobremanera y se desafina. Una lástima. Con un punto mayor de consistencia, de creérselo, de haber tenido mayor convencimiento, el ruso quizá hubiera llegado mucho más lejos. Los siete trofeos que figuran en su palmarés, con el Masters de París-Bercy (2018) como pieza mayor, se antoja una recompensa demasiado corta para un tenista que reúne esas virtudes. Posee un buen mazo, interpreta bien, se mueve con destreza pese a la envergadura —anchura y 1,98 de estatura— y no le faltan agallas. Ocurre que tiende a ser quebradizo en las circunstancias delicadas, y de ahí ese incomprensible envío fuera del rectángulo y la doble falta que brinda al rival la opción del 5-3.

Khachanov devuelve de revés en un instante del duelo.

No indulta Alcaraz, señor revés para sellar la manga, y un escenario propicio para el de El Palmar, que sigue creciendo y además destapa el tarro de las esencias, he aquí el tenista diferencial. A la bola rasa y angulada del adversario replica con un extraordinario pasante de revés en carrera, cogiéndola desde muy abajo, riñones de un portento de la elasticidad, y hace el gesto de incomprensión a la grada, dedito índice a la oreja otra vez: vamos, reaccionad, aplaudid con más fuerza. ¿Qué más queréis? Ahí que va entonces un latigazo con el drive y el break, 3-2 y 40-15 para él, todo aparentemente encarrilado. O no. Así es él, tan previsible y a la vez tan indescifrable. De repente, un escarceo mental por Úbeda y giro. Tensión.

Pese a la marejada, Khachanov no se ha entregado del todo y aprovecha el desvío del oponente para reengancharse al partido, rotura a rotura. El gigantón (28 años y 24º de la ATP) sirve para cerrar y duda, cara de circunstancias, pero el resto largo del murciano confirma el equilibrio y deriva el desenlace hacia el terreno de lo pantanoso, riesgo de por medio. Fuerzas parejas, así es, pero dimensiones diferentes. Manejarse en la zona terminal. Boquea Alcaraz como el pez recién pescado, con una tirita nasal para abrir los orificios y ganar todo el oxígeno posible, que todo cuenta, y al intercambio de bofetadas le sucede su mayor entereza en la recta final. Ahí, sobre el fino alambre, presión, recursos y calidad para seguir en pie.

DJOKOVIC Y MURRAY, FIN DEL VÍNCULO

A. C.

Medio año ha durado el viaje de Novak Djokovic y Andy Murray. El serbio, de 37 años, anunció este martes el fin de la alianza, después de que ambos se hubieran asociado a finales de noviembre. El escocés se retiró tras los Juegos Olímpicos de París, tras 20 años en la élite.

“Gracias, técnico Andy, por todo el trabajo, la diversión y el apoyo de los seis últimos meses dentro y fuera de la pista. He disfrutado mucho profundizando en nuestra amistad”, comunicó el ganador de 24 grandes, 99 títulos, por medio de sus redes.

De la mano han firmado las semifinales del Open de Australia —en las que el balcánico tuvo que abandonar por un problema muscular— y la final de Miami —en la que fue batido por el joven Jakub Mensik—, pero también varios borrones con las primeras rondas de Doha, Indian Wells, Montecarlo y Madrid.

Djokovic, que cumplirá 38 años el día 22, competirá a priori en Ginebra antes del desembarco en Roland Garros (del 25 de mayo al 8 de junio). La incógnita reside en saber si acudirá a París con un nuevo entrenador o no.



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