Asiste Roma a una exhibición de poderío que concluye con Carlos Alcaraz coronado, reluciente y todavía más reforzado. Es la primera vez en el Foro Itálico. Y asiente Jannik Sinner, sin pilas después de haber perdido el primer set. No había posibilidad de retorno alguna para él: “Eres el más fuerte sobre tierra”, se dirige con sinceridad el español, más que feliz después de haber batido por 7-6(5) y 6-1 (tras 1h 43m) al número uno, desbordado por la triple vía: física, técnica y táctica. Le llegaba demasiado pronto el test. No así para este Alcaraz hegemónico que viaja como un cohete sobre la arena, habiendo completado a sus 22 años la escalera del éxito —Montecarlo, Barcelona, Madrid y Roma— y pletórico en dirección a Roland Garros, que ya se avecina.

“Mucha confianza de cara a ir allí”, expresa el vencedor, con 19 títulos ya en el expediente, a solo uno de Carlos Moyà. Señora demostración la suya ante un Sinner disminuido una vez resuelto el primer set, escaso ya de gasolina y que cierra una secuencia de 26 victorias consecutivas; 30 contabiliza el de El Palmar esta temporada, en la que añade la alegría romana a las de Róterdam y Montecarlo. No redondeó en el Godó, lastrado entonces por una pequeña rotura muscular, pero no falla en esta ocasión. Cada vez que encara una final de envergadura, muestra los colmillos. Cuatro de cuatro en los grandes y siete de ocho en los miles, con siete de ellos ya en el bolsillo; todos corresponden a los cinco primeros del calendario.

No es Holanda, es Roma. Grada colorida, con muchos seguidores de naranja para arropar a su chico, el pelirrojo, su deidad, el robot que está de vuelta y que mide todos y cada uno de sus pelotazos, al igual que Alcaraz. Tenis control, mucho tanteo, poquito fuego. No permitir que otro tome la iniciativa y dejar lo mejor para el final, así es que ahí, a la resolución del primer set, es cuando ambos dan por fin una vuelta de tuerca y sueltan el freno de mano, aprietan más. Hasta ese instante, cálculo por una y otra parte y todo muy medido, muy anestesiado; sin desatarse lo más mínimo porque se acerca Roland Garros, a una semana vista, y la gran partida de ajedrez ya está en marcha. Setenta minutos de póquer en el Foro Itálico, en realidad.

Este no es el Sinner que dicta desde el fondo, ni tampoco el Alcaraz que compite a pecho descubierto. El murciano mantiene la línea de estos días —seriedad y más seriedad— y guerrea todo el rato comedido, templado, sin entrar en la zona de calor que tanto le gusta, pero con mucho sentido. Para otro día los fuegos artificiales. Inteligencia, se dice. En vez de buscar el cuerpo a cuerpo ralentiza, quita velocidad a la pelota y así el bombardero no puede encontrar ese ritmo que tanto le gusta, el de esa Thompson que descerraja más y más balazos en forma de barrido. No termina de estar del todo cómodo el italiano, quien va perdiendo lucidez conforme avanza el cronómetro, antes del desmorone definitivo. Han sido tres meses en la reserva y falta frescura de físico e ideas en el episodio final.

Alcaraz, en cambio, va creciendo poco a poco. Emana tranquilidad y construye desde el orden, con criterio, dándole altura a la pelota o cortando cuando lo considera más oportuno, como si supiera que el de enfrente va a quebrarse en un momento u otro. Se conocen ya de sobra. Por eso, no conviene bajar en ningún momento la guardia. Dentro del equilibrio, de esos 70 minutos de equidad, un par de bolas mal tocadas penalizan al español en un instante sumamente inoportuno, pero corrige de inmediato y salva el fuego; evita la doble opción del rival para llevarse la manga y al desempate, impone pegada y claridad: dos aces para empezar y línea recta hacia el premio. A Sinner, ya justo, se le funde definitivamente la bombilla. Se resquebraja. Se acabó la final.

A partir de ahí, el número uno pierde la chispa y va entregándose porque, sencillamente, no le alcanza para más. Tan solo firma siete tiros ganadores. Le bastó ante adversarios de perfil intermedio e incluso para rendir a un especialista como Casper Ruud, víctima de un rayo, pero ante Alcaraz es diferente. Otra escala. A la búsqueda de información y conclusiones los dos, el episodio romano refleja a las claras dónde están hoy uno y otro, y Sinner deberá dar un considerable salto de nivel si quiere tener opciones en París. Hoy por hoy, sobre arcilla está lejos del murciano, que refuerza su aura de cara al grande francés y enseña el diente. Dominador en la gira, pese a no haber podido intervenir en Madrid por la lesión, alza el trofeo y lanza un mensaje: aquí estoy yo, el indiscutible hombre a batir.



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