De Molins de Rei a Sant Boi, un pueblo tras otro, polígonos industriales, ciudades dormitorio, el cinturón rojo de Barcelona, y la lluvia en chaparrones, manchas de aceite en el asfalto. Épica urbana en la segunda etapa de la Vuelta femenina. Prudencia que contradice la habitual locura del ciclismo interpretado por la mujer y cooperación. No hay fugas. Media de 38 por hora. Una proletaria del ciclismo, la neerlandesa Marianne Vos, histórica campeona de 37 años, hace brillar su coletilla bajo el casco solo dos veces, dos sprints perfectos. En la meta volante de Villafranca del Penedés, viñedos en la distancia, recauda 6s de bonificación; en la meta, tres curvas de 90 grados en 500 metros, repecho duro hasta la Muntanyeta de Sant Boi, la victoria de etapa, y 10s bonificados más.

La triple campeona del mundo, hace ya 19 años por primera vez, celebra el triunfo, la quinta victoria en las tres Vueltas que ha disputado, y maldice que lo que ocurrió la víspera en el Passeig de Gràcia de Barcelona, en la salida de la contrarreloj por equipos la priva de vestirse con el maillot rojo de líder. El retraso del Movistar a la hora de pasar el examen de bicicletas, la torpeza del juez encargado, la lentitud y la rigidez estúpida del comisario de la UCI a la hora de solucionar el problema forzaron a su Visma a salir con solo cinco corredoras. Las dos restantes se sumaron después y no pudieron evitar que el equipo favorito terminara décimo la prueba, a 21s del Lidl. Y a 18s de las australianas del Jayco, el equipo morado de la mejor española, Mavi García, y también de la italiana Letizia Paternoster, que llegó segunda a la Muntanyeta y es la nueva líder.

Los del Baix Llobregat hablan de las dos Cataluñas que se rozan en Sant Boi y Gavà, la de los barrios obreros y la de casoplones en la playa para jugadores del Barça y pijos variados de Castelldefels. Si Vos representa a la primera, y puso Flecha a su gato, como el ciclista de Castelldefels al que admiraba cuando corría en el Rabobank, Paternoster, hija de australiano, italiana del Trentino, de Cles, como Maurizio Fondriest, y pistard brillante de 25 años, quizás se alinee más con la segunda, y da glamour a la bicicleta.

La maillot rojo de la Vuelta en las entrevistas habla de sus desfiles para Armani en las pasarelas y de lo poco que le gusta ir de chándal. “pero no soy modelo, soy deportista. Pero siempre me ha gustado seguir la moda, leer a las blogueras, desde Ferragni hasta Dionigi y Cambria. Fuera de la bicicleta nunca me verán en chándal. Me encanta vestirme elegante, con tacones altos”, proclama Paternoster, tifosa del Inter, dispuesta a sufrir y gozar con Lautaro el martes ante la tele, amante de la música latina, practicante de yoga y, como bien sabe su novio, el jugador de voleibol Alessandro Graziani, dura como el pedernal, y fuerte.: “Me llevó a Riva del Garda, a una ruta en la que ella entrena habitualmente, bastante exigente. Intenté seguirla en bicicleta. A los 60 kilómetros estaba destrozado, pensaba que me iba a morir”.



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