[ad_1]
El 1 de marzo de 2024, el mundo se paró en Glasgow, en un pabellón deportivo, el Emirates Arena, donde el tendón de Aquiles de María Vicente, tremenda atleta de l’Hospitalet, se quebró como la cuerda de una vieja guitarra. Los aficionados al atletismo contuvieron la respiración. La catalana, que se entrena en San Sebastián al lado de un sabio, Ramón Cid, ya venía de superar una lesión del cuádriceps demasiado engorrosa y, tras levantar el vuelo, iba camino del título mundial bajo techo en Glasgow. Pero en plena carrera hacia el listón de la altura, sin previo aviso, el tendón se rompió y todas las ilusiones se desmoronaron.
María, 24 años, ya rehecha y lista para reaparecer este fin de semana en un heptatlón después de 15 meses exactos desde la rotura, dice que no recuerda casi nada de aquel día. “Entré en estado de shock. No me acuerdo de nada. Solo de ver a Miquel en la pista que me decía que no pasaba nada y que todo iba a salir bien”. Miquel Àngel Cos, histórico fisioterapeuta de Barcelona, es un lujo para el atletismo. Sus manos han iniciado la rehabilitación de María Vicente, Yulimar Rojas, Tessy Ebosele, María Pérez y muchísimos más.
Allí, en Barcelona, se refugió la heptatleta los primeros meses, hospedada en el Centro de Alto Rendimiento. “La lesión fue un chasco, Sobre todo después de superar otra en el cuádriceps de la que me costó volver. En el momento fue muy duro mentalmente. Por eso dije lo de otra vez no, por favor. Con el cuádriceps no me quise operar y todo se alargó, pero con el Aquiles, en cambio, supe que me operaban del 3 de marzo y que ya tenía una guía que seguir. No quedaba otra que volver a empezar”.
María Vicente rememora todo el proceso de recuperación desde el aeropuerto de Bilbao mientras lee un volumen de la saga de Magnolia Parks, lectura ligera para tener la mente ocupada. A su lado, Ramón Cid y Patxi Morales, otra fisio determinante en su rehabilitación que la atleta ha querido llevarse con ella a Götzis, en Austria, muy cerca de los Alpes, para estar el sábado y el domingo en una de las catedrales del atletismo a la que cada año peregrinan los aficionados más expertos y entusiastas de las pruebas combinadas. Gente de toda Europa que, el día que marchan, reservan ya para el último fin de semana de mayo del siguiente año. Götzis es un lugar especial en el que, cada año, un grupo de fieles va hasta la basílica de Rankweil para rogar por dos días de buen tiempo.
En el Hypomeeting de Götzis han pasado todas las campeonas olímpicas y mundiales de heptatlón desde 1981, y casi todos, salvo tres, los del decatlón. En el Möslestadion, el británico Daley Thompson batió varios récords del mundo en los 80 y el checo Roman Sebrle se convirtió en el primer hombre en superar los 9.000 puntos (9.026) en 2001.
A Götzis llega la plusmarquista española (6.304 puntos) después de muchas pequeñas conquistas. Minucias que convertían cada semana en un reto. Quitarse la bota protectora, apoyar el pie, empezar a caminar, dejar la muleta, trotar muy despacio, volver a la pista, saltar… Avances que le llevaron hasta el primer Everest, su reaparición en Ibiza, con su mejor marca en los 100 metros vallas (13,33s). El siguiente, imponente, es la marca mínima para el Mundial de Tokio: 6.500 puntos, casi 200 por encima de su récord nacional. Un reto del que se ve capaz, aunque quizá no en Götzis, donde espera estar por encima de los 6.000 puntos y tal vez muy próxima a los 6.300, pero sí en la siguiente catedral de las combinadas, en el Décastar de Talence (Francia), el 5 y 6 de julio.
Atrás quedaron las penas, aunque quien más acusó el golpe, la desilusión, fue Ramón Cid. El donostiarra, antiguo saltador de triple, cuida, a sus 70 años, de una joya como María Vicente con la responsabilidad de un general y la pasión de un soldado. “El tema fue duro. Ya veníamos de otra rotura fuerte y la puesta en escena donde se produjo esta fue muy cruel”. La atleta veía a su maestro cabizbajo, pero empezó a preocuparse cuando las compañeras del grupo de entrenamiento la llamaron alarmadas. “Ramón lo pasó muy mal. Estaba más afectado que yo, que no podía permitirme caer tanto. Y como yo me fui a Barcelona y él, a Donosti, no pasamos el duelo. Las compañeras me llamaban y me decían que estaba hecho polvo”.
Aunque María también pasó lo suyo. “La vuelta a Donosti ya trajo un poco de frustración. En Barcelona estaba muy bien rodeada y allí me siento protegida. Pero en Donosti ya me sentía fuera de lugar porque mis compañeras estaban entrenando a tope y yo no podía. No lo pasé bien. Ahí me evadí un poco e intentaba iba por las mañanas para no coincidir”. Pero eso ya pasó y ahora la heptatleta vuelve a Götzis con la ambición de una campeona. No completa un heptatlón desde los Juegos de Tokio, en 2021, y quizá ha llegado el momento, tres años después, de cerrar el círculo en la misma ciudad. Antes, por el camino, un récord de España por encima de los 6.500 puntos.
[ad_2]
Source link
Comentarios