“Ha llegado el momento. El momento que nunca quise que llegara, pero así es el fútbol y en la vida todo tiene un principio y un final”, escribió Luka Modric este jueves en su carta de despedida del Real Madrid, con el que el sábado disputará su último encuentro en el Bernabéu, ante la Real Sociedad (16.15, DAZN). Después, el croata jugará el Mundial de Clubes en Estados Unidos y fin. Ya no habrá más Modric en el Madrid, el futbolista que rogó que no le miraran el DNI para alargar lo más posible un recorrido de oro en Chamartín.
A punto de cumplir 40 años (lo hará en septiembre), se acabaron las vidas extra para el balcánico con la camiseta blanca. Llevaba varias temporadas renovando de curso en curso, a veces de forma in extremis, el pasado verano incluso de manera sorprendente; pero su viaje concluye en la Castellana, donde llegó en 2012 desde el Tottenham y se marcha como el madridista con más títulos (28), incluidas seis Copas de Europa.
Se va el golpeo de exterior más distinguido de las últimas décadas del fútbol mundial, y el último nombre del centro del campo más aquilatado de la historia moderna del Madrid: en 2022 se fue Casemiro; en 2024, Toni Kroos; y ahora, Modric. El “triángulo de las Bermudas”, según Carlo Ancelotti, que dirigió al equipo blanco a la conquista de cuatro Champions (2016, 2017, 2018 y 2022), la segunda edad dorada de la entidad. El balcánico, el Balón de Oro en 2018 después del subcampeonato mundial con su selección de ese verano, ha sido el que más se resistió a echarse a un lado.
En las dos últimas campañas, había perdido la titularidad, una decisión que primero afrontó con el morro torcido y luego con resignación. La carestía sufrida en la medular esta temporada le ha hecho jugar sensiblemente más que la pasada, beneficiado por su capacidad innata para tejer el fútbol -algo de lo que ha andado muy escaso el Madrid- y por una salud que le ha ayudado a esquivar la plaga de lesiones en el vestuario. Sin embargo, la intención del club de cerrar el ciclo Modric se ha terminado imponiendo esta vez.

Empieza, ahora sí y sin matices, una nueva época en el centro del campo blanco, en manos ya por completo de los jóvenes que han ido llegando o ascendiendo en los últimos veranos (Camavinga, Tchouameni, Valverde, Bellingham y Güler), a la espera de hipotéticas llegadas futuras. Ese largo proceso que Carletto describió bajo la expresión (y petición) “la paciencia de los jóvenes y la compresión de los veteranos” culmina ahora del todo después de una mala campaña, en parte por una medular a la que le faltó cerebro para crear más allá de tres meses de Ceballos, los apuntes de Modric y unos leves fogonazos finales de Güler. El croata, que acumula 590 partidos y 43 goles con el Madrid, se despedirá de Chamartín el mismo día que Ancelotti, y lo hará con el honor de ser el jugador de más edad en disputar un encuentro con los blancos, por delante de Ferenc Puskas, un hito que alcanzó el pasado octubre.
“A lo largo de estos años”, apuntó el balcánico en su despedida, “he vivido momentos increíbles, remontadas que parecían imposibles, finales, celebraciones y noches mágicas en el Bernabéu. Me voy con el corazón lleno. Lleno de orgullo. Lleno de orgullo, gratitud y recuerdos imborrables”, añadió en su largo y emocionado adiós el croata, el madridista más aplaudido en cancha propia y ajena en las últimas temporadas. Contrario de forma declarada a buscarse un retiro dorado en Ligas cómodas y muy adineradas, ahora tendrá que decidir su futuro, a un año del Mundial con su selección, con la que suma 186 internacionalidades, récord en su país.
Old Trafford, el inicio de todo
Su llegada al Bernabéu por 35 millones fue todo un parto, un fichaje arrancado con fórceps al presidente del Tottenham, Daniel Levy, uno de esos dirigentes sacamuelas que tensan las negociaciones al máximo. Hasta que la operación se consumó en los últimos días de agosto y, a las horas de aterrizar, se estrenó en el tramo final de un clásico de la Supercopa de España en el Bernabéu. Curiosamente, la primera orden que recibió de su entonces entrenador, José Mourinho, incluía en la ecuación a Xabi Alonso, con quien coincidirá en sus últimos días como blanco después de haber sido compañeros entre 2012 y 2014. “Cuando Messi recibe el balón en la mitad derecha del campo”, le transmitió el portugués, “siempre corre hacia el centro. Alonso y tú le tenéis que cerrar el paso ahí. En ataque, ¡coge el balón y distribúyelo!”, le pidió, según desveló el croata en su autobiografía.
No fueron inicios sencillos para Modric, suplente en la primera parte de la temporada de debut hasta el punto de inflexión de Old Trafford. En la vuelta de los octavos de Champions y tras el 1-1 de casa, él arrancó en el banquillo, algo que no sorprendió, y ni siquiera fue el primer cambio cuando Di María se lesionó en la media parte. Salió Kaká. No apareció hasta el minuto 60, con 1-0 abajo y el United con uno menos. Un derechazo combado suyo desde fuera del área volteó la noche y activó su carrera de oro como madridista. Quizá no fue su mejor gol, pero sí el que lo empezó a cambiar todo para él. La asistencia más importante de, al menos, las tres últimas décadas del Madrid también fue suya: a “su hermano” Sergio Ramos para ganar la décima Champions en Lisboa.
En las 13 campañas en el Madrid, ha levantado seis Copas de Europa (es uno de los cinco jugadores que lo han conseguido en la historia), cuatro Ligas, dos Copas del Rey, seis Mundiales de Clubes, cinco Supercopas de Europa y 5 Supercopas de España. “Llegué con la ambición de hacer cosas grandes, pero no me podía imaginar lo que vino después”, admitió en su despedida.
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