Los capitalinos se aferran a la idea de que Ciudad de México es un oasis alejado de la violencia que atenaza al país, una pequeña isla rodeada de un mar de fuego que amenaza en ocasiones con incendiarla. El asesinato este martes de Ximena Guzmán, la secretaria particular de la jefa de Gobierno de la capital, Clara Brugada, y del asesor José Muñoz es una de esas sacudidas que resquebrajan la frágil noción de seguridad de los chilangos. Todos los días se cometen homicidios en la capital, y casos como el de Guzmán y Muñoz recuerdan que ni siquiera sus ciudadanos de mayor perfil político o mediático están a salvo. Detrás, casi siempre, está el crimen organizado, los grupos delincuenciales que dominan el país y se disputan la gigantesca urbe, con sus más de nueve millones de habitantes.
Asesinatos como el de los dos operarios políticos de Brugada son los que acaparan titulares, pero raro es el día que la ciudad se acuesta sin haber contabilizado nuevas ejecuciones en sus calles. De enero a abril, al menos 556 homicidios han sacudido la urbe, según los datos del Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública. Entre el 1 y el 19 de mayo, otras 37 víctimas se han sumado a la estadística, de acuerdo con el recuento diario de la Secretaría de Seguridad Ciudadana, un registro preliminar a partir de los datos de las fiscalías, que suele engordar cuando otras instituciones agregan sus propios números. Una media de más de cuatro asesinatos cada día durante 2025, por encima de los 3,3 asesinatos diarios que certificó Bogotá en 2024, mucho mayor que los 0,3 de Londres, ambas ciudades con el mismo tamaño que la capital mexicana.
Ciudad de México es el epicentro del poder político y económico del país. En la capital se reúnen las sedes de los poderes federales y las instituciones financieras. La oferta cultural y de entretenimiento, los conciertos, los restaurantes, los bares, los antros. Ciudad de México es la entidad más poblada y tiene el mayor Producto Interno Bruto (PIB). Es la más rica y también de las más desiguales. Sus paisajes urbanos combinan las zonas más elegantes y las más marginadas. En resumen, es un terreno fértil para los negocios ilícitos. En términos políticos, gobernar la capital es una catapulta natural a la presidencia de la República, como es el caso de los dos últimos dirigentes. Los éxitos y los fracasos se magnifican. Una bomba como la que representa el asesinato de Guzmán y Muñoz golpea fuerte a la estrategia de seguridad de Morena, el partido oficialista.
El doble asesinato constituye el crimen de mayor perfil político en la capital desde el atentado fallido contra Omar García Harfuch en junio de 2020. Harfuch, hoy zar de seguridad de la presidenta mexicana, Claudia Sheinbaum, en aquel entonces ejercía como secretario de Seguridad capitalino, también durante la Administración de Sheinbaum como alcaldesa. El Cartel Jalisco Nueva Generación disparó 414 balas contra el vehículo en el que viajaba el policía, que se echó al suelo del coche y aguantó encogido la descarga. Sus dos escoltas, Edgar y Rafael, murieron acribillados, al igual que una mujer que pasaba por allí.

El CJNG buscaba enviar un mensaje al Gobierno de Sheinbaum y apuntó toda su capacidad de fuego contra su mano derecha en labores de seguridad. El atentado ocurrió a primera hora de la mañana, en una zona residencial al poniente de Ciudad de México, con 28 sicarios armados con fusiles Barrett M82, un lanzagranadas, 34 armas largas, 54 bombas molotov, 96 cargadores, 2.805 cartuchos y cinco camionetas blindadas: un arsenal propio de un Ejército profesional.
García Harfuch coordina ahora el combate a los carteles junto al Ejército, la Marina y la Fiscalía, y, a la par, sigue el proceso judicial contra los sicarios que intentaron asesinarle. Dieciocho pistoleros fueron capturados, entre ellos El Vaca, jefe de gatilleros del CJNG y uno de los hombres fuertes de El Mencho, líder del cartel; entonces como ahora, el narco más perseguido del país, por el que la DEA ofrece una recompensa de 15 millones de dólares. Desde aquel día, capos de varias organizaciones han ido cayendo uno a uno, desde las cabezas de Los Zetas hasta los herederos de El Chapo, pasando por históricos narcotraficantes, como Rafael Caro Quintero, El Narco de Narcos. Todos, menos El Mencho.
En julio de 2024, fue asesinado Milton Morales, el máximo responsable de las investigaciones del crimen organizado en Ciudad de México y mano derecha de García Harfuch. Aunque el homicidio del comisario ocurrió durante sus vacaciones y cerca de su casa, en el municipio de Coacalco, Estado de México —colindante con la urbe—, las autoridades capitalinas comprendieron que ellas eran las destinatarias del mensaje. Detrás del crimen hubo un grupo de sicarios de poca monta, lo que demostró que no hace falta un plan sofisticado para llegar a un funcionario de élite. Como ha quedado claro también este martes, cuando un solo sujeto, vestido con casco de motociclista y usando una pistola corta, descerrajó 12 tiros contra Ximena Guzmán y José Muñoz.
En octubre del año pasado, apenas tres meses después del homicidio de Morales, un hombre de gris y con la cara cubierta por una gorra y una mascarilla quirúrgica se abrió paso entre el bullicio de la hora punta del centro capitalino y disparó por la espalda a la entonces diputada suplente del PRI, Diana Sánchez Barrios, y a sus dos acompañantes. La multitud se refugió como pudo en los comercios mientras el sicario huía calle arriba en una moto que le había estado esperando en una esquina. Sánchez Barrios, polémica líder de comerciantes y a menudo señalada por sus presuntos vínculos con el grupo criminal La Unión Tepito, sobrevivió con secuelas. Las dos personas que iban con ella fallecieron.

El atentado contra Sánchez Barrios conmocionó por su descaro: a pleno día, en una calle por la que caminaban decenas de personas, en el hipervigilado centro de la capital y a una mujer con un fuerte capital político. Para colmo, no fue el único crimen de alto perfil del día. La abogada penalista Oralia Pérez Garduño fue asesinada de un tiro en la cabeza por dos sicarios también a bordo de una motocicleta mientras viajaba en un coche de alta gama. El homicidio tuvo lugar cerca del centro comercial Parque Delta, entre la Roma Sur y la Narvarte, dos de las colonias más acomodadas de Ciudad de México, a tiro de piedra del centro.
Periodistas y matanzas
Las víctimas no siempre tienen perfil político. En diciembre de 2022, el periodista Ciro Gómez-Leyva, uno de los conductores televisivos con más audiencia del país, sufrió un ataque fallido en su contra. El reportero y conductor volvía del trabajo a su casa, en la acomodada y tranquila zona de Coyoacán, al sur de la ciudad, conduciendo su vehículo. El blindaje de los cristales neutralizó los disparos de un sujeto a bordo de una moto, que le apuntó directamente a la cabeza. Las autoridades capturaron a 16 implicados en el ataque, y se especuló que algunos podrían tener vínculos —otra vez— con el Cartel Jalisco, aunque esa hipótesis nunca ha sido confirmada.
El ataque contra Gómez-Leyva recordó al asesinato, en 1999, de Paco Stanley, un carismático conductor de televisión muy querido por los mexicanos. El crimen sucedió a plena luz del día, a la salida de un restaurante en Jardines del Pedregal, un elegante barrio al sur de la capital. En su momento se especuló sobre la posible implicación de Ismael El Mayo Zambada, a la sazón el líder del Cartel de Sinaloa. El país apenas se recuperaba de la conmoción por el magnicidio, cinco años atrás, de José Francisco Ruiz Massieu, secretario general del PRI, con una larga trayectoria en el entonces partido dominante. Aquel crimen tuvo más un trasfondo político que remitía a las pugnas internas por la sucesión presidencial. La violencia de altos vuelos en la ciudad parece seguir un movimiento pendular. Las figuras prominentes vuelven a estar bajo acecho.
Y fuera de los homicidios individuales, las masacres también se han hecho hueco en las hojas de sucesos de la capital. Este febrero, cinco personas fueron acribilladas a medianoche en las calles del barrio de San Miguel, en el antiguo pueblo de Míxquic, en la alcaldía Tlahuac, mientras tomaban una cerveza. En diciembre de 2022, el país se conmocionó con el triple asesinato de los hermanos Andrés y Jorge Tirado y su tío en su residencia de la Roma, una adinerada colonia poco habitual como escenario de crímenes tan cruentos.

La filtración masiva de documentos de inteligencia del Ejército, en 2022, apuntaba a una soterrada batalla del CJNG contra La Unión Tepito por el control de Ciudad de México. Al margen de esa disputa, los militares documentaron la presencia de grupos criminales en las 16 alcaldías de la capital, una decena de bandas, algunas con apoyo de los grandes carteles, que secuestran, venden droga dentro y fuera de la ciudad, extorsionan y trafican con personas, los mismos delitos que se observan en los Estados más violentos del país y que se concentran en tres alcaldías: Gustavo A. Madero, Cuauhtémoc e Iztapalapa, esta última la más poblada de la capital. Ximena Guzmán y José Muñoz fueron asesinados en los límites de las alcaldías Benito Juárez y Cuauhtémoc.
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