“Lo que hacemos es música y solo los complacemos. Muchísimas gracias de nueva cuenta por este apoyo. Y con todo gusto vamos a complacerlos. Ustedes ya sabrán si lo cantan y dice más o menos así”, dice Armando Moreno, vocalista de Los Alegres del Barranco. Suenan las primeras notas del acordeón en el escenario en el municipio de Tequila, en Jalisco. Explota el confeti en el escenario y la pantalla detrás de la banda se funde a blanco. Comienzan a aparecer letras negras gigantes que el público comienza a cantar, como en un karaoke: “Soy el dueño del palenque. Cuatro letras van al frente”. A esta modalidad para saltarse la prohibición a los narcocorridos, que sucedió el 4 de mayo durante un concierto de la agrupación, los usuarios en Internet y los que estuvieron presentes esa noche, lo bautizaron como un “mega narcokaraoke».
El grupo sinaloense no cantó ni una sola letra de la canción El del palenque, que glorifica a Nemesio Oseguera, alias El Mencho, líder del Cartel Jalisco Nueva Generación (CJNG); ni cuando interpretó El 701, dedicada a Joaquín Guzmán Loera, El Chapo, ex líder del Cartel de Sinaloa. Alfredo Olivas hizo lo mismo la pasada semana al interpretar El malo de Culiacán. Dejó a su público cantar “por respeto” a la sugerencia nacional en contra de temas que hagan apología a la violencia, aunque en Monterrey no se han establecido sanciones contra los corridos.
Los que no tuvieron la misma suerte fueron otros referentes del género, como Natanel Cano y Junior H. El denominado pionero de los corridos tumbados intentó desafiar la prohibición en la Feria de San Marcos, en Aguascalientes, al iniciar con canciones que hacen mención al narco, al Cártel de Sinaloa y a la facción de Los Chapitos. Los organizadores le apagaron el micrófono y las bocinas. Lo mismo sucedió con el cantante guanajuatense, a quien también le cortaron el sonido durante su presentación en el mismo evento cuando trató de interpretar El hijo mayor, que hace alusión a Édgar Guzmán López, hijo del Chapo.
En otro caso, Luis Conríquez se negó a cantar narcocorridos durante su actuación en el palenque de Texcoco, en Estado México, por la prohibición en esa entidad. El concierto terminó en trifulca, con sillas volando hacia el centro del escenario y el equipo musical del cantante y su banda completamente destrozado.

La turbulencia social y política en la que se encuentra inmersa el narcocorrido comenzó a finales del pasado mes de marzo, cuando Los Alegres del Barranco proyectaron imágenes que enaltecían al Mencho y al Chapo durante una presentación en Guadalajara. A una hora del lugar, a poco más de un mes, se hizo público el hallazgo del rancho Izaguirre, en Teuchitlán, donde presuntamente el CJNG secuestraba, torturaba y asesinaba personas. El concierto de la agrupación llegó cuando la conmoción por el hallazgo todavía estaba fresca en la memoria colectiva.
Una medida de orden político
Cuando Estados Unidos, un mercado fundamental para el género, les quitó el visado a Los Alegres, algunos artistas salieron a desmarcarse de los corridos tumbados y otros guardaron silencio para no ser los siguientes. Desde entonces, ha sido una espiral para distintos cantantes y bandas del género, que se han enfrentado a la censura y se ven ante un posible escenario en el que la narcocultura puede enfrentar sanciones penales y hasta la prohibición.
Luis Omar Montoya, historiador especializado en música del Centro de Investigaciones y Estudios Superiores en Antropología Social (CIESAS), menciona que el momento actual de los corridos y sus variantes es inédito, al menos a la escala en la que está ascendiendo, con Aguascalientes, Michoacán, Nayarit, Quintana Roo, Chihuahua, Jalisco y Baja California con algún tipo de prohibición o censura tipificado en sus leyes.
“Me queda claro que los gobiernos de los Estados han estado abonando esta iniciativa de prohibir los narcocorridos más por una cuestión de orden político. De reducir los costos políticos. En el caso de Jalisco, no perdamos de vista que no hace mucho fue la noticia mundial de Teuchitlán. Entonces, eso al Gobierno de Movimiento Ciudadano le afectó bastante en su imagen. Lo que están haciendo ahora con Los Alegres del Barranco tiene que ver con limpiar su imagen, con legitimarse frente al votante. A la larga, este prohibicionismo no dará frutos”, afirma Montoya.
Pero la prohibición y las sanciones penales no solo vienen por parte de los Estados, también han surgido como propuestas a nivel federal por parte del oficialismo y la oposición. Iniciativas como la del diputado de Morena, Arturo Ávila Anaya; que propone penas de prisión por apología del delito en corridos, películas, series y videojuegos. O la del legislador Marcelo Torres Cofiño, del PAN, que contempla diversos mecanismos regulatorios que buscan erradicar el acceso a contenido que tenga como intención vanagloriar al crimen y a los delincuentes.
Ainhoa Vásquez, autora del libro Narcocultura (Paidós, 2024), afirma que lo que trae la prohibición es este tipo de violencia como lo que sucedió en Texcoco con Conríquez y la reacción de la gente. “Estamos hablando de personas que tienen un montón de prohibiciones. Entonces, que además le vengas a prohibir el corrido genera mucha rabia, porque le estás prohibiendo el único medio de catarsis que tal vez tienen frente a la injusticia que viven a diario. Eso provoca violencia, provoca morbo. La gente, con mayor razón, lo quiere escuchar más; y ahora en este momento es imparable. Es ingenuo pensar que podemos prohibir el narcocorrido, porque se está escuchando en todas partes del mundo”, complementa.
Auge al norte de la frontera y enfrascamiento
Hoy, de acuerdo con informes de Luminate y de la Asociación de Discográficas de Estados Unidos, los ingresos de la música latina superaron los mil millones de dólares en ingresos por tercer año consecutivo. Dentro de este registro, el regional mexicano encabeza este crecimiento y ya es el subgénero más grande en el mercado estadounidense. Después de Bad Bunny, Peso Pluma, Fuerza Régida y Junior H son los artistas latinos más populares en ese país, con más de 100 millones de reproducciones, entre los cuatro, durante el primer semestre de 2024.
Sin embargo, a pesar de este auge de los corridos, el especialista del CIESAS ve de igual manera una crisis en la composición que ha contribuido a la exaltación de la violencia. “Es muy simple. Es burda, no es fina. Pongo como ejemplo a Paulino Vargas, que tenía una narrativa muy fina, diría yo incluso hasta muy intelectual. Esa generación de compositores se murió y no hubo un reemplazo, una sucesión. Eso también explica lo que está pasando en la actualidad, con un discurso muy fuerte, muy estridente que molesta a la sociedad y al poder“, precisa.

Lo que Montoya le reclama al género es su enfrascamiento en los corridos de amistad, un subgénero que Chalino Sánchez, el legendario sinaloense que le cantó a la vida dura a los dos lados de la frontera, popularizó cuando estaba preso en la década de los ochentas. Se dedicó a hacer composiciones para los reclusos y cobrar por los corridos. Entonces, se trata de un trabajo por encargo en el que se dice puras bondades de un personaje en cuestión. “Ya no hay un corrido de crítica política, por ejemplo, porque dentro del narco corrido había una línea de crítica política. Por ejemplo, pienso en Teodoro Bello, La Granja, Los Tigres del Norte, que tienen un tratamiento político, un cuestionamiento al poder y un análisis social», afirma.
Lo que también hay que decir, según el historiador, es que el corrido, como producto cultural, ha si cooptado por los carteles de la droga, porque tienen el poder económico y “ahora es su juguete”. “Me queda claro que estas organizaciones tienen una visión y hacen política a través de los corridos. Entonces, el corrido y narcocorrido han sido tomados por el crimen organizado porque ellos han entendido que desde ahí pueden hacer política y que es una plataforma muy importante que llega a millones de personas, desde donde pueden también modelar una visión social, una representación social de sí mismos. Estamos ante un fenómeno sociológico y lingüistico súper interesante“.
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