Es cuestión de cálculos. Quizá Janet Jackson no tenga la más exitosa de las carreras entre las damas de la música estadounidense. Pero, echando mano de números, es posible que tenga una de las más extensas. Sin llegar a los 60 años, que cumplirá en mayo de 2026, la pequeña de los 10 hermanos Jackson ya celebra medio siglo sobre los escenarios. De hecho, incluso más: apenas tenía siete años cuando se subió por primera vez a uno en Las Vegas (Nevada), donde ahora, precisamente, está de vuelta con una residencia, una serie de conciertos donde repasa su trayectoria. Y será precisamente en la ciudad del desierto donde, el próximo lunes 26 de mayo, sus colegas y compatriotas la galardonen, honrando así tanto sus orígenes como su legado.

Recibirá el galardón de honor, el Icono, de los American Music Awards (AMAs), los premios de la música estadounidense, que Jennifer Lopez conducirá desde el hotel Fontainebleau de Las Vegas. Además, Janet Jackson se subirá al escenario y actuará ante el teatro, pero también ante los más de seis millones de espectadores que se espera que la observen desde sus casas a través de la cadena CBS. Será su primera actuación en televisión desde 2018. Y los Jackson volverán a recordar por qué son parte de la realeza de la música, la cultura y el entretenimiento global.

No es la primera vez que recibe un AMA, tiene 11, pero sí la primera vez que lo hace de manera honorífica. Y honores tiene de sobra para lograrlo. Además de haber lanzado una docena de álbumes con los que ha vendido 180 millones de unidades, tener honores en el Paseo de la Fama y en el Salón del Rock and Roll y de haber ganado cinco premios Grammy y dos Emmy, su relevancia cultural es clave, y la de toda su familia. El apellido Jackson sigue teniendo fuerza en la industria estadounidense, aunque a veces le pese, como ella misma contaba hace unos años: “Quería mi propia identidad, no que la gente me escogieran a mí o a mi música solo por mi apellido”.

Paris Jackson (en el centro) con sus tías Janet Jackson (izquierda) y La Toya Jackson en el funeral de su padre, el músico Michael Jackson.

Además de ella, están Jackie y La Toya, así como Rebbie, Jermaine, Marlon y Randy, junto a los fallecidos Michael (a los 50 años, en 2009), Tito (que murió el año pasado, a los 70) y Brandon (al nacer, en 1957). Ella misma lo ha confesado: su infancia fue dura, casi inexistente, pero, al menos, tenía a sus hermanos convertidos en sus mejores amigos. Además, como contó en una entrevista en BBC2 en agosto de 2024, sus tentáculos se expanden: los Jackson son primos de Stevie Wonder (por parte de madre, comentó), de la compositora y cantante Tracy Chapman y del actor Samuel L. Jackson. Sin embargo, ella siempre ha sabido crearse un espacio propio y ha sido, con permiso de La Toya, 10 años mayor, la mujer más conocida de su tribu. Este nuevo premio no hace más que reforzarlo.

El talento corre por las venas de Janet Damita Jo Jackson (su nombre completo) desde que nació, en 1966. Pero eso no significa que la fama haya sido fácil de gestionar, o que no haya tenido que trabajárselo y abrirse camino entre una familia cargadísima de talento y liderada primero por sus hermanos, agrupados bajo el paraguas de los Jackson Five, y después por el talento inagotable y la poderosa presencia de su hermano Michael. Su relación fue estrecha, con sus altos y sus bajos, con los cariñosos insultos de él, que la llamaba “cerda, yegua, puta, o puerca, vaca”, como ella contó en enero de 2022. “Se reía sobre ello, y yo también solía reírme, pero había algo dentro de mí que dolía”, explicó entonces. Las fluctuaciones de peso la han acompañado desde que era una niña y la han hecho sufrir, especialmente en su juventud: cuando era niña y empezaba a desarrollarse, le vendaban el pecho para las actuaciones. Con apenas 30 años cayó en una depresión grave que logró superar, y explicaba en la revista Essence en 2018 que ha vivido “grandes alegrías y grandes tristezas”, pero que la vida le ha enseñado a navegarlas. Reconoce, además, que la terapia “ayuda”: “No es un viaje fácil, pero ayuda”.

Janet Jackson junto a su hermano, Michael Jackson, el 26 de febrero de 1993, durante la 35ª edición de los Grammy en Los Ángeles (California).

Hay quien puede argumentar que los mejores años de Janet Jackson quedaron atrás, pero probablemente le falte perspectiva. La suya es una carrera de fondo que lleva fraguándose años y que sigue en desarrollo. Cierto es que empezó rápido, disparada, pero eso no significa que no sea estable. Lo demuestra su presencia constante en la escena, pero también sus cifras. Como recordaba Billboard, es una de las cuatro únicas artistas —junto a nada menos que Bruce Springsteen, U2 y Barbra Streisand— que ha tenido un disco como número 1 en su lista tanto en las décadas de los ochenta como en los noventa, dos mil y 2010. Y sus temas siguen sonando. Por ejemplo, ahora su Someone to Call My Lover, del álbum All for You (2001), está en plena ola viral en TikTok: ha llegado al tercer puesto de las listas de R&B de Billboard y ha tenido un pico de un 1.400% de reproducciones en EE UU, según datos de la plataforma Luminate.

Jackson sigue con su carrera, explotando sus viejos éxitos y cantando no demasiadas novedades. De hecho, hace una década que no saca álbum. Lleva sin actuar en televisión desde 2018, cuando recibió el premio Billboard a su carrera; ahí lanzó también su último tema popular, Made For Now, con Daddy Yankee. El año pasado estuvo de gira por todo Estados Unidos y ahora, a punto de cumplir 60, sigue llenando en Las Vegas, tanto que ha extendido su residencia. Quienes trabajan con ella alaban su inmensa capacidad de trabajo, su capacidad de esfuerzo. En el Resorts World Theatre de la ciudad estadounidense canta durante más de dos horas y media, imparable. En la primera noche, con todas las entradas agotadas, su madre, Katherine, estuvo allí para verla.

Janet Jackson y su madre, Katherine Jackson, el 20 de abril de 1990, en el Paseo de la Fama de Hollywood en Los Ángeles (California).

Pero igual que en su trabajo es muy pública y muy estable, no lo es tanto en su vida privada. Es discreta y, tras varias relaciones mediáticas, ha decidido bajar el nivel de exposición. Jackson se ha casado tres veces. La primera, durante muy poco tiempo, apenas un año, con el cantante James DeBarge, cuyo matrimonio —por sorpresa y en el que no avisó a su familia— acabó anulando por la adicción a las drogas de él. La segunda, por mucho tiempo: unos 12 años, con el bailarín mexicano René Elizondo, que le costaron 10 millones de dólares en el acuerdo de divorcio. La tercera, la más popular: con el catarí Wissam Al Mana, durante cinco. Con él fue madre por única vez, a los 50 años.

Apenas un par de meses después de dar a luz a su hijo Eissa, anunció su separación del empresario. Según contaron entonces fuentes cercanas, la controlaba demasiado, desde sus declaraciones hasta su forma de vestir, tanto que llegó a cancelar una gira. Desde entonces, a mediados de 2017, no se le ha conocido pareja. Sus ocho millones de seguidores en Instagram conocen sus rutinas, sus ensayos, las imágenes que cuelga de su madre o, con nostalgia, de sus hermanos, pero no hay rastro de noviazgos ni tampoco de Eissa.

En este tiempo, el perfil de Jackson ha sido bajo, centrada en la crianza de su hijo y en algunas actuaciones. De hecho, se ha sabido más de ella por lo que otros han dicho que por sí misma. Por ejemplo, cuando hace unos meses Justin Timberlake le pidió perdón por el episodio del intermedio de la Super Bowl, cuando destapó su pezonera durante su actuación conjunta de 2004. Aquel infame momento, en el que Timberlake buscaba una exposición que logró, a ella le costó parte de su carrera y su reputación pública, incluso denuncias, que fueron finalmente retiradas.

Aunque probablemente en estos años el episodio más público de Jackson, más allá de su divorcio, ha sido gracias al documental Leaving Neverland, centrado en su familia y en concreto en su hermano Michael. En él desvelaba lo que tantos suponían: que la familia era su base, pero que Michael iba un paso más allá, volaba solo, y su fama opacaba todo lo demás. El estreno de videoclip de Thriller, en 1982, fue un antes y un después. “Me encantó el álbum, pero por primera vez en mi vida vi que había algo distinto entre nosotros, que se abría una grieta”, relataba en ese documental de HBO de hace un lustro. “En ese momento, Mike y yo empezamos a ir por caminos separados. Ya no era tan divertido como solía”.

Janet Jackson (centro) con sus hermanos (de izquierda a derecha) Marlon, Michael, Tito, Randy y Jackie, el 17 de agosto de 1978 en Los Ángeles (California).

También empezaron los problemas, las adicciones, las preocupaciones familiares. “Fletaron un avión privado para realizar una intervención. Tratamos de acercarnos a él y de darle lo que no tenía”, relataba. Trató de animarle a hacer una gira conjunta, pero él “se enfadó muchísimo”. Ha llegado a reconocer que tras las acusaciones de abuso de menores de las que fue absuelto su relación se complicó. “Era frustrante para mí, teníamos vidas separadas y, aunque fuera mi hermano, no tenía nada que ver conmigo. Pero yo quería estar ahí para él, apoyarle todo lo que pudiera”. Aquello le hizo ser repudiada por parte del público, perder contratos con grandes marcas, como Coca-Cola, y hubo quien trató de enfrentarles. Pero como ella misma ha dicho, es el precio que se paga por haber sido criados en el ojo público por un padre controlador y ansioso de fama de sus hijos desde niños: “Es la mierda con la que tienes que lidiar. A veces hay que afrontarlo de frente y no es un lugar cómodo en el que estar”. El tiempo ha ido curando las heridas, y 16 años después de la muerte de su hermano, están más que cerradas. Pero el apellido, aunque pese menos, sigue brillando.





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