León XIV, Robert Francis Prevost, de 69 años, es desde este jueves el primer papa estadounidense, un agustino conciliador, tímido y de trato humilde que la Iglesia sitúa en primera línea ante la polarización de Donald Trump y la deriva política populista en Estados Unidos y en el mundo. Sus primeras palabras han sido una llamada a la paz, ante una multitud que no sabía muy bien quién tenía delante, pues es un gran desconocido: “La paz sea con todos vosotros”. Supone el triunfo de la continuidad del legado de Francisco, el gran candidato en la sombra del sector más progresista, pero con más apoyos en muchas direcciones, y que ofrecía garantías a los conservadores de solidez de gobierno y estabilidad doctrinal. Ha pasado décadas vinculado a Perú como obispo, por lo que conjuga un perfil de norte y sur, una vía intermedia tras Francisco, que era argentino, sin salir de América. Su padre era de origen italiano y su madre, de ascendencia española, y en su casa se comían platos de la cocina ibérica. En su discurso ha dicho algunas palabras en español y ha recordado a su diócesis peruana, Chiclayo.

Este perfil mestizo de Prevost era la opción más segura y original a la hora de elegir un occidental, ante el miedo de muchos cardenales a experimentos audaces y lanzarse con nombres de Asia o África. Aunque era el cónclave más internacional de la historia, con 71 países, y el sur del mundo ya era mayoría. La elección del nombre, por otro lado, remite a León XIII, papa de 1878 a 1903, que abrió la Iglesia al diálogo con la modernidad, a las cuestiones sociales y laborales. En cuanto a doctrina, ha sido fiel colaborador y seguidor de las reformas y procesos de apertura de Francisco, si bien se ha mostrado contrario al sacerdocio femenino, por ejemplo. Como el propio Bergoglio, por otra parte. Durante el sínodo, mostró habilidad de mediación en en delicado enfrentamiento del Vaticano con la Iglesia alemana, la más progresista del mundo católico, que empujaba por reformas más ambiciosas. En la Iglesia estadounidense, también muy polarizada en la era Trump, es alguien capaz de conciliar los dos bandos.

En sus primeras palabras, León XIV ha desplegado un estilo muy distinto de su predecesor, sin improvisar, leyendo el discurso, y con un tono menos coloquial, más de catequesis, con retórica más clásica. Para empezar iba vestido con los paramentos tradicionales, como Benedicto XVI, no como hizo Francisco, y esto ya son señales que agradarán a los más conservadores. Parecía muy emocionado, casi sobrepasado por el momento, con sentimientos contenidos ante la muchedumbre. Sus primeras frases tenían claros ecos de Juan XXIII: “Quisiera que este saludo de paz entrase en vuestro corazón, alcanzase vuestras familias, a todas las personas, donde quiera que estén, a todos los pueblos de la tierra”. Luego dio un mensaje de esperanza: “Dios os quiere, os ama a todos, el mal no prevalecerá”.

De perfil muy bajo estos días, Prevost ha declinado amablemente todas las entrevistas, también a este periódico, y la prueba de que había mucho trabajo oculto para recabar apoyos en torno a él es que ha sido elegido en un cónclave muy rápido. Cuatro votaciones, como Benedicto XVI en 2005. Más adelante saldrá a la luz la reconstrucción de lo ocurrido, pero es probable que en los dos primeros escrutinios quedara claro que el gran favorito, Pietro Parolin, no podía crecer en votos.

Gran aficionado al tenis, que ha ido abandonando por sus responsabilidades, Prevost es un papa relativamente joven, que hace prever, en principio, un mandato largo. Representa la caída de un tabú con mucha historia, el de que el papa no puede ser de un país que sea una potencia en ese momento. Fue la razón de que durante siglos hubiera papas italianos. Sin embargo, León XIV es el menos estadounidense de los cardenales estadounidenses, y eso ha pesado a su favor. Nacido en Chicago de padres con ascendencia española e italiana, con 30 años fue enviado a Perú, en 1985, y ha desarrollado allí gran parte de su vida pastoral, e incluso fue vicepresidente segundo de la conferencia episcopal peruana. Francisco le hizo en 2015 obispo de Chiclayo, ciudad peruana que el nuevo papa ha citado en su primer discurso. Es una diócesis pobre, llena de problemas sociales y donde ha conocido, desde el origen, el drama de la inmigración hacia Estados Unidos. En este sentido, es el puente entre el norte rico y el sur pobre.

En la diócesis de Chiclayo han surgido acusaciones contra él de supuesta inacción en casos de abusos, pero el Dicasterio de Doctrina de la Fe estudió a fondo las denuncias y lo descartó. En los últimos días estas acusaciones han vuelto a aparecer en algunos medios, incluso en forma de dossier, a medida que Prevost emergía como candidato, pero no ha constituido un obstáculo para su elección. Era un asunto conocido, pero en el Vaticano se considera una campaña de desprestigio, aunque a buen seguro la cuestión resurgirá en las próximas horas. Por otra parte, Prevost ha colaborado activamente para ayudar a las víctimas del escándalo del Sodalicio de Vida Cristiana, poderoso grupo ultracatólico peruano que finalmente ha sido disuelto por el papa Francisco este año. Prevost ayudó a los periodistas que destaparon el caso a reunirse con Francisco para informarle de primera mano.

El nuevo papa fue nombrado cardenal en 2023 y, enseguida, Francisco lo señaló, en uno de esos gestos que delatan cierta predilección, al llevarlo a Roma como prefecto del potente Dicasterio para los Obispos, un puesto clave en el que se designan los jefes de las diócesis de todo el mundo y donde ha rejuvenecido cientos de cargos con prelados fieles a la línea de Francisco, pastores “que huelen a oveja”. Bergoglio lo había conocido años atrás a través del cardenal jesuita peruano Ricardo Barreto.

También fue elegido prior general de su orden, los agustinos, en 2001, cargo que ocupó hasta 2013. En todas estas responsabilidades ha demostrado dotes de gobierno, y también le han hecho conocer la curia y ser conocido en ella. Era algo que muchos electores consideran necesario para el nuevo papa, pues no se deseaba alguien que llegara como un extraño al Vaticano y no fuera consciente de sus peculiaridades. Nadie quería un nuevo enfrentamiento de la curia con el pontífice, como con Bergoglio.



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