EL PAÍS puso en marcha en 2018 una investigación de la pederastia en la Iglesia española y tiene una base de datos actualizada con todos los casos conocidos. Si conoce algún caso que no haya visto la luz, nos puede escribir a: abusos@elpais.es. Si es un caso en América Latina, la dirección es: abusosamerica@elpais.es.

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El hombre que en 2018 acusó al cardenal peruano, Juan Luis Cipriani, de haber abusado de él en su infancia en 1983, está indignado por su presencia en el Vaticano en los preparativos del cónclave y por ver que la Santa Sede no toma medidas. El papa Francisco, tal como reveló EL PAÍS el pasado enero, consideró creíbles las acusaciones, lo apartó de su cargo como arzobispo de Lima en 2019 y le impuso un precepto penal: le obligó al exilio de Perú, le prohibió apariciones y declaraciones públicas, y llevar símbolos cardenalicios. Sin embargo, la semana pasada, Cipriani apareció en Roma, visitó el féretro del Pontífice vestido de cardenal, luego acudió a su tumba con el resto de los purpurados y también ha participado en las congregaciones generales. “El mensaje es que se murió el Papa y regresa la fiesta”, lamenta este ciudadano peruano, que pide no revelar su identidad.

Este caso pone sobre la mesa una de las cuestiones centrales del cónclave, pues ha marcado el mandato de los últimos tres papas: cuál será la actitud de la Iglesia con el próximo pontífice hacia el escándalo de la pederastia y con las víctimas de agresiones sexuales. Porque la polémica de una posible desobediencia de Cipriani hacia el difunto pontífice está creciendo desde hace varios días y tanto los cardenales como el Vaticano guardan silencio.

“Ha sido una sorpresa verlo aparecer en Roma, porque supuestamente no puede aparecer en actos públicos, y es indignante verlo vestido de cardenal, como ignorando toda sanción que ha recibido, y que él mismo ha firmado. Se está burlando de la Iglesia”, asegura esta persona. “Me parece increíble que con la muerte del Papa se cree un vacío tal que esta persona hace y deshace como si estuviera en su casa, cuando supuestamente está castigado, y se mueve con un protagonismo insólito. Es como que ahora que no hay Papa, es tierra de nadie y él hace lo que le da la gana”. Este periódico se puso en contacto hace tres días con el cardenal Cipriani, para conocer su versión de lo que está ocurriendo, y todavía no ha obtenido una respuesta.

El cardenal peruano Juan Luis Cipriani, en el centro de la imagen, conversa con otro prelado esta semana en Roma, en una captura de un informativo de la cadena televisiva RPP.
RPP Noticias

Precisamente, una de las razones que impulsó a este peruano a escribir al Papa en 2018, para relatarle su historia, fue la angustia que sintió en el cónclave de 2013 al pensar que Cipriani podía ser elegido papa. Y ahora le ha visto aparecer de nuevo en el que se va a celebrar a partir del 7 de mayo. Francisco, de hecho, también prohibió a Cipriani asistir al siguiente cónclave, pero cuando ha llegado el veto ha sido superado porque el cardenal peruano ya tiene 81 años, y cumplidos los 80 se pierde ese derecho.

El denunciante escribió una carta al Papa en 2018 con el relato de los abusos que sufrió en 1983. No quería ninguna indemnización, solo que apartara a Cipriani. Francisco se implicó personalmente, algo que estos años ha sido muy a menudo la única manera de que realmente la Iglesia se tomara en serio las denuncias: encargó una investigación a un sacerdote de su confianza de Lima y después le dio credibilidad a la acusación. Aprovechó entonces que Cipriani iba a cumplir 75 años en enero de 2019, edad en la que los obispos deben presentar su renuncia, para aceptarla de inmediato, y no dejarle seguir unos años, como suele ser habitual. Además, le impuso sanciones en un documento que el propio cardenal aceptó y firmó. Todo se mantuvo en secreto hasta que fue desvelado por este diario. Pero ahora esta persona reprocha al Vaticano que el castigo parece agua pasada: “Los cardenales que están en Roma con él hacen como que no lo ven, y son más de 100. Es increíble”.

El Vaticano ha eludido estos días aclarar el caso: los detalles concretos de la sanción de Cipriani, si la está incumpliendo o no, si algún cardenal ha planteado el problema, si el colegio de cardenales ha debatido la cuestión, si se va a tomar alguna medida. No hay ninguna postura al respecto.

Pese a las preguntas de los periodistas durante tres días consecutivos en el encuentro diario con los medios, el director de la sala de prensa vaticana, Matteo Bruni, solo dijo este miércoles que “el caso es conocido” y que, según las normas, todos los cardenales están invitados a participar en las reuniones previas del cónclave. Sobre lo demás, ha dicho que no tiene más información que añadir y se remite al comunicado que el Vaticano difundió en enero, tras la información de este periódico. Entonces confirmó que a Cipriani “le ha sido impuesto un precepto penal con algunas medidas disciplinarias relativas a su actividad pública, al lugar de residencia y al uso de las insignias”. Y precisó que el precepto seguía en vigor.

No obstante, Cipriani ya había tenido apariciones públicas y había vuelto a Perú. En enero viajó a Lima, donde asistió a un homenaje público y recibió la medalla de oro de la ciudad de manos del alcalde, Rafael López Aliaga, también miembro del Opus Dei. Tras la publicación de la noticia de este diario, defendió su inocencia, dijo que las acusaciones eran falsas y publicó varias cartas atacando al Papa, por castigarle “sin haberle escuchado”. Se enzarzó incluso en un cruce de misivas públicas con la Conferencia Episcopal de Perú (CEP), que emitió un duro comunicado en apoyo de la víctima y le aconsejó “abandonar las vanas justificaciones, el empecinamiento y el rechazo a la verdad”. La última carta de Cipriani a la CEP es del pasado mes de marzo, donde insistía en su inocencia y pedía una rectificación. La presidencia de los obispos peruanos le respondió el 7 de abril recordándole que no olvidara que el Papa le había tratado “con exquisita caridad pastoral y ha procedido uniendo la justica y la misericordia”, y reafirmando su cercanía a las víctimas de abusos. En Roma está también el cardenal de Lima, Carlos Castillo, presidente de la CEP, que conoce bien el asunto y puede explicarlo al resto de sus compañeros.

El cardenal y exarzobispo de Lima, Juan Luis Cipriani, recibe la medalla al mérito en una ceremonia en el ayuntamiento de Lima el pasado mes de enero.

Todo esto es intolerable para la persona que le acusa, que tras escribir al Papa recibió numerosas presiones y amenazas para redactar otra carta en la que se retractara. También recientemente ha sido objeto de insinuaciones para que colabore en limpiar la imagen de Cipriani. “Por muchos medios ha tratado de llegar a mí para pedirme una disculpa y poder usarla ante el Santo Padre en su momento. Como me negué, luego tuvo actitudes totalmente contra mí. Decía que era un chico con problemas psiquiátricos”.

Ahora, tras la muerte del Papa, la negativa de Cipriani a acatar su castigo ha vuelto a emerger con claridad. “No puede ser que en la iglesia haya esa confusión. Decir una cosa por un lado, y que por otro él haga y diga lo que le da la gana, y dé versiones totalmente ajenas a la verdad y contrarias a lo que sucedió”. Lo que espera de los cardenales, explica, es que tomen medidas y aclaren la situación: “Creo que el tema hay que zanjarlo y hay que mandar un mensaje claro y directo”. Opina que, ya que Cipriani no acepta el castigo del Papa y defiende su inocencia ―un precepto penal es una orden impuesta superior―, el Vaticano puede procesarle canónicamente y que así asuma por fin las consecuencias.

El jesuita Hans Zollner, exmiembro del Pontificio Consejo de Tutela de Menores y voz de referencia en el Vaticano en la lucha contra la pederastia en el clero, ya ha criticado el silencio del Vaticano: “No conozco las sanciones, pero si existen y las está desobedeciendo tienen que intervenir los cardenales, porque quiere decir que hay un problema de aplicación y de credibilidad de las sanciones”, ha declarado al diario argentino La Nación.

La organización estadounidense de denuncia de abusos Bishops Accountability, que lleva la mayor base de datos del mundo sobre el escándalo, ha exigido a la Santa Sede que actúe: “Es inquietante lo que la participación de Cipriani revela sobre la disfunción del Vaticano, incluso cuando actúa correctamente (…) Los cardenales deben demostrar que hablan en serio, y eso significa prohibir inmediatamente la presencia de Cipriani».



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