Ironías de mayo, y miren que el mes aún no acaba. La familia de unos narcos jala pa’l norte. La nación que quita visas a morenistas abre los brazos a parientes de criminales. Abrazos, no balazos pero en gabacho. Se van en bola, con lo que traen puesto; este país ya no es seguro, se lee en su lenguaje no verbal. ¿Qué es esto? ¿Un mundo raro? ¿Una mala serie? ¿Surrealismo puro?
A dónde irán…, parece uno escuchar Las golondrinas al ver imágenes de los Guzmán López que se apuran en una garita. Qué estampa. Mas como casi siempre, la cosa es harto sombría para los que se quedan. Ellos, todo indica, estarán en los iunaites. Ya la hicieron. ¿Y nosotros?
Es el inicio del fin de una leyenda de cuarenta años. Ha comenzado a bajar el telón del reinado criminal de Joaquín “El Chapo” Guzmán Loera. Él, refundido en una cárcel en Estados Unidos. Sus hijos, negociando impunidad. Su familia, a probar la hiel del desarraigo.
Al guionista que hubiera planteado una escena así como colofón de la biopic del narcotraficante más famoso del mundo, le hubieran pedido un poquito más de creatividad. Quizá ese sea el problema con el mundo real, no es para nada menos duro, aunque sea poco épico.
Los Chapitos van a cantar. Van a decirle a los güeros todo lo que quieran saber y hasta más. ¡Habemus pacto! Y aunque otro hermano ande a salto de túnel, según informa la prensa en Estados Unidos, allá se escribirá esta historia, porque México no domina la agenda ni siquiera de las desventuras de sus narcos, menos aún la de llevarlos ante la justicia.
Las y los mexicanos que de una u otra forma hayan sido víctimas del Chapo o de los Chapitos se quedarán con las ganas de que a estos se les juzgue en México, de que se les fuerce a pagar en su tierra el daño provocado a sus vecinos, a sus paisanos, a sus connacionales.
Los Chapitos eligieron su jaula de oro y bien harían los mexicanos en siempre recordar que estos a los que tanto cantan demasiados, al final serán solo unos delatores (para nada gente que confiesa movida por el arrepentimiento del daño causado, no, mercaderes de impunidad).
Ahí está la letra del próximo corrido. Ni narcos profesionales, ni narcos presentables, ni narcos que respetaban la plaza donde vivían, ni señores de palabra, ni jefes en una pax narca: eran solo criminales buscando rebajitas para sus masacres. Cuál leyenda, cuál proeza.
Se van los Guzmán López, pero dejan el problema. Los problemas, porque cuando no hay justicia, la repetición del daño es lo único seguro.
Rinden la plaza y ahora otros se creerán con derecho a reclamarla. Inicia otra era negra, otra derrota multidimensional: viene la nueva ronda de insomnios y pretextos del gobernador Rubén Rocha, la nueva exhibición de la falta de capacidades de las policías, local y nacional, y, desde luego y sobre todo, el nuevo terror de la ciudadanía: ¿será más o menos sanguinario el nuevo patrón? Porque el vacío se llenará, pero no por la autoridad del Estado, sino por otra mafia.
México, Sinaloa… el país y el estado que impávidos atestiguan cómo los narcos ven por los suyos y se los llevan al otro lado. ¿Y por la sociedad quién?
Ha triunfado el mal, nadie se equivoque. Aquí no es como las películas. El bueno no existe, mientras los malos son de verdad y hasta premio reciben en algunas cortes del país de la doble moral.
A la gente de acá, a lo mucho, le queda el disimulo. Ver la huida y musitar que tristeza, lo que se llama tristeza, quedarse aquí, a padecer el previsible efecto telúrico de la nueva jugarreta de Washington, que pacta con narcos sin que el gobierno de México meta ni las manos.
El colmo sería que a la mañanera llegara alguien con una propuesta de canción, ahora que a punta de ocurrencias andan queriendo despopularizar los narcocorridos. Sería una balada triste. La de los mexicanos a quienes nadie hace justicia, ciudadanos que ven cómo los malhechores abogan por sus familias, mientras por ellos, el pueblo, no vela nadie. La melodía estaría dedicada al despistado que todavía crea que los narcos son nacionalistas. Ni esa nobleza tienen.
Comentarios