La agencia de calificación crediticia Moody’s retiró este viernes la máxima nota a la deuda del Tesoro de Estados Unidos. El rating de la primera economía mundial ha pasado a Aa1 desde Aaa, la nota de la que pueden presumir países como Alemania, Australia, Suiza, Singapur, además de un puñado de empresas y dos recientes objetivos de las ansias de Donald Trump: Canadá y Dinamarca. La decisión, que en todo caso alinea a esta firma con las otras dos grandes del sector, Fitch (que rebajó en 2023) y S&P (en 2011), se debe al impacto en la solvencia del país tanto de un déficit público que podría aumentar si se concretan las rebajas de impuestos previstas como por el debilitamiento de la economía en un contexto, aun mitigado respecto a hace un mes, de guerra comercial.
La decisión ha devuelto uno de los movimientos de mercado que marcaron el mes de abril: la venta de los activos estadounidenses de referencia, como la deuda a largo plazo y el dólar. Los bonos del Tesoro a 10 años cotizan con una subida de 9,4 puntos básicos y han llegado a superar el 4,5%, mientras los de 30 años suben 10 puntos básicos y han tocado el 5% por primera vez desde agosto de 2023. Según avanzaba la jornada los temores se han atenuado y los bonos han bajado ligeramente por debajo de esos niveles. El dólar, por su parte, cotiza con una caída del 0,7% frente al euro y se cambia a 1,124 unidades por cada divisa europea.
La noticia supone una sorpresa relativa: las perspectivas fiscales de Estados Unidos son ampliamente conocidas por la comunidad inversora, pero al tiempo la decisión de Moody’s confirma la tendencia de fondo. “No creemos que la rebaja de la calificación tenga un impacto importante en sí misma”, indica en una nota Darío Messi, responsable de Renta Fija de Julius Baer, “pero recuerda a la comunidad inversora que la dinámica fiscal estadounidense no es sostenible a largo plazo. También pone aún más peso sobre la Reserva Federal para demostrar una independencia absoluta”.
Déficit disparado
El déficit público anual de EE UU supera los dos billones de dólares, equivalente al 6,3% del PIB y a pesar del buen desempeño económico de los últimos años; Moody’s espera que se dispare al 9% en 2023, un nivel superior, por ejemplo, al que tenía España antes del rescate bancario. Ahora bien, el estatus del dólar como moneda de reserva global permite al país operar con este nivel de desequilibrio, pues inversores y bancos centrales internacionales mantienen sus reservas de divisas mayoritariamente en dólares, y las invierten en activos seguros (es decir, deuda del Tesoro) para obtener rendimientos. Pero la deriva de las políticas económicas actuales está socavando este estatus.
Ya en el mes de abril el anuncio de los aranceles recíprocos castigó con fuerza a los activos estadounidenses, acercando la deuda a 10 y 30 años a los niveles actuales del 4,5% y 5%. La rapidez de las caídas de los precios de los bonos (que evolucionan a la inversa de los rendimientos), desataron una dinámica bajista autoalimentada que alcanzó al dólar y obligaron a actuar a la Casa Blanca: los inversores dejaron de considerar a los activos estadounidenses un puerto seguro. El propio estatus de los activos de EE UU estaba en jaque.
Trump decretó una tregua de 90 días y los mercados se recuperaron. Pero las dudas sobre el déficit público han devuelto las caídas a la renta fija, que cotiza con tipos superiores a los de entonces. “El aumento de los rendimientos a largo plazo aumentará la carga de intereses”, según Société Générale. “A largo plazo, la erosión del estatus de refugio del Tesoro tiene implicaciones para el dólar y la demanda extranjera de bonos del Tesoro y otros activos estadounidenses”. En similares términos se expresa la gestora Franklin Templeton, quien espera una “peligrosa espiral para los rendimientos estadounidenses” a medida que la salida de grandes inversores aumenta el coste de la deuda. Según la agencia Bloomberg, el equipo de estrategia macro de Citi aconseja coberturas ante subidas del tipo de interés de la deuda a 30 años y bajadas del dólar, por el riesgo de un “momento Liz Truss” en la deuda, en referencia al desplome del bono británico provocado por los planes presupuestarios de la premier que menos ha durado en la historia.
Otros expertos son más cautos; el mismo banco de inversión (Citi) indica en otro informe distinto que “apenas supone diferencia a la hora de establecer ponderaciones de riesgo o a efectos de garantías […]. Sin embargo, pensamos que esto llega en un mal momento para el sentimiento”. En esta misma línea, UBS ve más titulares negativos que un cambio fundamental: “La mayoría de los mandatos de inversión no exigen calificaciones AAA para los bonos de EE UU, y los bancos centrales siguen valorando el Tesoro por su liquidez”. La gestora MFS, por su parte, recuerda que la prima de riesgo de EE UU ya ha aumentado en los últimos meses, “reflejando la elevada incertidumbre de la política comercial y la preocupación de los inversores por la credibilidad del marco político”. A corto plazo, la firma espera que la rebaja “erosione aún más el apetito de los inversores mundiales por los activos estadounidenses, aunque sea marginalmente. Ya hemos observado una importante rotación mundial desde EE UU hacia Europa y otros mercados desde principios de año, un tema que sigue siendo relevante para lo que queda de 2025″.
Mirabaud es también más pesimista: “Si nos atenemos a las consecuencias bursátiles de la rebaja de la calificación de Estados Unidos en 2011, la decisión de Moody’s podría costar a los mercados más que una guerra comercial”, indica la gestora francesa. “Las ondas expansivas no han hecho más que empezar a sentirse: los inversores, las aseguradoras y los fondos de pensiones tendrán ahora que tener en cuenta una prima de riesgo soberano en el corazón del sistema financiero mundial”.
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