“¿La tumba de Jim Morrison, por favor?”. El operario se encoge de hombros mientras un grupo de turistas sigue escudriñando el mapa en busca del camino que conduzca al final hasta la lápida del cantante de The Doors, la gran atracción del cementerio parisino de Père Lachaisse. El labertíntico camposanto, en el distrito XX de la capital francesa, acoge los restos de titanes de la cultura como la cantante Édith Piaf, el escritor Marcel Proust, el pianista Chopin o el dramaturgo Molière entre sus 70.000 sepulcros. Pero el de Morrison, el más visitado desde que fue enterrado aquí, ha levantado siempre una fascinación extraordinaria. Tanto, que en 1988 ocurrió algo insólito.
Los guardias del cementerio, durante su patrulla habitual por el recinto de 43 hectáreas, el espacio equivalente a la superficie del Vaticano, se dieron cuenta una mañana de que el busto blanco del cantante colocado sobre su lápida, obra del escultor croata Mladen Mikulin, había desaparecido. La escultura, que ya por entonces se encontraba completamente pintada y garabateada con firmas de visitantes a quienes les parecía una buena idea dejar su rastro en la cara del cantante, había sido colocada ahí en 1981 para conmemorar el décimo aniversario de su muerte. Pero la devoción que levantaba ya el líder de la banda californiana, muerto de sobredosis en París en 3 de julio de 1971, terminó en un extraño robo.
El lunes, 37 años después, la policía recuperó la pieza en una operación que no tenía nada que ver con este asunto. Un registro judicial fortuito, señalaron. Según la foto compartida por la policía judicial, el busto no parece haber sido dañado: su nariz está rota, como entonces, y la estatua sigue cubierta de grafitis.
Los turistas que logran llegar a la tumba este martes no tienen ni idea de la existencia de esa escultura. Pero hoy tampoco pueden acercarse demasiado hasta la lápida, tradicionalmente decorada con latas de cerveza vacías, paquetes de cigarrillos y otra parafernalia supuestamente del gusto del difunto. Unos operarios han acordonado la zona y están reparando desperfectos y acondicionándola para que sea más cómoda de visitar. “Sí, algo hemos oído sobre el busto. Pero mire, no creo que sea buena idea volverlo a colocar aquí. Si ya lo robaron una vez, por qué no van a hacerlo otra”, señala uno de ellos.

Tras aquel robo, surgieron varias hipótesis sobre dónde pudo haber estado la estatua todos estos años. Algunos creen que una furgoneta logró entrar al cementerio la noche anterior a la desaparición del busto. Otros piensan que fue la propia administración la que recuperó la escultura y la almacenó fuera del alcance de los visitantes.
Todo era hoy casi tan confuso como la propia muerte del cantante, cuyo viaje a París, donde falleció por sobredosis, debía ser un momento para dedicarse a la escritura y limitar los excesos. Un paso hacia el ansiado anonimato, tomando distancia de los Doors y, en general, del mundo del espectáculo. El 3 de julio sufrió una parada cardíaca provocada por una sobredosis. Su cuerpo fue encontrado por su compañera Pamela Courson en la bañera del piso del barrio de Le Marais donde vivían juntos. La otra versión, sin embargo, publicada en 1973 por el periodista Hervé Muller en el libro Jim Morrison, últimos días en París, apunta a que habría muerto en los baños de la discoteca Rock’n’Roll Circus y luego transportado a su casa.
La historia del busto, sin embargo, está más cerca de resolverse. Benoît Gallot, actual conservador del cementerio, autor de La vida secreta de un cementerio, La vie secrète d’un cimetière (Les Arènes), se refería a este caso en su obra. “Tras comprobarlo, puedo certificar que esta última teoría es falsa: no hay rastro del busto en un lugar secreto, salvo una versión de reemplazo colocada ilegítimamente en los años 1990, la que estaba en mi despacho en el momento de asumir el cargo”, precisaba en su libro de 2022. Y añadía: “Su desaparición sigue siendo hasta hoy un enigma, y cabe pensar que algún día reaparecerá, quién sabe”.
Comentarios