La criminología define a los asesinos en serie como aquellos que matan a tres o más víctimas en momentos distintos y lugares diferentes. Según esta definición, Allal El Mourabit Ahmmar, un español de 54 años y origen marroquí, es presuntamente uno de ellos. El Mourabit —que ya había sido condenado en 2018 por un delito de yihadismo a tres años de cárcel— fue detenido en Francia el pasado 25 de marzo como supuesto autor de los crímenes de tres agricultores cometidos algo más de un año antes en Navarra y Lleida con tan solo 44 días de diferencia.
Estos son los hitos de la investigación que, según fuentes cercanas a las pesquisas, permitió a la Unidad Central Operativa (UCO) de la Guardia Civil cazar al presunto autor de las muertes de Pedro Oyón (68 años) el 22 de noviembre de 2023 en Tudela (Navarra); José Luis Aguado (80) en Ribaforada (también en la comunidad foral) el 21 de diciembre del mismo año; y Ramón Rosell (84), sucedida el 5 de enero siguiente, en Vilanova de la Barca (Lleida).
Restos en el volante. Aguado fue hallado muerto tres días antes de la Nochebuena de 2023. El cadáver, con signos de violencia, fue encontrado en un huerto a las afueras de Ribaforada al que había acudido a trabajar. Su automóvil, un Opel Astra de color rojo, había desaparecido. Este fue localizado dos semanas después a más de 200 kilómetros, en un polígono industrial de Lleida. El Servicio de Criminalística del instituto armado sometió entonces al vehículo a una inspección ocular en busca de indicios del ladrón, al que consideraban también autor de la muerte del agricultor. Los hallaron en forma de pequeños restos de piel en el volante y otros lugares del asiento del conductor. De aquellas células epiteliales se extrajo el ADN para contrastarlo con las bases de datos donde se guarda esta información de miles de delincuentes. No hubo suerte. Ningún perfil genético coincidía. Sin embargo, sí permitió relacionar este crimen con el de las otras dos víctimas.
95.000 incidentes revisados. Si el laboratorio no aportó resultados inmediatos, tampoco lo hicieron la revisión de las cámaras cercanas al lugar del crimen de Ribaforada ni el análisis de las conexiones de teléfonos móviles en la zona. La Guardia Civil decidió entonces buscar una aguja en un pajar y analizar todos los hechos “de interés policial” registrados en fechas cercanas al crimen por cualquier cuerpo policial en un amplio radio de acción. Incluidos aquellos que no tuvieran apariencia delictiva, como las llamadas de vecinos que aseguraban haber visto a alguien merodear. En total eran 95.000 incidentes que, finalmente, aportaron un hilo del que tirar: la denuncia de un vecino de Cárcar, una localidad navarra de poco más de 1.100 habitantes y situada a 58 kilómetros al noroeste de Tudela, lugar del primer crimen, y a 69 de Ribaforada, donde se cometió el segundo.
Una autocaravana. Este vecino había denunciado un mes y medio antes del asesinato de Aguado que alguien había entrado en una autocaravana de su propiedad para dormir. La inspección ocular del interior del vehículo permitió recuperar restos biológicos de aquel anónimo okupa que coincidían con los de la persona que había matado a los tres agricultores. La UCO recorrió entonces todas las localidades entre Cárcar y Ribaforada a una orilla y otra del río Ebro en busca de testimonios, vídeos o cualquier otro indicio sobre el asesino, convencida ya de que el rumbo que había seguido el criminal era de norte a sur. Esa pista la encontró en Azagra (3.750 habitantes, Navarra), a 14 kilómetros. Allí, una persona había denunciado la actitud sospechosa de un individuo cerca de su huerto, en el que tenía instalada una videocámara. La revisión de las grabaciones permitió obtener la imagen de un hombre al que, sin embargo, no se le veía nítidamente el rostro porque llevaba un gorro. Sometido el fotograma a un programa informático que busca coincidencias faciales y corporales con los recogidos en las fichas de delincuentes, la pista arrojó decenas de nombres de sospechosos. Entre ellos ya estaba el de El Mourabit.

Varón y pelo oscuro. En paralelo, a 700 kilómetros de distancia, el Instituto de Ciencias Forenses Luís Concheiro de la Universidad de Santiago de Compostela iba a aportar una nueva pista. La Guardia Civil había remitido una muestra del ADN para hacer un estudio del genotipo y origen geográfico del desconocido asesino. El resultado permitió reducir el número de sospechosos al revelar que correspondía a un varón de origen magrebí con los ojos castaños y el pelo oscuro. Tras esta descripción, las sospechas se centraron en El Mourabit, ya que además de coincidir con sus rasgos físicos, los agentes ya sabían entonces que residía en Vitoria (Álava) ―un punto de partida compatible con el recorrido del asesino― y que estaba en paradero desconocido desde el 27 de septiembre, menos de dos meses antes del primer crimen, cuando se arrancó la pulsera de control telemático que llevaba por orden judicial tras su condena por yihadismo. También habían comprobado que tanto Navarra como Lleida no eran desconocidas para él, ya que había vivido en ambas zonas hacía años.

ADN de dos hermanos. Convertido en el principal objetivo de las pesquisas, los agentes necesitaban una muestra indubitada de su ADN o, al menos, de algún familiar cercano para compararla con las recogidas en las escenas de los crímenes y confirmar las sospechas. Mientras él siguiera en paradero desconocido, solo quedaba la segunda opción. La titular del Juzgado de Instrucción número 3 de Tudela, que lleva las causas por los dos asesinatos de Navarra, emitió una orden para obtener muestras biológicas de dos hermanos del sospechoso. El laboratorio confirmó poco después que estas compartían aproximadamente un 50% del ADN con la persona que había dejado los restos hallados en el volante y, por tanto, que estas pertenecían presuntamente a El Mourabit. A partir de ese momento, los acontecimientos se precipitaron. Como el coche que robó al tercer asesinado en Lleida había aparecido hacía tiempo en la localidad francesa de Béziers (73.000 habitantes, a 280 kilómetros de la frontera con España), la jueza emitió el 21 de marzo una Orden Europea de Detención y Entrega (OEDE). La Policía gala, que ya había detectado la presencia de El Mourabit en esta ciudad, lo detuvo cuatro días después cerca de su catedral tras un forcejeo para reducirlo. El 24 de abril era entregado en la frontera de La Jonquera. El considerado último asesino en serie conocido en España no quiso declarar ni ante la Guardia Civil ni ante la jueza. Por qué asesinó a los tres agricultores ―salvo los vehículos a las dos últimas víctimas, no les robó nada― sigue siendo una pregunta sin respuesta.
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