La maestra Celeste ha sido transferida a otra escuela y tiene pocos días para convivir con los alumnos de primaria que se iniciaron con ella. De la mano del entusiasmo, la ternura y la calidez de la niñez, enfrentarán un mes de septiembre lleno de movimientos y revelaciones. En su salón de clases vivirán la obtención de sus primeros aprendizajes y espacios para socializar, a la par de reconocer y estar preparados para los aciagos temas que les puede tocar vivir. La falla, un documental de la directora Alana Simões —ya disponible en cines de México—, otorga una mirada íntima a las fisuras de la infancia dentro de un salón de clases en México y cuestiona: ¿cómo podemos apoyar y acompañar a quienes se hacen cargo de nuestros niños?

La falla es un proyecto que Simões, de 45 años —nacida en São Paulo y de nacionalidad mexicana—, lo viene cocinando a fuego lento desde 2019. Se interesó en la vocación de los jóvenes que quieren formar a niños y niñas, especialmente en un contexto como el de México, “tan delicado”, donde la tarea de narrarles el mundo a los pequeños es una “muy compleja”. Así conoció a Celeste, quien aún era normalista, pero se atravesó la pandemia por la covid-19 y el proyecto quedó pausado. Dos años después se volvieron a contactar y la estudiante ya se había convertido en una maestra. La directora quedó fascinada con su grupo de estudiantes en Acatic, Jalisco: “Me encantó todo lo que se estaba tejiendo con ese grupo. Decidí que ahí estaba la película”.

Las ideas alrededor del documental flotan como conceptos dentro de un aula, en la que cada quien puede dar una definición sobre un tema acorde a su propia visión. Para Celeste, La falla fue una oportunidad para que la sociedad viera un aula desde adentro, ya que desde fuera “realmente no saben qué implica el trabajo docente, ni tampoco qué es lo que viven los niños”. “No imaginaba que lograríamos esto, pero fue el medio ideal que permite ver más allá de lo que la sociedad ve en un maestro y en una escuela”, afirma a través de una videollamada.

Para Simões fue la conglomeración de muchas ideas alrededor de ese salón de clases, desde fallas sistémicas que de alguna manera se repiten, “estos patrones atávicos que a veces no logramos desarticular”, explica. “Por otro lado, esas cosas que se tejen mucho en la profundidad de la Tierra y que de repente brotan”, complementa.

El salón de clases como espacio narrativo permite explorar no solo el aprendizaje formal, sino también el conocimiento informal en valores como la amistad, la confianza y la solidaridad; en medio de dibujos, colores, recreos con juegos y conversaciones, pero también con conceptos que, aunque duros y que no deberían ser concebidos en la mente de un niño de segundo grado de forma tan prematura, sí hay que abordarlos: como tiroteo, violencia o abuso.

La falla, que se hizo con una mención del jurado en el Festival de Cine de Morelia, muestra la habilidad y la vocación de Celeste para abordar temas que, desde cada familia y cada perspectiva, pueden ser contrariamente opuestos. Además que hallar ese punto intermedio para explicar las cosas, sin caer en extremos, puede ser un gran desafío. “Todos tenemos que responsabilizarnos de alguna manera de nuestra parte en este sistema educativo. También hay que valorar mucho lo que les toca a las maestras y maestros, porque efectivamente es muy delicado hablar de temas incómodos de una manera adecuada. Eso requiere mucha habilidad y a veces de mucha energía”, afirma la realizadora.

Parte del juego del documental es el espejo frente al que se mira, ya que los niños también toman la cámara. Ese juego metacinematográfico, como parte de una tarea de hacer un video de despedida para su maestra, los hace más cercanos, más íntimos. Deja ver qué les molesta, qué los lastima y qué los alegra. Simões incorpora esos momentos al metraje como una forma de comprender su mundo. Fue parte del trabajo horizontal que se trató de plasmar durante todo el rodaje, explica la directora.

“Nuestro crew tuvo mucho esa cuestión empática de volverse un poquito niños y niñas. Estábamos en el suelo, en los pupitres. Siento que todos conectamos un poco con esa parte de nosotros. Eso a los niños yo creo que también les hizo aceptarnos», agrega.

La película, según cuenta Celeste, fue proyectada en las instalaciones de la Casa de la Cultura de su comunidad, en medio de risas, conversaciones y señalamientos entre los pequeños. Aunque uno de sus deseos es que sus exalumnos puedan volver a tener la experiencia, solo que esta vez en el cine.

“Al finalizar la proyección, los papás expresaron su reconocimiento a este trabajo, porque realmente nadie había volteado a ver a los niños. Nadie se había puesto a su nivel y se puso a observar su mundo como lo muestra este documental. Entonces los papás se mostraron agradecidos y muy felices. Verme a mí misma dar una clase y sobre todo en una pantalla me ha hecho reflexionar sobre mi práctica y darme cuenta que a lo mejor, en ciertas partes, pude haberlo hecho mejor. Me ha ayudado mucho para ser mejor maestra cada día”, finaliza Celeste.



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