A punto de completar 8 meses en la Presidencia de la República, Claudia Sheinbaum encara una revuelta que pone en entredicho el discurso de la hegemonía de su partido, la narrativa de un nuevo modelo de progreso y la imagen de control de los problemas sociales.
El obradorismo pavimentó su largo camino al poder abanderando causas populares que en tiempos del PRI y del PAN fueron no solo olvidadas o menospreciadas, sino sujetas a estigmatización mediática y ninguneo; sin obviar, desde luego, la represión policiaca.
En esa ruta, caminaron juntos Andrés Manuel López Obrador y la Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación. Fueron compañeros en la lucha que veía en la alianza SNTE-Gobierno federal a un poderoso adversario en común.
Las y los maestros de la CNTE dieron a AMLO su apoyo en las elecciones. Y tras 2018, guiado por eso de “amor con amor se paga”, prontamente el tabasqueño canceló la reforma educativa de Peña Nieto y procuró diversas concesiones para los educadores.
Andrés Manuel y la CNTE se reunieron en una veintena de ocasiones durante el sexenio pasado; a pesar de ello, al final de ese gobierno los segundos se dijeron desencantados de que no se derogara la ley de pensiones, ésa que hoy piden a la presidenta Sheinbaum cancelar.
No obstante, en abril de 2024, a punto de cerrar su periodo, López Obrador encomió a la CNTE por “su trayectoria de lucha en bien del magisterio y de la verdadera democracia”, y porque fue “la vanguardia en la defensa del derecho a la educación” en el periodo neoliberal.
Un año después el desencuentro entre Morena y la CNTE ha escalado a un punto no visto en el sexenio anterior. Las y los maestros de la Coordinadora llevan diez días de plantón en el Zócalo, y además de paralizar por horas la capital, bloquearon una mañanera de Palacio.
Surgida en 1979, contrapeso al Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación, que prefiere aliarse al gobierno en turno a una genuina defensa de los intereses de las y los maestros, la CNTE de hoy es lo más parecido a la CNTE de antes del 2018.
Los que parecen haber cambiado son los discursos obradoristas, empezando con el de Sheinbaum y los de voceros oficiales y oficiosos que, en un raro homenaje a los portavoces de tiempos del PRI y del PAN, en estos días deploran las movilizaciones y bloqueos del CNTE.
Esta nueva ola de protestas de la Coordinadora tiene su precedente en un triunfo. Porque así funciona su dinámica: se movilizan, obtienen algo de lo que pretendían, se repliegan tácticamente solo para volver a movilizarse… Ellos no engañan, su reclamo es perenne.
Por lo mismo hay quien cree que Sheinbaum cometió un error en marzo, cuando pidió al Congreso retirar una propuesta de reforma a la ley del ISSSTE, que acarrearía un alza en el pago de cuotas a trabajadores de mayores ingresos. La CNTE se opuso, y ella cedió.
La victoria no provocó, como adivinaría cualquiera que conozca a la CNTE, un repliegue de la Coordinadora, ni la apertura a reconsiderar la demanda de echar abajo el modelo de pensiones mediante ahorro individual de los trabajadores del Estado, impuesto en 2007.
Fue ese triunfo parcial de hace dos meses el que impulsó el paro nacional que inició el 15 de mayo en la treintena de secciones sindicales de la CNTE. Además de no dar clases, una fracción de esos cientos de miles de maestros se instalaron desde tal día en el Zócalo.
Los maestros piden aumento salarial de cien por ciento, y la anulación de la mencionada reforma de la ley de pensiones para dejar a un lado el sistema individual de las Afores, entre otras demandas.
La presidenta Sheinbaum, que anunció el 15 de mayo un aumento de 9 por ciento retroactivo a enero al salario magisterial, ha dicho que entiende las demandas de la CNTE pero que “a veces el presupuesto no alcanza”.
En eso estaban las negociaciones, con una cita presidencial pactada para el viernes 23 de mayo, cuando las movilizaciones magisteriales de esta semana llevaron el discurso gubernamental a un nivel de ruptura y descalificación no visto con AMLO.
Un bloqueo de Palacio el miércoles impidió a la presidenta recibir a la prensa para dar su habitual mañanera, y aunque al final sí hubo telepreguntas, Sheinbaum cambió el tono de sus comentarios hacia la CNTE, y su secretaria de Gobernación hizo lo propio.
Este viernes, la presidenta los igualó con la derecha. “Estaba oyendo o viendo ahí en las redes que algunos”, dijo ayer, “que no sé si son maestros o no, pero ya están llamando a boicotear la elección del Poder Judicial; bueno, entonces se juntan los extremos, ¿no?”.
Por su parte, Rosa Icela Rodríguez, titular de Segob, incorporó otro elemento que empata el discurso gubernamental del presente con el que se escuchaba antes de 2018: “La pregunta es ‘¿ellos quieren la mesa?’”, dijo la funcionaria el jueves, y agregó “la hemos estado ofreciendo, pero en estas condiciones, les pregunto también a ellos. Había o hay una oferta de una reunión, pero en estas condiciones, ¿se puede hacer, se debe hacer, afectando a la población, a los niños que se quedan sin clases? No sé…”, respondió.
Eso de “los niños que se quedan sin clases” podrían rubricarlo adversarios de Morena y la CNTE, como Claudio X. González o Aurelio Nuño, exsecretario de Educación de EPN. A frases como esas, la Coordinadora respondió con un bloqueo al aeropuerto capitalino.
Pero lo más sintomático del cambio de la postura oficial es una cascada de mensajes, de las cuentas que defienden permanente al gobierno en redes sociales, que deploran la beligerancia de la CNTE y su no allanamiento al gobierno de la presidenta Sheinbaum.
Así, mientras Rosa Icela ofrece “diálogo, diálogo y más diálogo. Y cuando nos cansemos, también diálogo”, la realidad es que más allá de la cancelación de la cita Sheinbaum-CNTE, hay una operación mediática oficialista en contra de los maestros. Como en el pasado.
La situación tiene contra la pared a la presidenta porque la CNTE enarbola —como Morena muchas veces— demandas que es muy popular y poco costoso hacer desde la oposición, pero que una vez en el ejercicio del gobierno el cumplirlas resultaría catastrófico.
Sheinbaum es presa de su propio discurso. Ella que a menudo critica propagandísticamente el rescate bancario de los noventa, ahora debe escuchar que los maestros le digan que si no hay dinero para sus demandas es porque no se anima a ir por los fondos del Fobaproa.
Y lo mismo con las Afores: Morena hizo de ese mecanismo una piñata para azuzar a sus huestes en contra de medidas del pasado. Hoy la presidenta sabe que sin esa forma de despresurizar al Estado de la obligación de dar pensión universal, México simplemente es inviable.
El obradorismo ha vivido de vender el espejismo de promesas hechas a partir de un silogismo que sostiene que, si la causa es justa, será no solo posible, sino obligado implementarla en el sistema de gobierno que México tiene el día de hoy.
Si mañana, porque no sería para nada raro, la CNTE pide no renovar el TLC de Norteamérica, ¿quién está siendo fiel a sí mismo, los maestros o quienes vendieron la idea de que un retorno a un pasado de Gobierno todo proveedor era no solo aspiracional sino factible?
El problema para la presidenta es que a diferencia de otras causas que el obradorismo ha ido dejando en el camino —EZLN, defensores del territorio, víctimas de la violencia…— la CNTE cuenta con capacidad de movilización y larga experiencia en aguantar.
Al obradorismo, al llegar a Palacio los reclamos por Ayotzinapa se le fueron resbalando, confiado en que el acompañamiento social a las protestas por los jóvenes de Iguala nunca fue tanto como en el periodo de Peña Nieto. Administraron a los padres y los contuvieron.
La CNTE, en cambio, es incontenible. Y está convirtiéndose en un factor de desgaste de la idea de un gobierno sin reclamos sociales u opositores, con modelo de progreso alternativo y monopolio del discurso progresista.
A la CNTE, descalificaciones en redes sociales o mañaneras le tienen sin cuidado. Sienten que encarnan el Pepe Grillo que dice al oído al obradorismo que dónde quedó la promesa de acabar el modelo neoliberal de pensiones y de combatir el charrismo y el corporativismo.
Porque el gobierno no parece advertir que agravia al CNTE por su alianza misma con el SNTE, que le ha propuesto afiliaciones masivas, que seguramente operará en la elección judicial y que ha recibido, como en los tiempos idos, cariño en forma de puestos de elección.
Los compañeros de la CNTE miden el tiempo en otra dinámica. Más allá de los sexenios. Tanto que tuvieron cierta paciencia en el de AMLO, pero a la compañera presidenta le demandan réditos de la lucha librada juntos por el poder, y los quieren ya.
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