El dictador Francisco Franco tiene una ocurrencia mientras está de caza: España debe ganar Eurovisión. A su esposa, Carmen Polo, le haría mucha ilusión. Manuel Fraga, entonces ministro de Información y Turismo, traslada la orden a los despachos de RTVE. Ganar Eurovisión se convierte en una misión de estado. En la serie La canción, que Movistar+ estrenó el pasado jueves 8 de mayo, la tarea recaerá en Esteban, un joven ejecutivo de la televisión pública ansioso por ascender y que aquí ve una oportunidad para lograr su puesto soñado. En el camino estará acompañado por Artur Kaps, realizador de origen austríaco responsable de los grandes espectáculos televisivos de la época. Juntos elegirán la canción más eurovisiva posible, seleccionan el cantante ideal (Joan Manuel Serrat), vuelven a seleccionar la cantante ideal (Massiel) cuando el primero dice que solo cantará en catalán, y finalmente preparan una candidatura a contra reloj y se presentan a un certamen con contratiempos de todo tipo.
Con tono ligero y trufada de material de archivo, los tres capítulos de La canción combinan humor y recreación de la sociedad y política de la época mientras se adentran en uno de los momentos cumbre de la cultura popular española. “Hay más gente de esa generación que recuerda dónde estaba cuando ganó Massiel que cuando llegó el hombre a la luna unos meses más tarde”, dice Pepe Coira, creador de la serie junto a Fran Araújo. Ambos vienen de trabajar juntos en Hierro y Rapa, también en Movistar+. Para su nueva ficción querían ahondar en el humor que ya estaba presente en los policíacos ambientados en las islas Canarias y en Galicia, pero cambiar totalmente de tercio. En la victoria de Massiel en Eurovisión encontraron un asunto apasionante, no solo por el festival de 1968, que ya de por sí tenía todos los giros que podría necesitar un buen thriller, sino por la posibilidad que ofrecía el tema para retratar el aperturismo franquista, cuando España quería mostrar una cara moderna al mundo. “Era una época muy contradictoria, con gente muy moderna y muy antigua mezclada”, describe Coira.

Decenas de revistas del corazón, una gran bibliografía sobre la televisión y la música de la época y entrevistas con protagonistas como el Dúo Dinámico, autores de La, la, la, sirvieron a Coira y Araújo para documentarse antes de ponerse a escribir el guion. “Hablamos con gente de las discográficas de ese momento, leímos todos los libros sobre la historia de RTVE, la biografía de uno de los fundadores de la discográfica Edigsa, la discográfica catalana de Serrat, todos los dietarios de Fraga… Leímos mucho para llenarlo de detalles y entender la cadena de eventos que hay detrás”, dice Araújo.
Una vez que conocían al dedillo el ambiente en el que se desarrolló esta hazaña, tocaba imaginar. Ficción y realidad se entrecruzan en La canción sin que sus creadores quieran desvelar qué aspectos concretos pertenecen a una y a otra. Sí queda claro que el protagonista, interpretado por Patrick Criado, es un personaje inventado, aunque inspirado en otros reales. También su novia, a la que da vida Laia Manzanares y decisiva en la serie para las elecciones eurovisivas y para contar el movimiento estudiantil de la época. Una pista para los espectadores: de casi todos los personajes reales aparece en la serie alguna imagen de archivo real. Así ocurre con Kaps (Àlex Brendemühl), el representante Lasso de la Vega (Mariano Peña), el director de orquesta Rafael Ibarbia (Carlos González), la actriz y presentadora de Eurovisión Katie Boyle (Chloe Berman) o el cantante Cliff Richard (Garmon Rhys). También tienen sus trasuntos Manuel Fraga (Xose A. Touriñán) y Francisco Franco (Luis G. Gámez). Y, por supuesto, los otros dos grandes protagonistas de esta historia, Joan Manuel Serrat, interpretado por Marcel Borràs, y Massiel, a quien da vida Carolina Yuste.

“Lo más divertido es que las cosas más raras que ocurren, son rigurosamente ciertas”, dice Pepe Coira. Por ejemplo, la mascarilla con patatas que Massiel le pone a Katie Boyle para que no se note que ha estado llorando antes de salir a presentar Eurovisión. Otras quedaron fuera porque eran demasiado inverosímiles incluso para una ficción. “Una cosa que me trae loco es que esa crisis de Katie Boyle se la provoca el productor ejecutivo de la BBC diciéndole que su marido la está engañando. ¿Qué tiene en la cabeza para decirle eso minutos antes de empezar la gala?”, dice Coira. Eso ocurrió. O que Cliff Richard, favorito para ganar en esa edición con Congratulations, se encerrara durante las votaciones en los baños del Royal Albert Hall de Londres a cantar góspel. Otras cosas que aparecen en la serie no sucedieron, pero podrían haber ocurrido. El objetivo de los creadores era ser veraces, mantenerse dentro de lo plausible.
Coira y Araújo prefirieron dejar al margen a los grandes protagonistas y no contactaron con Serrat ni con Massiel. “Es un relato histórico y no una biografía de ellos. Si hablas con ellos ahora te hablarán de un recuerdo, e incluso los propios hechos a lo largo de los años los han contado de maneras diferentes e incluso contradictorias”, justifica Araújo. Ambos creadores destacan su cariño y respeto hacia ambos cantantes. “Fueron momentos muy diferentes para los dos. Para Serrat no es un momento feliz de recordar, fue complicado y es algo de lo que hace tiempo que ya no quiere hablar. Incluso para Massiel, que fue un éxito que le cambió la vida, también ha contado que le ha podido cambiar para mal en algunas cosas”, defiende Araújo.

El trabajo de documentación no solo se refleja en el guion y la historia. El vestuario y los lugares donde se rodaba debían recrear los de entonces y, en algunos casos, copiarlos con la mayor exactitud posible, como el famoso vestido de Courrèges de Massiel, los platós de RTVE o los pasillos circulares del Royal Albert Hall. “Se trataba sobre todo de atrapar el espíritu de la época”, dice Coira. Había que poner especial cuidado cuando las imágenes rodadas iban a montarse al lado de imágenes de archivo para que el parecido fuera el mayor posible. Esa fue otra de las grandes tareas durante todo el proceso de producción de la serie: lograr las imágenes reales. Encontraron joyas como el making of del videoclip de Serrat o el ensayo de Massiel. En cuanto al reparto, su objetivo no era buscar parecidos físicos con los personajes reales, sino que el actor y la persona real que iba a interpretar transmitieran una energía similar. Y en el caso de Serrat y Massiel, que los actores cantaran bien, porque son sus voces las que se oyen en la serie.
Y de fondo de todo, La canción es un gran homenaje a ese medio esencial en la cultura popular que es la televisión. Una televisión que en la época se reducía a la pública, que funcionaba “como el propio régimen”, en palabras de Fran Araújo: “Estaba dividida en franquistas y tecnócratas del Opus y gente joven que venía a hacer la tele porque los demás no sabían. Y estaba toda esa burocracia, el deseo de medrar, esas luchas… Lees los diarios de Fraga y estaba siempre agobiadísimo porque Fulano había comido con Mengano, han hablado de mí, me quieren hacer la cama… Era un régimen en el que, como todo se ponía a dedo, estaban agobiadísimos por si serías el que ponían a dedo o el que quitaban a dedo”, dice Araújo. Otra anécdota basada en la documentación que leyeron y que aparece en la serie: un cura discute con un directivo de RTVE porque le parece una aberración que se puedan plantear que la misa que se va a emitir sea grabada y no en directo. Pero todo eso sería material para otra serie.
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