Y al tercer día, R.E.M. acudió al rescate. Radio Free Europe, la legendaria emisora pirata con la que Eisenhower se propuso llevar “la voz de la libertad” al otro lado del telón de acero, languidecía desde el pasado mes de marzo. El Gobierno de EE UU había decidido retirarle la ayuda económica que llevaba proporcionando desde finales de la década de 1980. Para Donald Trump se había convertido en una herramienta propagandística ineficaz y obsoleta, una mera reliquia de la Guerra Fría. Eso ponía en peligro la continuidad de una empresa de comunicación con sede en Praga, 21 sucursales y una plantilla con más de 1.000 profesionales.

En esa difícil tesitura, Stephen Capus, actual director ejecutivo de la emisora, organizó una cuestación pública en recuerdo de los míticos Bonos por la Libertad con que Eisenhower (y la CIA) sufragaron en 1950 el lanzamiento de Radio Free Europe. El 3 de mayo, coincidiendo con el Día Mundial de la Libertad de Prensa, R.E.M. lanzó su aportación a la campaña de rescate, un EP con cinco temas que incluye una versión remozada del que fue su primer single, editado en julio de 1981 y titulado, precisamente, Radio Free Europe. Para el bajista de la banda, Mike Mills, se trata de echarle un cable a un medio de comunicación que “lleva 75 años incordiando a dictadores y burócratas” y que ahora se ha ganado la animadversión de ese “tirano grotesco” que en palabras de Mills es Donald Trump.

Radio Free Europe, más allá de la amistad y el patrocinio de personajes como el secretario de Estado republicano John Foster Dulles (padre intelectual de la criatura), contó con enemigos tan aborrecibles como Nicolae Ceausescu y Iósif Stalin, que se obsesionaron por bloquear la señal de la emisora; el terrorista Carlos, El Chacal, que puso una bomba, en febrero de 1981, en los cuartos de baño de su sede en Múnich; la Stasi alemana, que fomentó durante décadas la detención de “los disidentes y estudiantes descarriados que la escuchaban”, o Leonid Bréznev, que ordenó, presuntamente, el asesinato de uno de sus colaboradores estrella, el exiliado búlgaro Georgi Markov, envenenado en Londres en 1978.

Radio Free Europe, la emisora que influyó con su programación clandestina al despertar político de jóvenes inconformistas como Lech Walesa o Václav Havel, tuvo también sus mártires. Entre 1950 y 1989 consiguió infiltrarse en las ondas de hasta 27 países, aunque muy especialmente en Hungría, Checoslovaquia y Polonia, los tres satélites de la Unión Soviética más proclives a la desobediencia civil. Gracias a su esfuerzo, los ciudadanos de esas sociedades secuestradas tuvieron noticia de los disturbios de Berlín Oriental de la primavera de 1953, la muerte de Stalin (el Politburó se esforzaba en ocultar la noticia hasta que la sucesión del autócrata estuviese bien atada), las primeras protestas de Poznan, la revolución húngara de 1954 o los escándalos de corrupción de Ceausescu.

R.E.M. les había dedicado hace ahora 44 años una de sus canciones más feroces e insurgentes, recuperada meses después, en una versión más templada y de mayor riqueza melódica, para su álbum de debut, Murmur. Desde el pasado 3 de mayo, ‘Radio Free Europe’ es una de esas canciones que han convertido la mutación en acto de supervivencia póstuma. Fue un raudo y feroz himno garajero, se convirtió a continuación en la respuesta indie a las golosinas ácidas de la Tamla Motown y se transforma ahora en himno a la libertad de prensa. Y, además, en el último testimonio discográfico de una banda esencial que dejó de existir en 2011.



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