Siete años después de jugar su último partido de fútbol oficial, en 2018, las futbolistas de la antigua selección nacional femenina de Afganistán se preparan de nuevo para competir en torneos regulados por la FIFA. Este mes, el máximo órgano rector del fútbol mundial aprobó la creación de un equipo de mujeres afganas refugiadas (el primer equipo conformado íntegramente por población refugiada y reconocido por la FIFA) que permitirá a las futbolistas de ese país participar de nuevo en competiciones oficiales.
Khalida Popal (Kabul, 38 años), una de las fundadoras de la selección femenina afgana y su primera capitana, ha recibido la noticia con alegría: “Estamos emocionadas y agradecidas de poder volver a jugar, de que las niñas y las mujeres afganas vuelvan a tener la oportunidad de jugar”, cuenta a través de una llamada telefónica. Desde 2021, cuando los talibanes regresaron al poder en Afganistán e instauraron un régimen fundamentalista y represivo con el que han mutilado derechos fundamentales para las mujeres, todos los deportes femeninos están prohibidos —así como la educación y la posibilidad de realizar la mayoría de trabajos, entre varias otras restricciones.
La FIFA ha emitido un comunicado en el que anuncia la aprobación de la “Estrategia de Acción para el Fútbol Femenino Afgano, que prevé la creación de la Selección Femenina Afgana de Refugiados” y que trabajará para que “inicie sus actividades lo antes posible”. Con ello, ha asegurado el presidente de la organización, Gianni Infantino, en ese mismo comunicado, “la FIFA se compromete a brindar a todas las niñas la oportunidad de jugar al fútbol”.
Popal, por su parte, dice que la decisión “reconoce los retos a los que se enfrentan las mujeres en Afganistán” por lo que está “feliz”, aunque asegura, desde Dinamarca, donde vive como refugiada desde 2011 y ya retirada, que se trata solo del primer paso en un camino más largo hacia el reconocimiento completo de la selección femenina de su país.
La única manera de que la FIFA, según sus reglas actuales, avale a la selección afgana como un equipo oficial, es que lo haga también la Federación Afgana de Fútbol, la entidad que regula el deporte a nivel nacional. “Desafortunadamente, nuestra federación está bajo control talibán, entonces eso no es posible”, reprocha Popal, que ha ayudado a cientos de mujeres, incluidas las de la antigua selección, a escapar del régimen talibán y conseguir el estatus de refugiados en varios países del mundo. Por ello, asegura, “la regulación de la FIFA tiene que cambiar para que podamos representar a Afganistán como selección oficial”. Por lo pronto, deberán hacerlo bajo la bandera de mujeres afganas refugiadas. La FIFA, en todo caso, asegura en el comunicado estar en “diálogos” con la Federación de Fútbol de Afganistán.
Pruebas y esperanza para llegar al mundial de 2027

El nuevo equipo estará conformado por 27 jugadoras y tres porteras que serán seleccionadas a través de un proceso de pruebas realizadas por la FIFA en colaboración con Girl Power, una ONG fundada por Popal en 2014 que trabaja “para empoderar, a través del deporte y la educación transformativa” a mujeres y niñas de minorías étnicas, refugiadas y en condición de vulnerabilidad alrededor del mundo.
Activa en varios países —desde Dinamarca, donde tiene su sede, y la mayoría de Europa, hasta Oriente Próximo, Ghana, Nigeria y México—, Girl Power se encargará de fichar y entrenar, con ayuda de la FIFA, a las jugadoras, que buscarán un cupo para la Copa Mundial de 2027, en Brasil. “Estoy muy emocionada”, expresa Popal, “tenemos muchas jugadoras en Girl Power que son refugiadas, que vivían en Afganistán y que jugaban allá y que ahora podrán volver a tener la oportunidad de jugar”. En todo caso, cualquier mujer afgana con estatus de refugiada puede aplicar a las pruebas para formar parte del equipo, según explica Popal.
Su camino hacia el mundial, sin embargo, no será el convencional. Sin un equipo reconocido oficialmente hasta ahora, Afganistán no pudo jugar para entrar a la Copa Asia del próximo año, donde se disputan cupos para clasificar a la competición global. Sin embargo, Popal y su equipo están dialogando con la FIFA sobre la posibilidad de crear un cupo extraordinario para permitir la participación del recién creado equipo de refugiadas.
Mucho más que solo fútbol

Cuando Popal comenzó a jugar fútbol en Afganistán lo hacía como la única niña entre decenas de niños. Jugaba en la calle, con amigos de su barrio en Kabul, aunque más de una vez le negaron el balón por ser mujer. Con frecuencia recibía comentarios de que como mujer pertenecía a la cocina y que debía comenzar a prepararse para atender a su futuro marido. Los amigos que la invitaban a jugar eran reprendidos por hacerlo. Pero Khalida nunca quiso parar de jugar, y no lo hizo.
Siendo apenas adolescente comenzó, con ayuda de su madre, profesora de educación física, a reclutar compañeras en su colegio para formar un equipo femenino. Lo hizo también con amigas y compañeras de otros colegios, a quienes invitaba a entrenamientos clandestinos “solo de mujeres”. Y así comenzó un movimiento. “Un movimiento por el derecho a jugar y por nuestros derechos en Afganistán. El fútbol fue nuestra plataforma”, asegura Popal por teléfono.
Con el tiempo se fueron consolidando más equipos femeninos en las escuelas y en el 2007 Popal armó una liga femenina amateur, que en 2019 se profesionalizó como la primera liga femenina de Afganistán. De uno de esos equipos escolares, también en 2007, surgió la primera selección femenina afgana, con Popal como defensa central y su primera capitana. “Ha sido un camino muy difícil, pero nunca me detuve, nunca paré de luchar contra las barreras sociales y culturales, y logramos establecer la selección”, cuenta.
En 2011, diez años antes del regreso del régimen talibán, Popal tuvo que salir de su país, junto con su familia, por las constantes amenazas de muerte que recibía por su trabajo. “Yo hablaba de fútbol, pero mi activismo era mucho más que eso”, asegura. Daba charlas, entrevistas a medios, salía en programas de televisión, asistía a debates y se la pasaba en la calle hablando “sobre los retos culturales y sociales a los que se enfrentan las mujeres en Afganistán”.
Se trata de un país al que ella clasifica como “uno de los más peligrosos para ser mujer” y donde “las mujeres han sido borradas de la vida pública”, según la ONU. “Siempre ha habido retos, abusos, acoso. Existe una idiosincrasia contra las mujeres, que las confina al hogar, a la cocina, a servir, eso está muy arraigado en Afganistán”, explica la ex futbolista.
Enfatiza, sin embargo, en la resistencia: “Hay mujeres en todos los sectores del país que luchan y contribuyen positivamente en la sociedad, y uno de esos espacios ha sido el deporte. El fútbol ha sido una gran herramienta de resistencia”, sentencia.
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