Juan Ignacio Zavala (Ciudad de México, 59 años) lleva más de 30 años sumergido en la política mexicana. Como militante del conservador PAN, más tarde como portavoz de la formación y finalmente como analista de la actualidad, nada se le resiste a este experto de la estrategia y la comunicación. Es, en cualquier caso, una rara avis entre los suyos. Anclado en la derecha tradicional, el consultor desliza halagos a la presidenta que a otro en su lugar le costarían pronunciar. “Sheinbaum es una anomalía. Es sensata, austera. Una política como los de antes”, dirá durante la entrevista con este periódico, al que recibe en una cafetería de la capital. “Eso, al margen de que me gusten sus políticas o no”, matizará.
A la oposición, en contraste, la ve perdida, sin referencias de lo que quiere ser o hacer, y con miedo de entrar al debate con la fuerza con la que entró el líder de la izquierda mexicana López Obrador. De todo ello se impregna su última novela, Una guerra íntima. Polarizados (Ediciones Cal y Arena, 2024), en la que reconstruye la última década política en México a través de una pareja opuesta ideológicamente, algo que ha vivido en su propia carne. “El clima de opinión es demasiado serio, no cabe el humor. En cambio, la novela me permite manejar con ironía los temas que trato”, explica. Autor de Apuntes de campaña (Suma, 2012) y El Legado (Suma, 2015), esta es ya su tercera incursión en el género.
Pregunta. ¿De qué forma la política nos acaba moldeando personalmente?
Respuesta. En México tiene que ver con un actor político, López Obrador. Si lo ves en otros lados del mundo, siempre hay un personaje que está polarizando la discusión, que es la manera de hacerlo. Lo único que ha sucedido ahora es que forma parte de una estrategia que todo el mundo acepta, [aunque] no todo el mundo la sabe hacer. Aquí la supo hacer él. Tampoco me parece mal porque lo importante de la política es discutirla. Es la polis, lo que somos. El asunto es cómo se dirimen estas discusiones. Muchas de las maneras de ser de los políticos tienen que ver con fomentar la discusión. Y muchas de las maneras que tienen los jóvenes de distanciarse de sus papás es la política.
P. En este contexto mundial, ¿la política ha ganado más peso en nuestras relaciones personales que antes?
R. Ha ganado un peso enorme. Antes, en los 60, la política era una cosa también muy radical. Estaban Vietnam, el rock, los estudiantes, pero en muchos lugares, como en México, se decía: “No se puede hablar de política, ni de religión, ni de sexo”. Porque acaba el problema en la familia. Ese era un mito de la clase media, y fue evolucionando. La política está más metida en nuestras relaciones personales porque es cada vez más personal. La gente mete más sus cosas.
P. ¿Eso es bueno o malo?
R. Pues como a mí me gusta discutir yo digo que está bien [ríe]. La simpleza no ayuda mucho en los argumentos, ni descalificar por descalificar, que es una parte muy importante del discurso político de ahora, pero que tomes posición respecto a las cosas me parece muy bien.
P. En el libro dice que en México se tienen discusiones muy polarizadas pero luego la población no vota acorde a eso. ¿En qué se traduce entonces?
R. Eso es interesante porque, si ves las encuestas, un 80% de popularidad no te habla de que haya polarización. Y existe esa popularidad, es absurdo que la nieguen. Lo que sigue polarizado es el ambiente y la discusión política. Eso no ha cambiado y no va a cambiar. La presidenta ya no tiene elementos de fuerza, pero mantiene los mismos esquemas de polarización de López Obrador con los medios, con ciertos empresarios, con los políticos del pasado. El voto que no tuvo Sheinbaum es un voto muy fuerte anti. No es gigante, se llevó un montón de votos. Pero agarra los periódicos, ve las noticias, las mesas de análisis… Todo es a madrazos.
P. ¿Entonces qué está polarizado realmente: la población o los espacios de opinión pública?
R. Los espacios donde se da la discusión. Y es una discusión que, cada vez más, como decíamos, tiene mucho de personal, estamos en un nivel a veces bastante raspa. Esto no significa que con Peña Nieto y con Calderón viviéramos en Atenas y que nada más discutiéramos del bien común. Es un país moderno y se mueve conforme a los tiempos.
P. ¿El consenso contra Trump no ha contribuido a rebajar la polarización?
R. No, no. Yo creo que consolida el liderazgo de Sheinbaum. Cualquier presidente quiere tener algo alrededor de su causa nacional, porque es lo que te da unidad y liderazgo. ¿Qué te puede dar eso? En México, Trump, que todos lo sentimos como una amenaza, incluso a la presidenta. Y lo ha hecho estupendamente. Qué estrategia tan clara, tan definida.
P. ¿Entonces México sigue tan polarizado como en las últimas elecciones?
R. Bueno, es claro que las elecciones no estuvieron polarizadas.
P. Bueno, el ambiente social que mencionaba.
R. Sí, la plática es la que está polarizada. Las campañas también son el momento de polarizar, ¿no? Son los momentos de pleito público, es como si nos quitaran las trabas.
P. Ahora también estamos inmersos en una campaña electoral, un poco extraordinaria. ¿La gente votará polarizada en la elección judicial?
R. Es una elección de Morena para Morena, votarán los de Morena. Está absolutamente mal planteada. La oposición debió meterse. Si va a haber elección, pues meto a los míos para que los voten, ¿no? Pero no metieron nada, no sé si por estrategia o por güeyes, pero es una elección donde no va a salir nadie de ellos.
P. ¿Cuál debería ser la estrategia de la oposición?
R. Ahorita ya no hay nada que hacer. Que hubieran entrado a participar, u oponerse desde el principio. Uno de los problemas es que la oposición todavía cree que le van a calificar bien si vota algo a favor de Morena. Es absurdo. ¿Quién te va a premiar qué? Morena va a sacar su elección judicial contigo o sin ti, que es lo que pasó. Va a sacar su estrategia de seguridad, la votes o no. Lo que hace falta es que la oposición diga: “¿Sabes? Contigo, ni a la esquina”. Que son ocho, pues son ocho. Que se definan.
P. ¿Qué escenario vaticina para después del verano?
R. Las judiciales van a ser un desastre. Lo que yo no sé es cuándo la oposición se va a animar. A López Obrador no le daban miedo los pleitos, los pleitos grandotes.
P. ¿Deben entrar al juego de polarizar también?
R. Claro. Mira el mundo, los que van ganando son los que polarizan y los que saben hacerlo, por eso está ganando la ultraderecha.
P. ¿No abusamos a veces de términos como polarización o crispación para hablar de fenómenos dispares?
R. Sí, eso siempre ha estado. Ahorita te dicen pinche panista, y antes eran los comunistas y los conservadores. Lo que pasa es que hubo un tiempo en que había un gran consenso sobre la democracia liberal y el modelo económico, y todos iban con eso. Eso ya quedó bien atrás. Yo fui militante del PAN 25 años. Teníamos muy claro lo que queríamos. No gobernábamos nada, pero la gente se identificaba contigo porque quería que su voto se respetara, esa era la lucha. Y ganarle al pinche PRI. Eso se logró hace 30 años, ¿y ahora qué me dices? La 4T sí te dice lo que quiere, estos no te dicen nada.
P. Han perdido las referencias.
R. Exacto. Y el mundo ha cambiado así.
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