Israel ha subido este viernes otro grado su intervención en Siria, con un bombardeo aéreo cerca del palacio presidencial de Damasco. El primer ministro israelí, Benjamín Netanyahu, y su ministro de Defensa, Israel Katz, lo han presentado como un “claro mensaje” a las nuevas autoridades sirias en apoyo a la minoría drusa, que mantiene desde el lunes enfrentamientos con las fuerzas de seguridad estatales que han dejado un centenar de muertos y ponen en peligro la transición que atraviesa el país tras el fin de 13 años de guerra y de la dictadura de Bachar el Asad, el pasado diciembre.
El ataque se produjo de madrugada y las autoridades sirias no han informado de víctimas. El ejército israelí se apresuró a asumir la autoría. “No permitiremos que las tropas sirias avancen al sur de Damasco, ni amenaza alguna a la comunidad drusa”, señalaron después Netanyahu y Katz en un comunicado.
Los enfrentamientos sectarios comenzaron en la noche del lunes, aparentemente a raíz de una grabación en la que se escuchaba a un líder druso difamando a Mahoma. Era falsa, pero incendió los ánimos por redes sociales. Los choques llegaron a Yaramana y a Sahnaya (dos localidades a las afueras de Damasco tradicionalmente drusas, pero hoy de población mixta) y a la provincia de Suweida, bastión druso. Los enfrentamientos han causado hasta este jueves 102 muertos, al menos 61 de ellos combatientes drusos (más de la mitad, en una emboscada); 30, miembros de las fuerzas de seguridad o de grupos aliados, y 11, civiles, según el Observatorio Sirio de Derechos Humanos.

Hikmat al Hajrin, el líder religioso druso más influyente del país y apoyado por Israel, denunció en la noche del jueves una “campaña genocida injustificada” contra civiles drusos y pidió “una intervención inmediata de las fuerzas internacionales”. Las Fuerzas Armadas de Israel lanzaron un primer bombardeado a las afueras de Damasco y su ministro de Defensa advirtió al presidente sirio, Ahmed al Shara, de que intervendría “con mucha severidad” de “no cesar los ataques” contra los drusos en el país. La ONU instó a “todas las partes a ejercer la máxima moderación”, mientras el Departamento de Estado de Estados Unidos calificaba de “reprobable e inaceptable” la violencia y la “retórica incendiaria” contra la comunidad drusa.
El presidente y el resto de líderes de la comunidad drusa han tratado de calmar los ánimos con un acuerdo. Y los segundos, de transmitir una cuestionada unidad al grabarse juntos leyendo un mensaje “urgente” sobre el pacto con las autoridades, en el que subrayan su “firme postura nacional” de considerarse “parte inseparable de la patria siria unida”, así como su rechazo a la “separación y la división”.
Interesado en una Siria débil y étnicamente dividida en la que cuente con aliados internos, Israel ha abrazado un discurso de defensa en Siria de las minorías, en particular la drusa, también presente tanto dentro de las fronteras reconocidas del Estado judío como en los Altos del Golán sirios, que ocupa desde hace casi seis décadas. Esta semana, y por primera vez, sus Fuerzas Armadas dieron cuenta de la evacuación de tres civiles drusos sirios a un hospital del país para recibir tratamiento médico.

Israel ya aprovechó el río revuelto de la caída de El Asad para tomar más territorio sirio, al penetrar (por primera vez en medio siglo) en la denominada zona desmilitarizada, donde ya ha levantado al menos siete bases militares, según muestran las imágenes por satélite. Netanyahu ha dejado claro que las tropas se quedarán allí “durante tiempo indefinido”. Además, en una de las mayores operaciones de su historia, la Fuerza Aérea israelí destruyó la mayoría de capacidades estratégicas del Ejército sirio, incluida casi toda la Marina. Desde entonces, bombardea cada semana algún objetivo para desgastar las capacidades del endeble ejército de Siria, que evita a toda costa un enfrentamiento directo incapaz de mantener. El Shara centra sus esfuerzos en coser el puzle étnico y religioso y en lograr el levantamiento de las sanciones internacionales que datan de la época de El Asad.
Los enfrentamientos suponen el mayor derramamiento de sangre de la transición desde marzo, cuando individuos armados vinculados al régimen de El Asad iniciaron una insurrección que las fuerzas de seguridad aplastaron a sangre y fuego, con matanzas de miembros de otra minoría, los alauíes. Los muertos superaron el millar y las perspectivas de levantamiento de las sanciones se alejaron.
Comentarios