El nuevo libro de Héctor Abad Faciolince, Ahora y en la hora (Alfaguara), está inspirado en Victoria Amelina, la escritora ucrania que parecía un cisne, con la que acababa de cambiar puestos cuando un misil ruso con seiscientos kilos de explosivos redujo a escombros la pizzería en la que departían en Kramatorsk (región de Donetsk), cerca del frente de batalla. La explosión hirió gravemente a 62 personas y mató a 13, entre ellas Amelina, mientras que los visitantes colombianos que la acompañaban solo sufrieron heridas leves y contusiones. “Un viejo, que estaba medio harto de la vida, se siente culpable de sobrevivir en esas circunstancias”, concedió Abad Faciolince (Medellín, 66 años) este sábado en una de las presentaciones más esperadas de la Feria Internacional del Libro de Bogotá, la FILBo.
“La defensa de Ucrania, para mí, ha sido una causa justa desde hace varios años”, dice una carta, firmada en Bogotá por el escritor antioqueño, que recibieron todos los asistentes a un auditorio repleto. En la defensa de esa causa, explica, hizo a mediados de 2023 un viaje a Kiev con unos compañeros, a presentar la traducción ucrania de El olvido que seremos, una de las obras más conmovedoras de la literatura latinoamericana, la novela en la que relata la vida y muerte de su padre, y una campaña de solidaridad, ¡Aguanta, Ucrania!, concebida por el excomisionado de Paz Sergio Jaramillo. La reportera Catalina Gómez completaba el grupo. “Allí me dejé arrastrar a ir más lejos, cerca del frente de guerra, en el este del país. Casi me matan”, prosigue la misiva. “Este libro es el relato de mi solidaridad con Ucrania y de mi obsesión con lo que debió ser el lugar y la hora de mi muerte”.
Sus palabras estuvieron cargadas de una emotividad inocultable. “Victoria de algún modo, ya que ella no podía hablar, me ayudó a contar; así como mi papá me ayudó a contar el libro de él”, relató Abad Faciolince, vestido de negro en homenaje a su colega fallecida, que iba de luto desde la invasión rusa a gran escala de 2022, durante la charla en el auditorio José Asunción Silva de Corferias. “Victoria es una víctima evidente de la lucha por la libertad de expresión, por las libertades en general, y por la democracia”, ha destacado. “Por eso yo sentía por primera vez, desde El olvido que seremos, la responsabilidad y la obligación de escribir un libro… lo hice porque tenía que darle voz a una persona que perdió la voz, que perdió la mente y que perdió la vida frente a mí”.

El relato concluye, y empieza, en una feria del libro. A mediados de 2023, apenas recuperado de una cirugía a corazón abierto, Abad Faciolince aceptó la invitación de sus jóvenes editoras ucranias para ir a la Feria del Libro del Arsenal, en Kiev, para presentar la traducción de El olvido que seremos y acompañar el lanzamiento de la campaña de solidaridad. Debía ser apenas un viaje de tres días, pero en la cena de despedida Sergio Jaramillo y Catalina Gómez decidieron que su incursión no se podía reducir a la capital, que debían ir al este, hacia el Donetsk y el Donbás, para poder dar testimonio, acompañados de Amelina, que había dejado de escribir ficción para documentar los crímenes de guerra. “No quería ir, no tengo pasta de héroe, pero poco después comprendería que es casi imposible no dejarse convencer por un experto en negociación”, cuenta en Ahora y en la hora. Es también un libro sobre esos amigos a los que retrata: Jaramillo, el arquitecto del acuerdo de paz con la extinta guerrilla de las FARC, y Gómez, una corresponsal de guerra curtida en Oriente Medio y ahora en Ucrania.
El grupo observó a su paso las ruinas del conflicto: tanques quemados a un costado de la carretera, campanarios caídos de una iglesia destrozada, escuelas y hospitales arrasados o pueblos abandonados. “Había sido un viaje lleno de dolor y de emociones profundas (por los rastros del terror ruso que habíamos visto), por la tristeza de quienes habían perdido a sus padres o a sus hijos, pero en el fondo había sido también un viaje tranquilo. La muerte estaba cerca, sí, pero nosotros no habíamos sentido que nos estuviera respirando en la nuca. Ya fuera por inconsciencia o por temeridad, en ningún momento de ese par de días habíamos sentido verdadero miedo”, rememora el autor antioqueño. Hasta que la muerte cayó del cielo para Amelina, que tenía la misma edad de Daniela, la hija de Héctor Abad Faciolince, que a su vez tenía entonces los mismos años de su padre –un médico y profesor universitario– cuando lo asesinaron a balazos.
“Yo sentí como si el infierno estuviera brotando desde el fondo de la tierra”, escribe en el libro sobre el momento del estallido. “No puedo asegurar si me tiré o me caí al suelo; todo pareció deshacerse por un instante, la vida y el miedo, el tiempo, los sonidos, el lugar donde estaba. Sé que casi enseguida me levanté aturdido, sin siquiera entender si estaba vivo o no (mi último pensamiento, al caer, había sido «nos mataron»)”, relata. “Un tiempo más tarde pude estar seguro de que prácticamente no tenía ni un rasguño, que me había levantado incólume del suelo, ileso y vivo, asombrosamente vivo, aunque ya nunca más volveré a ser el mismo”. Victoria Amelina falleció días después en un hospital en Dnipro a causa de las heridas.

“Este me pareció el libro más corajudo y más amoroso que me he leído en mucho tiempo”, valoró nada más empezar la charla el escritor bogotano Ricardo Silva Romero, su entrevistador de este sábado, en referencia a un testimonio que destila amor por la familia, los amigos o la escritura, pero también por la causa de Ucrania. “Está lleno de coraje, porque hay que tener valor para escribirlo”, dijo para reivindicar a su colega, que se retrata con insistencia en Ahora y en la hora como un cobarde que nunca quiso hacer ese viaje del que se dejó convencer a regañadientes. “Como le enseñan a uno en las clases de guión, los héroes siempre son reticentes”, apuntó en su presentación.
Es un libro surgido del amor, pero también de la culpa, reflexionó Abad Faciolince, obsesionado también por la muerte de dos hermanas de 14 años, Juliya y Anna Aksenchenko. “Aunque yo no tengo la culpa de que ese misil haya matado a estas gemelas, ni que hubiera herido en la cabeza a un bebé de ocho meses, ni que hubiera matado a tanta gente, un viejo, que estaba medio harto de la vida, se siente culpable de sobrevivir en esas circunstancias”, apuntó. “La culpa la tiene Putin, la tienen sus generales, la gente que tira bombas sobre objetivos civiles”.
Comentarios