Mónica Baltodano (León, Nicaragua, 71 años) es una testiga de la historia. Formó parte de la guerrilla que en la década del setenta del siglo pasado luchó para destronar la dictadura de los Somoza, que aplastó con bota militar a su país por más de 40 años. Fue comandante guerrillera, ocupó puestos importantes el Gobierno revolucionario, más tarde fue electa como diputada y su liderazgo levantó ampollas en el régimen actual de Daniel Ortega, que la persiguió hasta obligarla al exilio, además de arrebatarle su nacionalidad. Baltodano, convertida también en historiadora, presentó la mañana del sábado en Guatemala un libro sobre la lucha contra el somocismo, El pueblo contra la dictadura, mitad memoria, mitad reconstrucción cronológica de la historia, pero con un llamado a la juventud. “Quiero que los jóvenes analicen críticamente y con justicia la generosidad de miles de nicaragüenses que dieron su vida y su sacrificio, lo que no puede ser borrado”, aseguró.

La presentación del libro de Baltodano se realizó en la librería Sophos de la capital guatemalteca en una conversación con el periodista Carlos Fernando Chamorro en el marco del festival Centroamérica Cuenta. Chamorro es otro testigo de la historia, también obligado a exiliarse y desnacionalizado por el régimen de Ortega, que además ordenó la confiscación de la redacción de la revista Confidencial y el programa de entrevistas Esta Noche, que sigue dirigiendo desde el exilio.

Chamorro abrió la conversación con un año clave para la historia de lucha contra Somoza en Nicaragua, el de 1978, cuando fue asesinado a mansalva su padre, el periodista Pedro Joaquín Chamorro, director de La Prensa, el gran diario del país y férreo opositor a Somoza. Baltodano ahondó en ese episodio, que despertó a una nación harta de los desmanes de la dinastía. “Su asesinato marcó un antes y un después en esta historia de lucha”, dijo. “Él había sido, además de un opositor conservador, un periodista con una pulcritud, coraje y valor que habían despertado la admiración y respeto de todos los sectores. Se convirtió para los nicaragüenses en referencia, y cuando lo asesinaron se generó un estallido inesperado para la dictadura. Su entierro fue una manifestación multitudinaria en todo el país, siguieron jornadas completas de manifestaciones y una huelga nacional que incluyó al empresariado nacional. La movilización no paró a partir de ese asesinato: Inspiró una movilización absolutamente irreversible que permitió la incorporación masiva de los jóvenes en todas las formas de insurrección”, explicó Baltodano.

El libro de la exguerrillera analiza de forma cronológica la historia de Nicaragua entre los críticos años de 1978 y 1979 y forma parte de una obra más ambiciosa de cuatro volúmenes que son las memorias de la lucha sandinista. Baltodano hace un relato basado en la secuencia de aquella gesta que tuvo, a decir de Chamorro, una dimensión internacional y que contó con la participación de múltiples actores, en lo que él llama la “lucha del pueblo contra la dictadura”.

Baltodano comenzó a escribir esta suerte de archivo nacional tras una serie de entrevistas que hizo en radio tras la caída del régimen sandinista en 1990. Recuerda que aquella derrota electoral, legítima y democrática, fue un “duro choque” para ella. Conversó entonces con los protagonistas de aquella revolución, pero no solo los guerrilleros, sino con obreros, sindicalistas, campesinos y periodistas. De esas pláticas han salido sus volúmenes de historia. “Al escribir me di cuenta de que las fuentes en que me basaba eran memoria oral, que es tramposa, porque olvida, resalta, exagera, miente, por lo que lo sometí a un examen riguroso. Resultó muy importante el trabajo en las hemerotecas, porque me di cuenta de que mis primeros escritos exageraban el rol de la lucha militar en el derrocamiento de la dictadura. Los campesinos que entrevisté, que formaron parte de los sindicatos, me dijeron que fueron organizados por el Partido Socialista para luchar por reivindicaciones en las haciendas. Participaron también los liberales decepcionados con el somocismo, los conservadores que anteriormente estuvieron en la lucha armada antes del sandinismo. La obra se basa en consultas, entrevistas, trabajo de hemeroteca, tratando de ubicarme y partiendo de la convicción absoluta de que no puede haber insurrecciones victoriosas si no hay protagonismo de los pueblos. Es el pueblo, realmente, el factor determinante de cualquier proceso que puede hacer cambios profundos en una sociedad”, explicó con pasión la autora.

La obra que presentó este sábado está dedicada a un compañero de lucha, el guerrillero Hugo Torres, quien falleció en 2022 tras ser apresado por el régimen de Ortega, su antiguo camarada. Torres fue un héroe de la revolución que más tarde apoyó una transición democrática del poder. Baltodano recordó su buen humor con una anécdota que le contó su amigo: dijo que su grupo guerrillero se había perdido en la selva nicaragüense durante la lucha armada, por lo que decidieron avanzar hacia Honduras en una travesía que duraría meses. En el camino se acabaron los cigarros y los guerrilleros tenían que fumar hierbas salvajes para contener la ansiedad causada por la abstinencia. Torres cargaba con él Los conceptos elementales del materialismo histórico, de Marta Harnecker, y sus compañeros le exigieron que entregara el libro para con sus hojas liar los cigarrillos. Él se negó. “No voy a dar a mi guía espiritual, deben pasar por encima de mi cadáver”, espetó. Entonces uno de los campesinos que acompañaba al grupo convocó a una reunión, un debate de horas, y preguntó: ¿Qué es más importante, la Biblia o ese libro? Torres dijo que por supuesto la Biblia. Y el otro respondió: “Entonces qué discutimos, si la Biblia la fumamos desde hace días”.

La anécdota demuestra el valor que sigue teniendo en la conciencia de los supervivientes de aquella gesta el compañerismo. Uno que Ortega rompió en lo que sus excompañeros ven como una traición. Chamorro preguntó a Baltodano qué se puede aprender aquella lucha armada y ella acotó que lo primero es reconocer la historia, no la oficial, la que cuenta el régimen, sino los hechos que ocurrieron realmente.

“Cuando hice los primeros volúmenes me llamó la atención de que la figura de Ortega no aparecía. Él tuvo una juventud activa, formó parte de comandos urbanos, cayó preso, es liberado en 1974 y se queda fuera de Nicaragua. Ahora en los murales de Rosario Murillo [esposa y ‘copresidenta’ de Ortega] aparece que él estuvo en todos los frentes de combate. Realmente no tuvo protagonismo en la parte de la lucha del pueblo. Rosario Murillo tampoco fue protagonista, su papel fue como intelectual, pero no es el que quiere presentar. Tratan de reescribir la historia y es por eso importante mantener vivos estos relatos, no porque crea que todo fue perfecto, porque reconozco que ha habido enormes errores”, afirmó.

Baltodano dijo que ella no pretende dar lecciones a los jóvenes, porque “cada generación va descubriendo en su realidad los caminos a seguir”, pero recordó que la historia puede marcar el paso, más cuando su país se enfrenta a una nueva dictadura. Pero acotó: “Necesitamos que esta vez no sea por la vía armada. No es la hora de las vanguardias, pero nunca puede dejar de ser hora de la organización, porque no se pueden lograr cosas sin organizarse”, recomendó la excomandante e historiadora.



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