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Los seis toros de Los Espartales no viajaron a la capital para participar en un espectáculo de rejoneo sino en una competición de salto de altura. Y hubo tres que consiguieron pasar con nota, y uno de ellos, el sexto, se alzó con la medalla de oro al saltar al callejón hasta en dos ocasiones, la última, con mucho mérito, pues la acrobacia la completó limpiamente después de tener en el morrillo dos rejones de castigo. Toda una proeza.
Allá que se fue hacia toriles Sebastián Fernández, que confirmaba la alternativa, con la garrocha sobre los hombros, en una estampa campera y torerísima, para esperar al primero de la tarde. Lo que no imaginaba el caballero es que el toro ni lo miraría, pues mostró mucho más interés en las tablas de la barrera y encontrar el modo de salvarlas que prestar atención al caballo, al rejoneador y a la garrocha. Hasta que lo consiguió, saltó con suficiencia y llegó a colocar los pitones en el borde de un burladero interior, de modo que los que allí se refugiaban pasaron un susto de muerte. Por fortuna, solo un susto, pero no lo olvidarán en sus vidas.
El segundo lo intentó, pero no se atrevió. El tercero fue la oveja negra de la familia; demostró una fijeza y una casta de la que carecían sus hermanos. El cuarto volvió a las andadas y olisqueó las tablas, y ahí quedó la cosa. El quinto salió de chiqueros con la clara intención de emular al primero, se olvidó del caballo y saltó al callejón sin problema. Y llegó el sexto, la estrella de la camada: erró en el primer intento porque quiso hacerlo de costado y le fallaron las fuerzas, pero visitó el callejón después del primer rejón de castigo y sorprendió a varios operarios, que las pasaron canutas, unos para guarecerse de las cercanías del animal, y un tercero para volver al callejón con enorme dificultad después de saltar a la arena.
Pero no quedó satisfecho Malacara, que así se llamaba el toro, dejó que le colocaran un segundo rejón y volvió al callejón por segunda vez para erigirse, sin ningún género de dudas, en el triunfador de la tarde. Se nota que estaban entrenados, que en lugar de correr por la dehesa, se habrían dedicado al entrenamiento diario del salto de altura. Y el pabellón lo han dejado bien alto.
El problema es del ganadero, que envió saltarines en lugar de toros encastados que triunfaran junto a la terna de caballeros, que no lo tuvieron fácil con los atletas. Mansos de libro todos ellos a excepción del tercero, deslucidos y muy descastados.
Diego Ventura pudo salir por la Puerta Grande -hubiera sido la vigésima de su carrera- si no falla con el rejón de muerte en el cuarto; pero hubiera sido una salida a hombros sin brillantez, porque el gran rejoneador no está en su mejor momento. Sufrió un serio percance el pasado 11 de mayo, con fractura de cuatro huesos del pie izquierdo, y ha preferido no someterse a una intervención quirúrgica, y se le nota que no está bien. Se le ve dolorido, ha perdido frescura y no está centrado -al menos, es lo que parece- en su labor. Estuvo bien, porque a estas alturas Ventura no sabe estar de otra manera, pero sin el dominio absoluto ni la alegría acostumbrada. Falló con las banderillas hasta en dos ocasiones en el segundo de la tarde y otras dos con las banderillas a dos manos en el cuarto, a lomos de Bronce sin cabezada.
Estuvo acompañado por dos jóvenes, el granadino Sebastián Fernández y el portugués Duarte Fernandes. El primero demostró oficio y buen dominio de las cabalgaduras y maneras toreras en la ejecución de las suertes, a excepción de la colocación del rejón de muerte. Lo pasó mal con el muy manso primero y tuvo mérito su actuación con el quinto, aunque falló reiteradamente a la hora de matar.
Quizá, le pudo el ímpetu de la juventud, la pasión desenfrenada de la búsqueda del triunfo, el mismo problema que tuvo su compañero portugués, espectacular, con oficio, pero acelerado y sin el reposo necesario. Además, en el sexto, su caballo, Ilusión, sufrió una cornada en la zona del vientre, a la altura de los cuartos traseros, a la hora de ejecutar un quiebro.
Por cierto, undécima tarde de lleno de “no hay billetes” de los 20 festejos ya celebrados. Una magnífica noticia en el espectáculo de los toros saltarines.
Los Espartales/Ventura, Fernández, Fernandes
Toros despuntados para rejoneo de Los Espartales, correctos de presentación, muy mansos, deslucidos y descastados.
Diego Ventura: fulminante rejón en lo alto (oreja); tres pinchazos y rejón en lo alto (silencio).
Sebastián Fernández, que confirmó la alternativa: rejón muy trasero, contrario y bajo (ovación); tres pinchazos, rejón muy bajo y trasero -aviso- cuatro pinchazos y rejón trasero -2º aviso- (silencio).
Duarte Fernandes: tres pinchazos, rejón trasero y atravesado -aviso- y un descabello (silencio); pinchazo que descoordina al toro (silencio).
Plaza de Las Ventas. 31 de mayo. Vigésima corrida de la Feria de San Isidro. Lleno de «no hay billetes» (22.964 espectadores según la empresa).
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