Fabián Ruiz se elevó a medida que crecía el desafío. Es difícil ver futbolistas con un cuerpo tan grande desplazarse tantas veces por el campo en todos los planos de la acción, con tanta abnegación, soportando la fatiga y el dolor en sucesivas series de esfuerzos sordos que solo pueden explicarse desde una necesidad de altruismo. Su gol, el gol que abrió el marcador, fue un premio a ese carácter solidario que contagia a todo el Paris Saint-Germain. El sevillano lo celebró con rabia, arrodillado frente a la multitud enloquecida, como si supiera que acababa de dar un golpe decisivo. Fue el prolegómeno del desenlace de una semifinal de Champions que provocó un choque de trenes. Cayó el Arsenal, que empeñó fuera de casa el coraje que le faltó en la suya. Se impuso el equipo de Luis Enrique, que más que una revelación amenaza con transformarse en un poder hegemónico en Europa.

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Gianluigi Donnarumma, Marquinhos, Achraf Hakimi, Willian Pacho, Nuno Mendes (Gonçalo Ramos, min. 87), João Neves, Fabián Ruiz, Vitinha, Bradley Barcola (Ousmane Dembélé, min. 69), Désiré Doué (Lucas Hernández, min. 73) y Khvicha Kvaratskhelia

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David Raya, Jakub Kiwior, Jurriën Timber (Ben White, min. 82), William Saliba, Myles Lewis-Skelly (Riccardo Calafiori, min. 67), Martin Ødegaard, Declan Rice, Thomas Partey, Mikel Merino, Bukayo Saka y Gabriel Martinelli (Leandro Trossard, min. 68)

Goles
1-0 min. 26: Fabián. 2-0 min. 71: Achraf Hakimi. 2-1 min. 75: Bukayo Saka

Arbitro Felix Zwayer

Tarjetas amarillas
Nuno Mendes (min. 17), Declan Rice (min. 25), Myles Lewis-Skelly (min. 55), Bukayo Saka (min. 85), Riccardo Calafiori (min. 85), Khvicha Kvaratskhelia (min. 85)

Cada temporada gesta su gran temporal. El partido del Parque de los Príncipes reunió todas las condiciones que empujan a las confrontaciones épicas. El PSG no sabe ni quiere jugar a otra cosa que al vértigo. En la ola de entusiasmo que ha gestado entre sus aficionados no se podía permitir bajar el ritmo para administrar la ventaja. El Arsenal, normalmente calculador, se vio obligado por el 0-1 de la ida a revolucionar los motores. Los Kroenke, los dueños estadounidenses del club, pidieron a la secretaría técnica que presionara a Arteta para que quemara todo el combustible a disposición. Evitar bloques medios y bajos. Nada de micropartidos de dosificación. Querían presión a destajo. El premio del éxito se anunciaba fastuoso desde el martes. La constatación de que el ganador disputaría la final con el Inter instaló en los dos contendientes la convicción de que quien saliera triunfador de París levantaría la Copa de Europa en Múnich. El Santo Grial de dos de las instituciones deportivas más ricas del mundo que nunca han conseguido el trofeo.

El PSG y el Arsenal viven en otra dimensión financiera y futbolística. La máxima expresión de su opulencia son Odegaard y Vitinha. Maestros por antonomasia en el arte de salir de la presión, clave del dominio en el fútbol contemporáneo, pues desde hace una década los grandes equipos juegan a tener el balón y a evitar por todos los medios que el adversario se haga con él mediante persecuciones de hombre a hombre, cada vez más pegajosas. Puesto a apretar el Arsenal como lo hizo desde el arranque, los dos equipos se comprimieron en 40 metros para decidir quién mandaba, y en el centro de la espiral se encontraron Odegaard y Vitinha. Durante los primeros quince minutos, Odegaard se salió con la suya y colocó al Arsenal en el balcón del área de Donnarumma.

Donnarumma tuvo que sacar en largo. Omitiendo una de las señas de identidad del equipo, el portero italiano dividió la pelota en duelos aéreos. Ganaron Rice, Partey y Saliba, más potentes que sus contrapartes, y entre Martinelli y Saka comenzaron a percutir sin tregua contra Hakimi y Mendes. Fue así como Rice estuvo a punto de encontrar la escuadra con un cabezazo a centro de Saka. Se sucedieron una serie larga de saques de banda, y Partey se reveló como un arma inesperada colgando centros con las manos y Martinelli disparó a bocajarro aprovechando un rebote. Donnarumma lo sacó como pudo. El portero fue igual de determinante para desviar un tiro raso de Odegaard bien dirigido al ángulo.

El PSG solo pudo desplegarse cuando el Arsenal aflojó la presión, agotado a los 20 minutos del inicio. Comenzó entonces el show de Kvaratskhelia. Pegado a la izquierda, el georgiano desplegó su batería de fintas hasta ir sembrando la alarma en todas las líneas visitantes. Estrelló un balón en el palo mientras Timber, Odegaard, Saliba, Saka y Partey se arremolinaban a su alrededor por turnos. Ahí había un hombre desatado al que intentaban acorralar. La consecuencia fue que dejaron libres a Doué y Barcola en los carriles centrales. La bisoñez atenazó a los dos canteranos. Perdieron demasiados balones sencillos. Desperdiciaron dos mano a mano con Raya. No rompieron el candado hasta que Kvaratskhelia no sufrió una falta de Rice y Vitinha se arremangó. Los defensas rechazaron el lanzamiento y la pelota le cayó a Fabián, que tranquilamente, con la serenidad del iluminado, armó la pierna al borde del área y colocó el proyectil.

El Arsenal salió del descanso arrebatado. Kvaratskhelia lo volvió a castigar con otra incursión que concentró la presión de los defensores antes de habilitar a Hakimi, que metió el 2-0. Vitinha lanzó mal el penalti que pudo liquidar el partido. Apenas le quedaba un hilo de esperanza al Arsenal cuando Trossard profundizó y posibilitó que Saka peleara con Saliba por el balón y empujara el único tanto de su equipo en la eliminatoria. Arteta se encogió de hombros, tras el pitido final: “Los ha salvado Donnarumma”.



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