Jack Doohan tenía los días contados en la parrilla de Fórmula 1 desde que Alpine incorporó a Franco Colapinto como tercer piloto y reserva, a principios de año y después de que Williams no pudiera hacerle un hueco en su estructura, en la que ahora cohabitan Carlos Sainz y Alex Albon. El argentino causó sensación el año pasado en las nueve pruebas que disputó en sustitución de Logan Sargeant, una auténtica máquina de planchar coches. Ahora el decapitado es Doohan, un novato que ha vivido con la Espada de Damocles sobre su cabeza, desde antes incluso de que comenzara la temporada.

El australiano, hijo de Mick Doohan, pentacampeón del mundo de motociclismo en 500cc, seguirá vinculado al equipo francés, aunque ya no formará en la próxima parrilla que se forme, dentro de menos de dos semanas, en Imola, y en los siguientes cuatro eventos. La alargada sombra de Colapinto y el permanente runruneo acerca del cambio que finalmente se ha precipitado han sido sus compañeros de viaje. Visto cómo le han ido las cosas en las cinco carreras disputadas, con la 13ª plaza en China como punto álgido, pensar en que pueda volver a correr a corto plazo parece más bien cosa de fantasía. Dicho esto, Doohan se ha visto por detrás de Pierre Gasly, su vecino de taller, la mayor parte de las veces que ha salido a pista, y los cálculos indican que la diferencia entre ellos ha rondado las tres décimas por vuelta en todo momento.

“Me he mantenido en forma y estoy preparado. Haré todo lo posible para adaptarme rápidamente y darlo todo para conseguir los mejores resultados posibles junto a Pierre”, declara Colapinto, en la nota oficial hecha pública este miércoles por la mañana. “Estoy muy orgulloso de haber cumplido mi sueño de toda la vida: ser piloto de F1, y estaré eternamente agradecido al equipo por ayudarme a alcanzarlo. Obviamente, este último capítulo es difícil de afrontar, ya que, obviamente, quiero competir”, afirma Doohan.

A pesar de que el intercambio se venía oliendo desde hace días, Alpine lo anunció horas después de informar de la dimisión de su director, Oliver Oakes. Esta concatenación de hechos no es casual si caemos en la cuenta de la figura que, con carácter inmediato, se hará con las riendas de toda la operativa de la división de F1 de Renault: Flavio Briatore. El francés, que hasta ahora formaba tándem con Oakes como consultor, da un paso al frente y se recoloca como mandamás de la formación con la que Fernando Alonso se proclamó bicampeón del mundo en 2005 y 2006, antes de ser expulsado del certamen por articular el Crash Gate de Singapur, en 2008; llegó a un acuerdo con la Federación Internacional del Automóvil (FIA) que redujo hasta 2012 su condena, que inicialmente era de por vida.

“El equipo ha aceptado la dimisión de Oliver Oakes con efecto inmediato. A partir de hoy, Flavio Briatore continuará como Asesor Ejecutivo y asumirá las funciones que anteriormente desempeñaba Oakes”, se leía en la nota de Alpine, publicada el martes por la noche, después de que Doohan fuera reconfirmado por el propio Oakes el pasado fin de semana, en Miami. El portazo del británico debe interpretarse como su derrota en el pulso con Briatore, que apostó por Colapinto desde el primer momento.

A sus 21 años, el porteño es el producto perfecto para la F1 actual, dado que combina los atributos más buscados. Independientemente de si le cae un volante o un micrófono en las manos, su desparpajo es el mismo, circunstancia muy valorada por todos los actores del ‘paddock’. En las ocho citas en las que compitió con Williams, su mejor resultado fue la octava posición que firmó en Bakú, su segunda carrera, en la que ya dejó claro que había llegado para quedarse.

franf



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