Nunca llueve a gusto de todos, pero sin duda Johann Zarco recordará para el resto de su vida el aguacero que bendijo su primera victoria en casa, la primera de un francés en Le Mans en toda la historia, siete décadas después de que un piloto galo fuera profeta en casa. Con los padres llorando desconsoladamente en el garaje y las gradas abarrotadas, la primera vez en la historia que más de 300.000 espectadores se acercan a un gran premio de MotoGP a lo largo del fin de semana, la afición estalló de júbilo con la victoria del piloto de Cannes, el más veterano de la parrilla a sus 34 años. Honda también se llevó un alegrón mayúsculo con la exhibición del ídolo local, ya que su triunfo en el GP de Francia cortó la racha de 22 laureles consecutivos de Ducati y deja en empate entre italianos y japoneses el mejor registro histórico.

Zarco, el más listo de todos en una carrera extraordinaria y caótica marcada por las condiciones cambiantes al inicio, estuvo acompañado en el podio por un Marc Márquez que optó por una estrategia conservadora para asegurar la segunda plaza bajo el aguacero y un Fermín Aldeguer que confirmó con su tercer puesto que ha llegado para quedarse y dar guerra en la categoría reina. El gran triunfador de la jornada, bicampeón de Moto2 y uno de los currantes más humildes del paddock, pudo celebrar su segunda victoria en la categoría reina y la primera para Honda desde el GP de las Américas de 2023, de eso hace ya más de dos años y obra también de la estructura satélite LCR encabezada por el expiloto Lucio Cecchinello.

“Esto es difícil de creer, sigo sin entender lo que ha pasado. Las últimas vueltas han sido muy largas, necesitaré tiempo para procesarlo, pero ha sido algo mágico”, comentaba el ganador, que partía undécimo y cayó hasta la decimoséptima plaza tras la primera vuelta. “Nunca pensé que este día llegaría aquí y de esta manera, poder saludar al público en la última vuelta ha sido un regalo, de esas cosas que solo pasan una vez en la vida”, añadía emocionado.

Como el resto de pilotos, Zarco vivió una jornada delirante. Como ya pasó en Austin el día en que Márquez hizo de las suyas, el agua apareció a minutos de la salida y provocó la entrada masiva de los pilotos al garaje. Eso obligó a sacar la bandera roja y volver a iniciar el procedimiento de salida, pero en ese lapso, el agua cejó de nuevo y muchos optaron por volver a entrar a cambiar de moto y comerse la nueva sanción de doble vuelta larga, que sirvieron hasta 12 miembros de la parrilla. El francés, sin embargo, fue de los pocos que se mantuvo firme en su decisión en montar los neumáticos de mojado. Y acertó.

En la salida, Zarco tuvo que salvar una caída casi segura tras ser golpeado por su compañero de fábrica Joan Mir, que no pudo evitarle mientras trataba de esquivar a un Pecco Bagnaia que fue embestido a su vez por la KTM de su excompañero Enea Bastianini en la chicane Dunlop a las primeras de cambio. El francés hizo un recto por la grava, salvó la papeleta, y fue de los pocos que en ningún momento entró en boxes a cambiar de moto. El tricampeón italiano firmó otro cero con la mejor moto de la parrilla, la misma que hace más líder a su compañero de garaje, un Marc Márquez que emerge de Le Mans con 22 puntos de margen sobre su hermano Álex, que cayó dos veces en el tramo final de la prueba cuando rodaba tercero y cortó así su notable racha de regularidad en el inicio de campeonato. El turinés está a 51 puntos.

“Ha sido una carrera loca, sobre todo al principio. He copiado al inicio a Álex, mi principal rival por el título, y por eso he entrado a boxes a cambiar de moto. Quise empujar un par de vueltas y vi que Johann era más rápido, así que solo traté de controlar la posición y mantenerme concentrado, porque no podíamos permitirnos otro fallo”, analizaba el líder del certamen.

Tras un baile de idas y venidas al garaje y vueltas largas para esquivar sanciones peores que duró hasta la séptima vuelta, Zarco emergió líder de la carrera en la octava y cabalgó con resolución y a placer hacia su tremenda victoria. No solo mantuvo el margen de ocho segundos que tenía sobre el 93, sino que lo amplió hasta los 20 segundos al final de la prueba, en una demostración de que no se dejó nada encima del asfalto para cumplir un sueño el día en que su madre le visitaba por primera vez en la vida en los circuitos.

Por el camino, se fueron al suelo desde el poleman Fabio Quartararo, el primer y único campeón del mundo francés de la historia, y otros cinco pilotos. Otros tantos vieron arruinada su carrera en los numerosos cambios de motos y neumáticos, en la duda constante entre los parches de agua y los tramos secos. Fue caótico pero precioso, en otro homenaje a la belleza e imprevisibilidad de las carreras en MotoGP.



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