En la última oportunidad del Real Madrid de redimir su temporada, Aurélien Tchouameni se aventura este domingo a abordar el punto donde se cruzan sus tormentos (16.15, Movistar): Montjuïc, el Barça y jugar de central. Este curso ha sufrido mucho en esa posición, que no es la que hace tres veranos disparó su puja hasta los 100 millones de euros. Esos problemas, castigados por los pitos del Bernabéu, minaron en algunos momentos su confianza y su rendimiento en el centro del campo. Aunque Carlo Ancelotti no dudó: es el cuarto jugador de campo que más ha usado, con 3.998 minutos, un 45% más que los dos años anteriores.
Se sobrepuso a los efectos del bache y regresa al Lluís Companys, donde sufrió su primer gran contratiempo como madridista. La otra vez que jugó allí, en octubre de 2023, se fue con una fractura por estrés en el pie izquierdo cuya resaca arrastró todo el curso, hasta perderse la final de la Champions en Wembley.
Para completar el cruce de malos recuerdos, enfrente está el Barça. Contra ellos sufrió en enero de este año una de sus peores noches, la octava seguida que jugaba como central. Salió muy señalado de la final de la Supercopa, la segunda derrota contundente en un clásico del curso (2-5). Tanto, que en el siguiente partido en el Bernabéu, los octavos de Copa contra el Celta, su propia grada le pitó en el calentamiento, en la presentación por megafonía y casi en cada balón del primer tiempo.
Pero esa noche, bajo el chaparrón de la pitada, resurgió con un partido formidable. “Misión cumplida”, fue el mensaje que transmitió a la gente que trabaja con él y había seguido de cerca sus dificultades, durante las que no ha dejado las charlas con su coach mental. “No jugaba en su posición. No es fácil”, dicen estas fuentes. “Pero no se quejaba cuando no jugaba en su sitio”. Lo veía como una contribución al club: a cambio de esas dificultades suyas se habían evitado gastar en verano 60 millones en un central.
Los partidos fuera de sitio le han dejado cicatrices más allá de los pitos. Los datos de SkillCorner, que combinan registros físicos y de acciones de juego, muestran los efectos de la pérdida de confianza cuando ha operado como central. Se aprecia bien cuando se mira cómo se comporta bajo presión intensa: qué porcentaje de pases completa y cuántas veces se queda con la pelota en esas situaciones. El año pasado aparecía en el top 10 de la Liga tanto cuando jugaba como mediocentro como cuando lo hacía como central.

Este año se mantiene entre los diez mejores en sus partidos como centrocampista, pero desaparece de ese grupo cuando opera como defensa: ha bajado su precisión de pase y pierde más balones.

Los efectos de la confianza minada asoman en más métricas. Como central, es aún más timorato que la temporada pasada al escoger pases: mira más a jugadores que se descuelgan por detrás de él y menos a los que se mueven por delante. El año pasado el 84% de los centrales de la Liga usaba esos pases seguros más a menudo que él; este, solo le superan el 48%. Hay otro cambio más notable: el curso pasado solo el 17% de los centrales abría más que él el juego a carreras por la banda; este, le superan el 82%. También se atreve menos con pases adelantados o a carreras a la espalda de la defensa contraria.

Esta versión de riesgo mínimo tiene que ver con su escasa formación en el puesto y con el contexto. La serie de ocho partidos como central que terminó en la Supercopa sucedió después de la lesión de Carvajal. Sin él, el central de ese lado juega más desprotegido en defensa y en la salida de balón.
De mediocentro, han regresado los rasgos que le hicieron destacar en el Mónaco, donde miraba más hacia adelante en los pases y en los movimientos de apoyo, como se aprecia en los registros de SkillCorner. En plena crecida, Tchouameni vuelve a Montjuïc, vuelve a la defensa y vuelve al Barça, al que hace dos semanas le marcó en la final de Copa el 1-2 que parecía la remontada tras dos clásicos catastróficos (0-4 y 2-5).
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