Había expectación en Roma ante la primera aparición del nuevo papa, León XIV, este domingo a las 12.00 para la oración del Regina Coeli ―que sustituye al Ángelus en tiempo de Pascua―, en la plaza de San Pedro. Era otro momento importante para empezar a comprender cómo va a ser su comunicación con la gente, su estilo en los discursos y su modo de presentarse en público. Es un descubrimiento paulatino que se sucederá en los próximos días, empezando este lunes, en una primera audiencia a los periodistas, y que seguirá el próximo domingo con la ceremonia de inicio de pontificado, a la que acudirán jefes de Estado y de Gobierno de todo el mundo. Después seguirá una intensa semana de encuentros y ceremonias hasta el 25 de mayo.

En realidad, de este papa, a diferencia de los anteriores, no se sabe prácticamente nada de lo que piensa: no tiene producción escrita de libros, documentos o intervenciones, y el Vaticano ni siquiera ha confirmado todavía que el perfil de X que se presenta como suyo, donde los medios han pescado algunas reflexiones, sea oficial.

El resultado de sus diez minutos de intervención este mediodía, ante 100.000 personas, según las autoridades italianas, ha combinado algo de los anteriores pontífices en una síntesis propia. Primero, catequesis para los fieles, sin un solo titular para los medios, dirigiéndose a la propia comunidad creyente, no al resto del mundo. Pero para terminar ha cambiado de registro con un discurso plenamente político en el aniversario del fin de la II Guerra Mundial. “Me dirijo a los grandes del mundo: ¡nunca más la guerra!”, una repetición de las palabras de Pablo VI en su discurso ante la asamblea general de la ONU en 1965.

Luego, León XIV ha pedido “una paz auténtica, justa y duradera” en Ucrania. Con una mención explícita al “amado pueblo ucranio” y al deseo de que “sean liberados todos los prisioneros y los niños puedan volver con sus familias”, clara referencia a la labor de mediación del Vaticano, emprendida por Francisco, para que Moscú permita el regreso de 19.000 menores ucranios deportados en Rusia. A continuación, ha hablado de Oriente Próximo: “Me entristece profundamente lo que está sucediendo en la franja de Gaza. Cese el fuego de inmediato. Que se preste ayuda humanitaria a la población civil extenuada y se libere a todos los rehenes”.

León XIV apareció puntualísimo a las 12.00 en el balcón de San Pedro, nada más sonar el cañonazo de la colina del Gianicolo, detrás del Vaticano, que señala el mediodía. Su figura blanca y solitaria destacaba en el fondo oscuro, solo un monseñor asistente se situó en un extremo. Leyó unos folios en un atril de plástico. Se hizo el silencio en una plaza que hasta entonces era una fiesta multitudinaria, un público festivo y colorido, lleno de bandas de música de decenas de países, porque les tocaba este domingo su turno de visita en el jubileo. Pancartas y banderas de medio mundo, muchas de Estados Unidos. También aparecieron dos líderes europeos de extrema derecha, Matteo Salvini, de la Liga y vicepresidente del Gobierno italiano, que lleva ya unos años de exaltación religiosa con rosarios y crucifijos, y la francesa Marine Le Pen, de visita en Roma.

Miles de personas que componían un gran auditorio ya entregado al que se podía enardecer con facilidad, aunque se vio rápido que León XIV no se dedicará a ello, y que más bien deberá ser la multitud la que le vaya animando a vencer su timidez y falta de tablas. Aunque ya se defiende bien. León XIV sonreía y a veces miraba a la muchedumbre para buscar su reacción, pero parecía de todos modos ajeno al jolgorio popular cuando tomó la palabra. Leyó el discurso que cualquier párroco puede haber dado esta mañana en cualquier iglesia, sobre Jesús como el “pastor verdadero” y la necesidad de vocaciones.

Ha recordado las intervenciones de Benedicto XVI, que hacía elaboradas catequesis desde la ventana del palacio apostólico. Detalle más significativo, pero para iniciados que ya empiezan a descifrar mensajes entre líneas: León XIV habló de que era “el inicio” de su “servicio como obispo de Roma”, una nota de humildad y de cómo afronta el cargo, con cercanía a los fieles. Robert Prevost también calcó palabras de Juan Pablo II, que no estaban en el discurso escrito originalmente adelantado a los medios, cuando se dirigió a los jóvenes: “¡No tengáis miedo!”.

Luego siguieron unos minutos en latín, en el cántico y la oración del Regina Coeli, y escuchar en San Pedro “oremus”, “Dominus vobiscum”, con un papa que transmite recogimiento y serenidad, habrá alegrado el día de los sectores más tradicionales, que ya empiezan a ver diferencias con Francisco en gestos y solemnidad. Sobre todo en Estados Unidos, núcleo duro y en auge de este ámbito de la Iglesia, están obsesionados con recuperar la misa en latín de espaldas ―muy restringida por el papa argentino― y todo lo que suene a tradición.

En esta síntesis de estilos, cuando pasó de ser papa pastor a papa político, acabó por salir a la luz el tono y el legado de Francisco, de quien citó expresamente el concepto de que el mundo está “ante una tercera guerra mundial a trozos”. Pidió la paz en el mundo y enumeró Ucrania, Gaza y el conflicto en ciernes entre la India y Pakistán. “¡Pero cuántos son los conflictos en el mundo!“, exclamó, para mostrar su esperanza en ”el milagro de la paz».

No se olvidó, para terminar, de felicitar el día de la madre a todas las madres, pues en Italia y otros países se celebra este domingo. “Buona festa a tutte le mamme!”, dijo para terminar en perfecto italiano, como todo su discurso, una frase de eficacia instantánea que va directamente al corazón de los romanos y los italianos, a los que se tiene que ganar y empieza a ganarse, a su manera.



Source link