La obsidiana, una roca volcánica utilizada ampliamente en Mesoamérica para crear herramientas, armas y objetos ornamentales, arroja nueva luz sobre las intrincadas redes de comercio de los mexicas, el imperio que durante dos siglos gobernó con puño de hierro el centro de México hasta la conquista española. Un análisis geoquímico de 788 artefactos hallados en el Templo Mayor, en el corazón de Ciudad de México, revela nuevas fuentes de procedencia de la obsidiana que circulaba en Tenochtitlan, incluso desde territorios enemigos que resistieron al poderío militar de la gran metrópoli.

El estudio, una colaboración entre la Universidad de Tulane en Nueva Orleans y el proyecto Templo Mayor del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH), sugiere que el Imperio mexica se favorecía del funcionamiento de redes de comercio que operaban sobre los distintos yacimientos de obsidiana en la región. Al margen del mecanismo de tributos que los mexicas exigían a los pueblos conquistados y eran efectivos para distintas materias primas, el Estado más poderoso de Mesoamérica hacía una notable excepción con la obsidiana. “Sugerimos que toda esta diversidad [de obsidiana] está llegando a través de los sistemas de mercado y eso es interesante porque habla de que a pesar de que los mexicas se consolidan en el poder y tienen un estado muy centralizado, la obsidiana se movía de una forma un poco más descentralizada”, explica a este diario Diego Matadamas-Gomora, arqueólogo y primer autor del estudio.

El artículo aumenta de cinco a ocho las fuentes de obsidiana reconocidas previamente, como la Sierra de Pachuca, (origen del 89% de la obsidiana de la muestra), seguida de Otumba (Estado de México), Paredón (Tlaxcala), Tulancingo y Zacualtipán (Hidalgo), El Paraíso (Querétaro), el Pico de Orizaba (Veracruz), y caracteriza otras inéditas, como Ucareo, una región en Michoacán que hace 500 años era parte del Imperio purépecha, un Estado antagonista a los mexicas con el que protagonizó distintos conflictos armados. “Después empezamos a ver materiales que vienen de zonas de Ucareo, o del área de Veracruz, de Pico de Orizaba, de Tlaxcala, cuando empiezan a aumentar las redes de alcance que tenían los mexicas para conseguir materias primas, incluso de lugares que son históricamente considerados rivales”, asegura el autor.

La técnica utilizada para rastrear el origen de los objetos de obsidiana fue la fluorescencia de rayos X, un método que permite analizar con un alto nivel de detalle las huellas químicas de cada artefacto gracias a las características específicas del vidrio volcánico. Se trata de “un material homogéneo que adquiere las propiedades particulares dependiendo de la zona que se origina”, explica Matadamas a propósito de la obsidiana, que gracias a su filo natural y maleabilidad, en Mesoamérica sustituyó a las aleaciones de metal desarrolladas por otras civilizaciones del globo. La amplitud de la muestra, la más grande analizada hasta la fecha, dio forma a una base de datos abierta que los autores esperan que resulte de utilidad para estudios posteriores.

El estudio es una colaboración entre la Universidad de Tulane en Nueva Orleans y el proyecto Templo Mayor del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH), revela que el Imperio mexica se favorecía del funcionamiento de redes de comercio que operaban sobre los distintos yacimientos de obsidiana en la región.tos yacimientos de obsidiana en la región.

Obsidiana verde, una variedad preciada por las élites

Una de las grandes sorpresas de la investigación radica en los cambios en las fuentes de obsidiana que circulaban en Tenochtitlan. El análisis diacrónico, que rastrea los lugares de origen del vidrio volcánico entre 1375 y 1520, revela una diversidad creciente con el paso del tiempo, una tendencia que sugiere un alto flujo de canales de comercio dentro y fuera de la cuenca de México: “Yo hubiese esperado que la obsidiana de Tenochtitlan se fuera haciendo menos diversa conforme el Imperio se consolidaba, pero resultó todo lo contrario: al principio los mexicas obtenían obsidiana primordialmente de la Sierra de Pachuca y de Otumba, que son las fuentes más cercanas a la ciudad, pero conforme van consolidándose en el poder empiezan a extender su presencia”, asegura Matadamas.

El arqueólogo, cuya curiosidad por el origen de este material comenzó desde 2009, cuando aún era estudiante y se familiarizó con la colección al unirse al proyecto Templo Mayor, advierte de una dinámica opuesta entre la obsidiana empleada en artefactos rituales hallados en ofrendas y la utilizada para objetos cotidianos, como cuchillos y navajas que servían para procesar la comida y se ofrecían en los mercados de la capital: “Encontramos que todos los artefactos rituales hechos con obsidiana son mucho menos diversos. Es lo opuesto a las herramientas”, afirma Matadamas. “Mientras los artefactos rituales son más diversos en las etapas tempranas de Tenochtitlan y vemos una reducción conforme se va centralizando el poder, en la cual al final solamente se utilizan artefactos de obsidiana verde, las herramientas muestran un patrón diferente, se vuelven más diversas”.

La hipótesis del estudio al respecto, publicado en la revista PNAS de la Academia Nacional de Ciencias de Estados Unidos, sugiere que en el comercio de objetos cotidianos no existía distinción del material empleado en ellos; no así para las élites, que confeccionaron los objetos rituales con obsidiana verde a partir del simbolismo que esta variedad cargaba en la cosmogonía mexica: “Lo que nosotros estamos sugiriendo es que cuando la gente iba al mercado y adquiría sus herramientas, no había distinción clara de ciertas obsidianas (…) los grupos de élite encargados de las ofrendas, ellos sí decían ‘vamos a depositar solamente obsidiana verde’. Esto tiene que ver con sus implicaciones simbólicas, pues era considerada la más preciosa de todas y se vinculaba con la mítica ciudad de Tollan donde vivió Quetzalcóatl”, asegura Matadamas.



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