Es difícil ver como madridista, de manera no irónica, el clásico de este domingo. Ya no sólo por tener a Lucas Vázquez y a Fran García para frenar a Lamine Yamal y a Raphinha, que ninguna culpa tienen (no la tiene ya ni Ancelotti, insistiendo en ellos: si con estos bueyes hay que arar, cómo serán los otros). Ya no sólo porque Ceballos y Mbappé se estorbaron con una pelota como en una comedia de cine mudo, y de ahí salió un gol del Barça. O porque Lucas Vázquez, como último defensa, se enredó con un balón y de ahí salió otro gol del Barcelona. O porque Mbappé y Vinicius se molestaron con un balón para quedarse solos delante del portero y la cosa acabó con un control de Vini que llegó mansito a Szczęsny. Ni porque Bellingham y Mbappé se quedaron solos con un defensa en medio y el gol terminó siendo un penalti fingido de forma grotesca por Mbappé. O porque la misma jugada, dos contra uno, terminó con el pase de gol de Vini a Mbappé interrumpido por el defensa. O porque Tchouameni evitó un gol con el brazo y no se pitó penalti. O porque Endrick tuvo ocho minutos para demostrar, en la única jugada que se le presentase, si se le presentaba alguna, su categoría. O porque el Madrid se puso 0-2 en los primeros minutos y no tuvo tiempo ni medios (televisiones, radios, internet) para saber lo que le había pasado al Inter dos veces, y al Atleti otra, y averiguar qué hacer para que no se lo repitiesen. O porque Mbappé marcó tres goles al Barcelona en su casa, como contra Argentina en la final del Mundial, y de nuevo no valió de nada.
En fin, la temporada más circense del Madrid era la que se prometía, como ganador de Liga y Champions el pasado año, su rodillo aplastante. No se confundan quienes se asombren de que se celebre más este año el doblete Liga-Copa del Rey del Barcelona que la Liga-Champions 2024 del Madrid: el listón blanco, con su fichaje estrella, estaba en otra parte, y al final el listón lo movió el propio Barça. Esto es: un canterano de La Fábrica que haya jugado mucho esta temporada no manda a las nubes el gol franco que tuvo el chaval Víctor Muñoz en los últimos minutos, pero un chico de La Masia asentado en el primer equipo como Fermín te puede inventar algo de la nada en esos minutos (a veces no es la calidad, sino las oportunidades). Hay más cosas, claro, pero quizá lo más desolador es la sensación (sólo una sensación) entre la impotencia y el autosabotaje que ha dominado al equipo toda la temporada. Y como en el campo no se concibe que haya autosabotaje, ¿qué pasa fuera de él?, ¿por qué en algunos partidos Vinicius es imparable y en otros, como en este clásico, está tan por debajo? ¿Colapso mental, físico?
El partido fue divertido. “Divertido” es el adjetivo que se nos ha quedado a los madridistas para definir al Barça a falta de algo peor. Lo cierto es que cuando el Madrid se pone 0-2, los madridistas sólo tememos al aburrimiento de los nuestros, pero en esta ocasión temíamos a la inferioridad puesta sobre aviso en cuatro derrotas anteriores con sus correspondientes goleadas, salvo una, y ni una ventaja tan grande bastó para la paz. Esa fue la peor derrota del Madrid este domingo, no el 4-3 ni la Liga perdida, sino estar ganando 0-2 y saber a ciencia cierta que no se va a ganar o, al menos, que va a costar lo imposible. Y esa es, también, la gran victoria del Barcelona.
Comentarios