En el estadio de Gran Canaria olía a Segunda. Así lo entendieron los aficionados de la Unión Deportiva Las Palmas, que se quedaron muy poco tiempo al velatorio. Había un cadáver corpore insepulto y un enfermo agonizante a la espera de la extremaunción. Pero resulta que los seguidores locales interpretaron enseguida que aquello no era un funeral para dos, porque el Leganés, sin que el forense certificara su descenso a Segunda, todavía respiraba, empezó a patalear y dio señales de vida. Tal vez por eso se despoblaron muy pronto las gradas del estadio, porque no hay nada que espante más que ver salir a un presunto cadáver del ataúd.

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Dinko Horkas, Viti Rozada (Sergio Viera, min. 54), Álex Muñoz (Benito Ramírez, min. 45), Juan Herzog, Scott McKenna, Enzo Loiodice, Dário Essugo (Jaime Mata, min. 71), Alberto Moleiro (Diego Martín, min. 80), Marvin Park, Manu Fuster y Oliver McBurnie (Adnan Januzaj, min. 80)
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Marko Dmitrovic, Jorge Sáenz, Javi Hernández, Adrià Alti, Matija Nastasic (Sergio González, min. 77), Dani Raba (Óscar Rodríguez, min. 45), Seydouba Cissé, Juan Cruz (Duk, min. 87), Renato Tapia, Munir El Haddadi (Yan Diomande, min. 19) y Diego García (Miguel de la Fuente, min. 87)
Goles
0-1 min. 5: Raba
Arbitro José María Sánchez Martínez
Tarjetas amarillas
Campaña (min. 14), Adrià Altimira (min. 35), Javi Hernández (min. 60), Sergio Viera (min. 75)
Y el equipo madrileño, que no estaba muerto ni tampoco de parranda, se agarró a la esperanza de la resurrección como un gato a las cortinas, así que salió al campo como si le fuera la vida en ello, que le iba, y a los 17 minutos consiguió ponerse por delante con un remate de cabeza de Raba. Aunque el árbitro quiso echar una paletada de tierra encima anulando el tanto por fuera de juego, apareció el VAR para hacer uno de sus milagros y corroboró que no existía posición ilegal y que el Leganés tenía derecho a que el gol subiera al marcador.
Con un Las Palmas indolente, posiblemente muy herido por el descenso certificado la jornada anterior, el equipo madrileño se mostró firme en la defensa de sus intereses, que pasaban indefectiblemente por ganar y que hubiera algún otro implicado que cayera en la fosa común, para jugársela —esta vez sí, a vida o muerte— en la última jornada. Le salió cara la moneda y lo consiguió con el Espanyol, el único de los tres candidatos que falló en su intento de despejarse el camino y hacer de la última jornada una jornada de celebración, sin riesgo de funeral.
Pese a los tímidos intentos amarillos por dejar un buen sabor de boca entre los escasos fieles que soportaron toda la ceremonia del Gran Canaria, que cuando las cosas están así parecen alargarse más que el Festival de Eurovisión, el Leganés se mantuvo firme hasta el pitido final y más allá, cuando en una de esas tardes que antes eran de transistores —como el día del apagón—, tuvieron que esperar a que finalizara el partido de El Sadar para saber si todavía les queda otra bala de plata para seguir una temporada más en Primera, aunque, claro, dependerá de otros.
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