En un hecho histórico que puede poner fin a un conflicto que se ha cobrado más de 40.000 vidas en las últimas cuatro décadas, el Partido de los Trabajadores del Kurdistán (PKK) ha anunciado este lunes su disolución y abandono “del método de la lucha armada”. La decisión fue adoptada en el congreso celebrado la semana pasada por el grupo obedeciendo al llamamiento hecho el pasado febrero por su líder y fundador, Abdullah Öcalan, encarcelado en una isla-prisión en Turquía, donde lleva meses negociando con emisarios del Gobierno y del movimiento nacionalista kurdo legal.
Ömer Çelik, portavoz del partido gobernante AKP, calificó la decisión del PKK de “un paso importante” y aseguró que, “si el terrorismo termina por completo, se abrirá la puerta a una nueva era”. Esta nueva era, prometió, implicará mejoras democráticas y nuevos derechos una vez se haya certificado la aplicación concreta y completa de la “disolución” y la “entrega de armas”.
El grupo armado —incluido en la lista de organizaciones terroristas de Turquía, la UE y EEUU— ha explicado en un comunicado publicado por la agencia Firat que tomó esta decisión siguiendo las directrices del “Líder Apo” (como se refieren a Öcalan) y tras concluir que el PKK “ha cumplido su misión histórica” y que “el conflicto kurdo ha llegado a un punto en que puede solucionarse mediante la política democrática”. “Esto no es un final, el objetivo es abrir el camino a nuevas modos y oportunidades”, subrayó durante el congreso Duran Kalkan, uno de los principales comandantes del grupo, según el medio kurdo Mezopotamya.
La realidad es que, desde el fracaso del anterior proceso de paz (2012-2015), la superioridad militar de Turquía había neutralizado prácticamente la presencia del PKK en territorio turco y había reducido al mínimo su capacidad operativa para atacar a las fuerzas de seguridad o llevar a cabo atentados. También ha influido la coyuntura internacional, con el triunfo de los rebeldes en Siria, que ha forzado a las milicias kurdo-sirias (estrechamente vinculadas al PKK) a negociar con Damasco su reintegración en la Administración siria; la retirada de las fuerzas estadounidenses de la zona kurda de Siria; el debilitamiento de Irán y Rusia en la región y la única opción de Israel como apoyo regional de los kurdos.
El PKK celebró su 12º Congreso entre los días 5 y 7 de mayo en medio de un gran secretismo en la montañosa frontera entre Irak e Irán, donde se encuentran las bases centrales de la organización. Tuvo lugar “en dos áreas diferentes” de forma simultánea, con la presencia de 232 delegados que representaban a diferentes ramas del grupo y que aprobaron las conclusiones por unanimidad. El PKK es fuertemente jerárquico, de inspiración maoísta y, desde sus inicios, la disensión ha sido atajada mediante purgas y asesinatos, y durante el congreso se permitió que Öcalan hiciese llegar mensajes, según algunos medios kurdos por vía telefónica, una de las condiciones puestas por la organización armada.
En el comunicado final, se hacen varios guiños al actual Gobierno, como la referencia a uno de los primeros intentos de poner fin al conflicto en los años noventa, negociando con el entonces presidente, Turgut Özal, en quien se ve reflejado el actual mandatario Recep Tayyip Erdogan, y cuyo fracaso atribuye a conspiraciones del “estado profundo”.
El grupo armado afirma que “el honorable pueblo [kurdo] comprenderá la decisión de disolver el PKK” y “asumirá los deberes del periodo de lucha democrática”. También lanza la pelota al lado turco, apuntando al Gobierno, el principal partido de la oposición y el Parlamento turco para que contribuyan al proceso, al hacer un llamamiento para reformular la concepción de la República de Turquía como “patria común” de la que “kurdos y turcos son pueblos fundadores”.
Aunque no se han puesto como condiciones previas, el DEM (las actuales siglas del partido de la izquierda nacionalista kurda en Turquía, al que algunos acusan de ser el brazo político del PKK) espera que el nuevo proceso de paz se traduzca en mejoras de los derechos culturales de los kurdos, en una mayor democratización y en la liberación de los miles de políticos kurdos encarcelados durante la última década. Mehmet Uçum, uno de los principales asesores de Erdogan, aseguró que “se da por hecho que se realizarán reformas integrales en los campos de la democracia y el derecho” y, en la línea del comunicado del PKK, incidió en que “los kurdos son un componente principal de la nación turca” y que “la República de Turquía es también el Estado nacional de los kurdos”.
Sin embargo, antes de dar pasos, el Gobierno quiere esperar hasta que se certifique la disolución del PKK y la entrega de las armas. Estos son los puntos más delicados. Según el diario Sabah, muy ligado al Gobierno de Erdogan, para certificar la entrega de armas se establecerán puntos en Turquía, Siria e Irak “supervisados por el MIT” (el servicio secreto). En la cadena NTV, varios analistas cercanos al Ejecutivo turco subrayaron que, durante la visita del primer ministro iraquí, Mohamed Shia al Sudani, la pasada semana, se trataron estas cuestiones. También que se involucrará a los peshmerga del Kurdistán iraquí, con cuyo gobierno autónomo Ankara mantiene buenas relaciones.
Qué ocurrirá con los en torno a 5.000 combatientes con los que cuenta el PKK en Irak es otra cuestión espinosa. Según los medios turcos se barajan cambios en la ley de enjuiciamiento para permitir la reintegración en Turquía de aquellos que no tengan las manos manchadas de sangre, pero los en torno a un centenar de dirigentes de la organización deberán ser alojados en un tercer país. Lo que no quiere permitir Turquía es que marchen a Siria a reforzar las milicias YPG, la organización hermana del PKK que controla el tercio noreste del país. De hecho, Ankara insiste en que el llamamiento de Öcalan al desarme también compete a las milicias kurdo-sirias, si bien el PKK no ha hecho ninguna referencia a ellas en sus decisiones.
El PKK fue fundado en 1978 por Öcalan y se levantó en armas contra Turquía en 1984, cuando el fundador ya se había puesto a resguardo de la represión turca en Damasco (Siria). La organización ha mantenido siempre una férrea estructura jerárquica y un gran culto a la personalidad de Öcalan, lo que ha favorecido que este mantenga una fuerte influencia sobre todos los seguidores y simpatizantes del PKK pese a su encierro en prisión desde 1999.
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